G2 IL VERDAD.
J, como no pueden volar juntas, el cojawbre contioja pendiente. Si ninguna abeja volara siö esperar las demás, et enjambre po cambiaría nunca tie sitio. s, que vuele uda sola. Tras clá volará otra, y después otra, y utra, otra, hasta que por fią acabará por volar todo el cnjambre. Hombres de corazón, abejas precursoras, volad, yo: lad. Los otros os seguirán.
LEÓN TOLSTOY.
Allá está en la jaula, pcusativo y triste solo, el yigüirro tristo: Quizás recuerda el calorcito de su madre. aquellus alas que manera de teckýınbre lo avrigaban del sereno y de la lluvia; picnsa talvez en los insectos que ella misna le buscaba en las orillas de los perros, para venir después, alegre, a pararse en el horde del nido y darle él alimeto, con tal desiti terés, como piriguna madre lo 11ría con su hijo.
Pobre!
Ahora que pasa tou solo, puede que recuerde sus primeros pasos, cuando lleno de inquietudes se lanzó la vida, siempre atento a los consejos de su madre.
Ella le decía. Hijo, no teinas, salta al borde del nido. Signe por acá aquí tieves un sostén; láczate y vuela, que para c50 te dió Naturalcza las alas. Brinca al suelo. Palpa y en ma la Tierra, que es quien te da el susteato; corre alcgre por encima de ella y cántate un himno de amor, Sí, todo eso recuerda. Recuerda también las dificol