10 SPARTACIST Reuters El malogrado golpe pro perestroika fue el último estertor de los apparatchiks estalinistas. de izquierda a derecha)
Tizyakov, Starodubtsev, Pugo, Yanayev y Baklanov. Los líderes golpistas buscaron conciliar al imperialismo, declarando su apoyo a la economía de mercado. y temiendo movilizar a la clase obrera.
guardaespaldas de Yeltsin eran policías alquilados de una compañía de seguridad privada (como los rompehuelgas Pinkerton en EE. UU. Cuando mucho había una docena de tanques, enviados por comandantes a favor de Yeltsin, en frente del edificio. Hablando de un posible ataque, un comandante yeltsinista dijo: Por supuesto, no podíamos resistir por más de cinco minutos. Pero no hubo ningún ataque serio.
Envalentonada por la parálisis de los líderes golpistas, la turba reaccionaria lanzó cocteles Molotov a los jóvenes tanquistas. luego, apenas dos días y medio después de iniciada la acción, el ejército se retiró. En ese momento los enardecidos partidarios de Yeltsin comenzaron a merodear por toda la ciudad. Un teniente coronel que asistió a las manifestaciones estaba escandalizado: Me sorprende que haya tantos jóvenes sedientos de sangre. Su primer blanco fue ia estatua fuera de la sede de la KGB, de Feliks Dzerzhinsky, un comunista polaco y fundador de la Cheka, el brazo de combate del Partido Bolchevique contra la subversión de los Guardias Blancos. Al día siguiente derribaron la estatua de Yakov Sverdlov, comunista judío y primer presidente de la República Soviética. Ahí la hitleriana NTS distribuyó un volante que llamaba por las mismas medidas que Yeltsin decretó un día después. El Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa presidió el entierro de los tres individuos que murieron atacando a los tanques. La televisión británica informó, Las imágenes de hoy eran de la vieja Rusia, prerrevolucionaria, un país saltando 75 años hacia atrás.
Después del estropeado golpe, Yeltsin, el antiguo funcionario burocrático convertido en restaurador del capitalismo, se movió rápida y despiadadamente contra sus opositores. En la mejor tradición de Stalin, Yeltsin arrastró a Gorbachov el políticamente debilitado presidente soviético ante los burlones miembros del parlamento ruso para humillarlo toscamente. Imitando al zar, Yeltsin, el democrático presidente de la República Rusa, altaneramente emitió un ukase (decreto) proscribiendo las actividades del Partido Comunista en suelo ruso e ilegalizando a Pravda y otros periódicos del PC. Las oficinas del Comité Central y del local del PCUS en Moscú fueron clausuradas y rodeadas por pandillas sedientas de sangre. Haciendo alarde de su poder sobre Gorbachov, Yeltsin nombró nuevos jefes del ejército soviético, la KGB y el Ministerio del Interior. Este último ilegalizó enseguida las actividades del Partido Comunista en estos pilares del poder del estado. Al día siguiente Gorbachov no sólo renunció como secretario general del PCUS sino que llamó por la disolución del partido en desintegración y por la confiscación de sus propiedades.
La pluma y el micrófono podrían estar en manos de Yeltsin, pero las órdenes llegaron por línea directa de la Casa Blanca en el Potomac a la Casa Blanca en el Moskva.
Menos de 24 horas después de que Bush se mostrara insatisfecho con Gorbachov por su designación del general Moiseyev como nuevo ministro de defensa, Moiseyev ya estaba fuera. Al demagogo riso Yeltsin se le pinta como un gran héroe de la democracia. Este demócrata está llamando por la formación de un nuevo ejército ruso, la Guardia Nacional. cuya primera condecoración sería la Orden de San Jorge el emblema del zarismo y la bandera de los fascistas rusos. Un ex funcionario de la Casa Blanca llamó a Yeltsin una edición eslava de Huey Long (San Francisco Chronicle, 22 de agosto de 1991. el demagogo derechista de Louisiana que en la década de los 30 utilizaba la retórica populista para establecer un régimen autoritario personal.
Inclusive muchos intelectuales prooccidentales partidarios del mercado libre en la Unión Soviética iemen a Yeltsin como un dictador potencial que los pisotearía. Como Lech Walesa en Polonia, admirador del dictador nacionalista Pilsudski. Yeltsin intentará utilizar su popularidad para imponer una terapia de choque capitalista sobre los obreros.
Los medios de información imperialistas están jubilosos, aclamando La Segunda Revolución Rusa. El New York Times se refiere burlonamente a Lenin como poco más que un demagogo que ceceaba. El Times está tan empeñado en pintar una contrarrevolución victoriosa que sus numerosos artículos no mencionan ni una sola vez a los obreros soviéticos. Pero en la Unión Soviética, incluso algunos de los yeltsinistas más liberales se están empezando a poner nerviosos ante la perspectiva de cosechar las tempestades que han sembrado. Vitaly Korotich, director de Ogonyok, advierte ahora sobre una tercera fuerza, que pudiera estar representada por cierta gente joven de orientación fascista. Los líderes de la revolución democrática se encuentran promoviendo ya la consigna zarista de Rusia; Una e Indivisible. El alcalde de Leningrado Anatoly Sobchak fustiga a las fuerzas centrífugas que desgarran a la URSS: Esto es una locura. Somos un país nuclear. Los asesores de Yeltsin hablan sobre la desestabilización de la economía y advierten a los secesionistas ucranianos que estas tierras fueron colonizadas por rusos.
Entretanto, miles de moscovitas han estado haciendo cola para visitar el mausoleo de Lenin, preocupados de que quizá