DA TERAAD 115 Siempre lo encuentro en el salón de El perrito Julia echado en un sofá, con la cabe de falda cilla buodida en las patas delanteras, como si pensara en algo. en verdad como que se siente idiola. Porque ahora, cuando se le arerca la perrita del lugar su compañera de infancia permanece cabizbajo. no se alegra. ella lo ha notado.
Aptes se amaban: íbanse a pasear los dos juntitos, meocando la cola casi compás. Se detenían en algúa tre.
cho alfombrado de césped para liacerse cariño: allí se rerolcaban, jugando se mordia: ycran felices coufundiendo las respiraciones.
Pero todo cambió con el repentino desarrollo de Juliai Antes, ella lo acariciaba con la inocencia de sus diez, abriles; ahora, suspira muy bondo, muy bondo. de aqui que siempre esté en su falda el simpático lanudo! Lo ha enseñado fi sentarse en suº regazos, y como previo sa habilidad, lo oprimé en su seno. lo besa, le muerde las orejillas, suspira. se queda. se queda. pensando en regioney celestes.
Un día acerto pasar la antigua nopia del lapudo por la casa de Julia. El perrillo estaba en la puerta, sletnpre triste, en la cabecita buadida en las patas. En qué piensas tanto? le preguntó. Abi. Si tá supieras las penas que paso. dime, for qué me abandonaste? Era que yo no te satisfacía. No, sada de eso. Si sólo contigo era feliz. Pero esa mujer me ha seducido; me tiene sin sárgre, sin fuerzas.
de eso me estoy muriendo. Oge: Julia, no trabaja, uo tomá yn libro siquiera: esta es la causa de su perdiciót indirectamente de la mia. pasa siempre conmigo en los