110 YIDA VERDAD.
Muerto el fusto, lubo en la ciudad Ante una mucha duelo y alegría a la par. estatua Duelo en aquellos que, animados por su yaleroso ejemplo, habían a.
frontado la cólera del tirano y arriesgado las represalias con que la ciudad se hubicra ensangrentado no baber si.
do Teucido cl hombre nefasto.
Alegría en aquellos otros que, en cuadrillas fer«ces, auIlaban rabiosamente alrededor del bombre que en la plaza pública fulminaba el rayo de su indignacióu y de sa pro: testa contra la insolencia de la soldadesca, la maulería de los magistrados y la imbccilidad del pueblo.
El extranjero que por primera vez pisase el suelo de la capital, hallaría que la multitud que vagaba por las caIles tenía un aspecto inquieto y raro, desconocido, expliçable únicamente para los que conocieran las pasiones que durante muchos años luchaban en el país.
Ese aspecto indicaba los sentimientos de lus individuos, separados en dos Agrupaciones irreconciliables. La alegría ietensa que iluminaba los rostros de unos, contrastaba con la aflicción grabada en los otros.
Para insultor ese dolor (micatras en la sociedad lu04da baya clases, ia plcbc, inculta por deşlieredada, tendrá siempre la alegría brutal) se dían cantos en que se insultaba el nombre del muerto, con el fin de que sus admiradores interrumpiesen gi actitud y se desvirtuase el bordenaje rendido las virtudes del héroe. asó tiempo, y siul saber cómo, tal vez de los elogios.
entusiastas cogidos al vuelo de una conversación entre dos sencillos cargadores del muelle, surgió la idea de konrar la mimoria del pensador ilustre y del orador ela.