Carmen LyraMilitantes del PCCR

46 RENOVACION ver aquel rostro faco, congestiona. ba como de costumbre la mazorca do, mientras las manecillas descar brillante de sus dientes blanco nadas y largas se agarraban ansiosas se oía la charla de pajarillo de Clara de la mesa.
ni las risitas sofocadas de Ana MaPor fin, to había vuelto la es ría. Todas. todas habían eomude escuela, cido. El lugar vacío! İLa compañeLa última vez que la ví, fué en la ra ida!
calle, Regresaba yo con mis discí. Fuimos a verla muerta. pulas de un paşeo. iQué contenta En medio de la sala de paredes estaban las chiquillas, corriendo y ahumadas y techo ennegrecido, esgritapdo por la polvorienta carrete taba el ataud blanco y dentro de él ra. Rosario venía con su madre, Rosario, Le habían puesto ut vestiTodas la rodeamos. Yo sentí una do de una tela brillante que hacía inmensa pena al verla. Pronto se más visible la tristeza de su rostro nos va pensé la enfermedad está envejecido por la enfermedad. Ciñiénya acabando de comérsela dole la frente, tenía una corona de El contraste hacía sentir deseos rositas blancas, La luz amarillenta de llorar. Me pareció un pajarillo y temblorosa de una vela, caía sobre herido entre una bandada de los su la descarnada fazy hacía pasar somyos que aleteaban y cantaban, bras por ella.
Adiós, me dijo, con su voz débil, La madre hablaba mucho, con un estrechando mi mano eotre las suyas topo monótono, sobre la enfermedad calenturieatas.
de su hija. Su dolor po parecía muy Nos alejamos. Yo volví el rostro grande. Era una mujer pálida, delvarias veces para mirarla. Jamás la gada; seguramente estaba muy enolvidaré: claudicaba tras su madre. ferma. El padre tenía el rostro hinLa figurita doliente se perdió lo chado y olía alcohol. un lado lejos.
del ataud jugaban los hermanos de Rosario. Erad unos chiquillos adémicos, tan tristes como ella. Hasta aquei doloroso día en que Yo séatí deseo de gritar aquellos el lugar vacío en un banco me decía padres. con qué derecho hacéis hicon su lenguaje sin voz que se pe jos así. No veis que es carne con queña dueña dormía en el cemente que se alimenta la miseria?
rio, 10 comprendí cuánto ne eran través de la puerta abierta reía queridas las chiquillas que tenía el cielo gris dejándo caer sin cesar ante mí.
hilos de lluvia.
Mis ojos las acariciaron llenos de Yo pensaba obstidadamente; esta amor.
noche Rosario descansará bajo la Primero Graciela, la descamisa tierra y la lluvia tecleará sobre ella dilla encantadora, con su faldita tao su música monótona, seria y su pequeña camisa que le dejaba los brazos y el cuello desnudos.
Pobrecita! Ese día su rostro pica La campapa sono. Las piñas se resco, estaba triste. Sus ojitos para levantaron riendo y jugando. Yo las lanchines, mudos.
miré salir, mientras mi pensamiento Más allá, como un gironcillo de estaba en oo rinconcito del cementen noche, la cabeza de Epily, la. chu rio, cubierto de brotes de hierba.
mequila, como por cariño le dicen bajo el cual descansa Rosario.
algunas veces sus compañeras, con la cara grave y los ojos húmedos, CARMEN LIRA.
llenos de melancolía. Rosa, aquella morena liberiana, tau simpática, la Es este el nombre literario da Marisabel Carvafal, el más delicado de nuestros pensamientos foye. más inteligente de todas, no enseña ninos.