74 Lecturas de clase del Grupo Internacionalista representante del FDR Rubén Zamora llamó a un cese del fuego para lograr negociaciones. Después trató de disimular, diciendo que sólo había hablado de deponer las armas en el contexto de las negociaciones. puso en claro porqué la jefatura del FDR FMLN se opone a una solución militar. De acuerdo al Guardian, Zamora dijo que, ganar en un sentido estrictamente militar podría significar perder a la postre. Uno de los objetivos de la presión militar es asegurar que el gobierno norteamericano acceda eventualmente a una solución negociada que de a las fuerzas rebeldes una participación en el poder.
iPor revolución obrera en todo Centroamérica!
Pero. quién pierde a la postre si los insurgentes izquierdistas ganan en el campo de batalla? Zamora, un demócrata cristiano disidente, habla aquí en nombre de los supremos intereses de la burguesía salvadoreña. Para liberales como él y el líder del FDR Guillermo Ungo, los llamados por una solución política no representan ninguna transigencia. La destrucción del ejército genocida, la médula del estado salvadoreño, acabaría con la base misma de su proyecto para un régimen capitalista democrático y pluralista. Nosotros comprendemos sobre la base del marxismo, y Zamora lo intuye con un agudo sentido de defensa de sus intereses de clase, que no existe vía intermedia como la que los sandinistas en vano intentan encontrar. En El Salvador, donde las clases se encuentran mucho más polarizadas que en la Nicaragua somocista, la vida de tan precario interregno podría medirse más en semanas que en meses. Sin embargo, una revolución social provocaría un enfrentamiento con el imperialismo norteamericano que, desde la perspectiva de un país tan minúsculo como El Salvador, los nacionalistasreformistas no creen posible ganar. Por consiguiente los guerrilleristas y los políticos democráticos del FDR FMLN unen sus esfuerzos para impedir un triunfo militar.
Pero los combatientes en el frente son los que pagarán el precio. Para ellos la alternativa es exactamente revolución o muerte.
Los trotskistas tenemos una estrategia fundamentalmente contrapuesta, basada en la teoría y el programa de la revolución permanente. En la época del imperialismo las débiles burguesías de los países capitalistas atrasados se muestran reacias e incapaces de efectuar siquiera las tareas democráticas de la revolución burguesa. Sus estrechos vínculos con el imperialismo y la reacción interna, aunados a su temor a la combatividad de la clase obrera y al numeroso campesinado sin tierra, las sitúan en el campo de la contrarrevolución. Sobre la cuestión agraria, por ejemplo: los trotskistas llamamos por la ocupación revolucionaria de los latifundios, los campesinos deben tomar la tierra. Ningún sector de la burguesía salvadoreña es partidario de este programa, porque no existe separación entre la burguesía industrial y la agrícola: son las mismas familias. Es muy significativo el hecho de que la reforma agraria que favorece el FDR no es más avanzada que la realizada por la junta democristiana militar hace dos años. todos ellos están atados al imperialismo.
Zamora, un dirigente del FDR, fue instalado en la junta de octubre de 1979 por mandato del Departamento de Estado norteamericano, y hoy anda vituperando en contra de un triunfo militar de los rebeldes izquierdistas.
Los leninistas se apoyan en el proletariado, y existe una clase obrera centroamericana, particularmente en El Salvador, que a su vez puede tener un poderoso impacto sobre los millones de trabajadores mexicanos. La mayoría de los obreros industriales del istmo centroamericano se encuentra concentrada en este país diminuto. Trabajan para empresas multinacionales norteamericanas tales como ARCO, Phelps Dodge, Westinghouse, Maidenform Bras, Texas Instruments, y en la Zona Franca de San Bartolo donde se les paga cuatro dólares diarios por ensamblar artículos semimanufacturados para el mercado norteamericano. Su historia reciente ha estado marcada por luchas muy combativas. En marzo de 1979 los trabajadores de dos plantas embotelladoras lograron que se accediera a sus demandas cuando el sindicato de electricistas (STECEL) cortó el servicio de energía eléctrica durante una hora en todo el país en solidaridad con la huelga de los embotelladores. Una semana después STECEL volvió a ocupar las centrales eléctricas, electrizando las alambradas circundantes con alto voltaje y dejando el país a obscuras durante 24 horas en apoyo a sus propias reivindicaciones. La empresa estatal de luz y fuerza fue obligada a ceder. en septiembre de 1979, los trabajadores de cinco fábricas situadas a lo largo del estratégico Boulevard del Ejército en San Salvador se declararon en huelga, ocupando las plantas y tomando a los gerentes como rehenes para evitar una intervención militar.
Durante la primera mitad de 1980 hubo un torrente de protestas de masas. Conforme se eliminaba paulatinamente a los liberales de la junta gobernante, crecía la oposición en las calles. La formación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, el núcleo del futuro FMLN, fue acogida con una marcha de 200. 000 personas, contra la cual abrieron fuego las fuerzas de seguridad dejando un saldo de cien muertos. En marzo hubo una huelga general de 24 horas que paralizó el transporte urbano. En abril decenas de miles de personas se volcaron a las calles, de luto por el asesinato del arzobispo Romero: resultado, 40 asesinados por francotiradores del gobierno. En junio una segunda huelga general inmovilizó la capital: nada se movió en San Salvador durante dos días. Finalmente, la Obreros salvadoreños realizan huelga general política de 24 horas contra la junta asesina el 17 de marzo de 1980.