34 RENOVACION Pañuelada de cuentos Entre los actos que en esta vida nie violeta que adornan nuestros potreros han parecido sencillamente encanta y las veras de nuestros caminos, y que dores, está aquel de Rubén Coto con hubieser sido cortadas en la mañanita, sus cuentos. Yo los babía recogido cuando aun el sol no habla bebido el idarlos al señor Editor de Ariel, rocío que la madrugada pusiera eni sus quien pensaba hacer con ellos yn nú corolas, mero de su revista, El señor Editor de Aridly 1100 de los Una mafiapa llegó Rubén con un compañeros insinuaron la idea de que pañuelo claro que acababa de comprar se bautizara el folleto con aquel nom.
y en el puso todos sus cuentos. Luego bre: Pañuelada de cuentos.
lo apudo y colgándolo de una de las Desgraciadamente no se pudo hacer paredes de mi cuarto, dijo: Es una la edición y hoy los cuentos han vuelto pañuelada de cuentos, a mis manos. De entre estos he sacado allí quedó por varios días suspcn algunos para publicar aquí, con la esdida de un clavo, la pañuelada de cuen, peranza de poder muy pronto ofrecertos de Rubén, que nos hacía soureir los todos juntos en un tomo.
llenos de ternura cada vez que pues. En ellos no se encontrará erudición.
tras miradas la eticontraban.
Son sencillos y bellos como sacados del mí me parecia que el pañuelo es. corazón de chiquillo soñador y rebelde taba repleto de lindas flores sio pre que hay en el autor.
tensiones, como las santasluctas color La Dirección veces en primavera. Marisabet Carvajal A veces en primavera, cuando el viento de la montana kc destrepnå en susrtos por entre las ramas y pigue a lo largo del campo pronunciando hombre de persoBBS o de co508, o aistados sonidos del alfabeto, vocales y consonantes, y el cielo está azul, una historicta vaporosa y blancs que vive fresca en et rectlerdo, como en el fondo de tria gruta el musgo, se deslle en el pensamiento tiñén dolo también de blanco, y el espacio apartce entonces más azul y más bells la montaña.
Si dese is aspirar tan autil perfume, apar.
tad de la imaginacióu todo pensamiento pe caminoso, y cubiertos los ojos con una venda de color de rosa, olvidad por un instante que bajáis ya la pendiente de la vida. una palabra, tordad a los años de la iglap cin, a 100 años del encanto, de la pureza y del epsueto, cuando el corazón aun no sos pecha el mal y nos pasamos loa ratos ora en interminables confidencias con fato, ora haciendo gestos a la lona, o bien buscando en el jardín slempre en vano la inodgaita wala de cincos.
Yo tenía ocho años, es decir, dos tuis que Paulina, Paulina era mi confiderita y apenas si tros separábiniog alguna, muy rara vez, Por un senderillo abierto en la grana bajábamos por el rio hasta llegar a la casita del señor Antonio, del maestra Autonio, triás allá del puente.
el maestro Antonio era un viejo encorvado, habla sido zapatero y peleo en la guerra del 56. alors vivid solo solo en el mun do cultivando un pequeño jardin. Nuestras frecuentes e intempestivas apariciones calsaban en su Anitto, evidente regocijo. Nos agasajaba con fresas, con moras y con fragantes ramitos de violetas que el anciano ataba con raíces aromáticas. No menos fra gantes resultaban las historias que inventaha para regalo de nuestros infantiles corazones.
En las tardes, cuando era ya tieoipo de partir, el buen anciano venía a despedirnos hasta el puente. con Dios y anaog siempre. Valveséis otra vez?
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bbliotecas de Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.