RENOVACION 105 RICARDO si, lo sé todo. No me exasperes.
AMALIA. Jesús. Dios me libre. Quieres que tu hijo sta como tú?
RICARDO Mi hijo? Di turo.
VALIA iQué cosas dices!
RICARDO Tuvo, sí. No tienes tú la culpa. Te dejé que le educaras tu gusto, nunca intervine con mi autoridad para impedirlo.
AMALIA Pana inipedir qué? Que ta hijo tenga ga creencias, que sea cristianor.
RICARDO Para impedir que Hegera el caso de que mi hijo de considere con desdeñosa compasión, de que me crea do réprobo por quien hay que perlir rezar Dios; para mpeclir que boy, al oirle, al mirarle, no file conozca en él, porque no hay en el nada de mi vida, de ui pensaruiento, de fui alala. yo, que te hubiera tatado mil veces si hubiera sospechado siquiera que ese hijo de mi vida y de mi sagte no lo ere, le consentido un adulterio espiritual; be consentido que infundas en mi hijo un espíritu.
que no es et mío. ahora, ya tarde, la sleato con horror reniego de mi paternidad. como yo, tantos padres, por jadiferencia, por tolerancia, hemos dado el ser una generación que nos llevará. Quién sabe adonde. Sí, la culpa es nuestra; es de los que nacinos entre los tiroteos de las barricadas, de los que aprendimos con sanTO con dolor del alue to que cuesta la libertad de esperitu y de conciencia, y porque tros creíanos libres para siempre, fuimos tolerantes. no contactos con que vosotras, mujeres, resucitarinis en nuestros propios hijos los enemigos de la libertad y de la tolerancia. AMALIA ¡Pero Ricardo, Ricardo. Te has ruelto loco? Tú quieres matarmel (Rompiendo a Llorar. RICARDO Sí, llora, 11ora. Con vsestras lágrimas y vuestros rezos gobernáis el mundo. Asi anda ello!
JACINTO BENAVENTE i.
La Oración del Huerto antequabines are saliendo se fue seria fu costumbre Alonte de las Oliva. puesto de rodillas oro.
Diciendo: Padre, si quieres page 33 Copa de moi. empero no se haga sai solus tad. la tuyu.
Testando eo eroaſa. oraba más intensa inente, fué su sudor con Rotas Erandes de sangre, que descendían basta la tierra, San Lucas, Cap. XXII. vers. 39. 41. 42. El Hombre del Dolor marcha en la soabra como si fuera a perpetrar tih cipien el viento negro que tras él se escombra ve que sus labios de pesar se oprimen, que hai en ellos un rictus que le asombra el rictus de los labios que 19 jimen; que hai congojas que matan en su abisala.
tan bomicidas conio el hierro misino.
La Noche como un jigantesco pano negro triste en las pompas sepulcrales de un niundo, tienuhia de un horror estratio.
Coino blandones de estos funerales las estrellas se bañan en an baño de infinita tristeza en sus sitiales suis destellos pelidos o vivos llora, sobre la faz de los Olivos. ese que yo con paso cauteloso, como un fantasma que la sombra etoca, sin una queja, sin ningúu solloza, como una touila, impenetrable roca que tuviera la talla de un coioso, sin un acento que vibrar su boxa, es el nás grande que el planeta ha visto, el único entre todos, ese es Cristo.
Tenebrosa es la foche de la tierra, pero, lo es tras la noche del Mesias, la tiniebla que en su alma tas se cierra poblada de milares de agonías.
La soledart mas grande punca aterra como esas de las almas, las inupías desolaciones de las adalas Curabres que no han sabido amar las muchedumbres.
Mirad que en tierra de rodillas ora, ante ese semidios que se prosterna.
la immensa Creación, en esa hora solemne y única en la vida eterna, truda la inmensa Creación, implora.
En su balanza pesa Dios la interna, la enorme angustia de uno otro abistuo, piira que las dos pesan lo mismo.
Es vuestro Redentor, mirad, esclavos, el que en las sombras de aquel Huerto siente la tempestar! de sus dolores bravos; los oprimidos que lleváis la frente uncida al yugo, por los cuatro cabos del orbe, coruq el tardo buei paciente que en la cruel magnitud de su faena olvida başls el rigor de su cadena.
Oh! vosotros que vais por los caminos de la cruz. los oprobios las zarzas, carne que tienden los colnjllos finos de los lobos sio hagibre, las comparsa mie ar los prot, mis