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60 SPARTACIST AFP Soldados cubanos cerca de Cuito Cuanavale, Angola, donde derrotaron de forma aplastante a las fuerzas sudafricanas en 1988.
propio martillo. Ve en los informes sobre abuso de poder, malversación de fondos, clínicas especiales y distribución de televisores, videocasseteras, automóviles y hasta yates entre la nomenklatura cubana, evidencia de un conflicto entre el núcieu dirigerie castrista y sus partidarios y la nueva generación de tecnocratas y funcionarios, muchas veces influenciados por Moscú. Hiabel rechaza cualquier análisis que compare a ia dirigencia cubana con las dictaduras burocráticas de los países de Europa Oriental, porque el grupo de Casiro no ha surgido de un aparato burocrático, aunque mediante su método de funcionamiento haya creado uno (International Viewpoint, 13 de noviembre de 1989. Sin embargo, tanto Ochoa como De La Guardia pertenecían a la vieja guardia castrista.
Como los espartaquistas hemos señalado repetidas veces, el grupo de Castro ha dirigido un régimen burocrático estalinista desde el momento en que Cuba se transformó en estado obrero deformado hace casi tres décadas, aunque tardó un poco en endurecerse. esto siempre ha incluido intentos por encontrar un modus vivendi con EE. UU. En el mismo tenor, Ochoa y los otros fueron ejecutados en un esfuerzo por apaciguar al imperialismo yanqui, ofrendándole un chivo expiatorio. Poco después del juicio, Castro hizo una oferta bien publicitada a EE. UU. de unirse a su guerra contra las drogas. Con la típica arrogancia imperialista, el gobierno Bush se negó, sobre la base de que ello le daría credibilidad a Fidel. Ha recurrido a EE. UU. en busca de un salvavidas, dijo el jefe de la policía de aduanas William von Raab. Yo creo que le deberíamos arrojar un ancla.
Las afirmaciones de Washington de que el mismo Castro estaba mezclado en el narcotráfico, repetidas por Julia Preston en su artículo del New York Review of Books, son a todas luces absurdas. Más que eso, son propaganda de guerra descarada. En 1985, Castro declaraba: Afirmo categóricamente que ni un solo centavo proveniente del narcotráfico ha entrado a este país, y no conozco ningún caso en los 26 años de la revolución de funcionario alguno que estuviera involucrado en el tráfico de drogas. Cuando Maria Shriver de la cadena televisiva estadounidense NBC le preguntó en febrero de 1988 si el cartel colombiano de la droga había alguna vez transportado estupefacientes a EE. UU. a través de Cuba, Castro contestó Jamás. Jamás! Somos el país que más sistemáticamente ha combatido el narcotráfico en este hemisferio. Sería desastroso arriesgar la credibilidad y el prestigio de Cuba con tales declaraciones si se supiera que fueran falsas.
No es que Castro sea incapaz de mentir, o que los regímenes estalinistas nunca trafiquen con drogas. El factor clave es la situación de Cuba como una isla a poca distancia de las costas de Estados Unidos. diferencia de Birmania, por ejemplo, el Caribe está dominado por la armada norteamericana. Si Castro se inmiscuyera en el narcotráfico, es seguro que Washington lo utilizaría como pretexto para atacarlo militarmente, y Cuba tendría dificultades para resistir como fortaleza rodeada por el enemigo sin medios de reaprovisionamiento militar. Además, el cartel de Medellín es una pandilla repugnante y muy derechista, de la que no se puede confiar. Así que, hablando objetivamente, sería extremadamente inconveniente, en términos políticos, para el gobierno cubano realizar operaciones de narcotráfico. En consecuencia se pueden aceptar, razonablemente, que las afirmaciones de Castro sobre estas cuestiones son ciertas.
Si Castro mintiera respecto a esto sería una invitación a la invasión.
Washington financió a sus contras terroristas en Nicaragua mediante trueques de drogas por armas, negociados a través de gusanos traficantes, y durante años mantuvo activos a sus ejércitos secretos anticomunistas mediante el transporte del opio del Sudeste Asiático. Hoy estos mismos imperialistas yanquis ondean la bandera de la guerra contra las drogas para justificar su intervencionismo en América Latina. nadie sorprendería si su próximo intento de invadir a Cuba es conducido bajo el mismo pretexto. Pero traiar de aplacar a los gobernantes de EE. UU. con la purga sangrienta de algunos oficiales descarriados no puede sino estimular sus apetitos reaccionarios. Washington exigió a Castro que demostrara su seriedad entregando al almirante Aldo Santamaría, antiguo jefe de la fuerza naval cubana, y a Fernando Ravelo Renedo, embajador de Cuba en Nicaragua, para montar un juicio amañado como está a punto de hacer con el general Noriega.
Cualquier daño a la defensa de Cuba causado por Ochoa y el grupo de los De La Guardia es ampliamente superado por el daño infligido por el mismo Castro al legitimar el grito de guerra yanqui. Como los tiburones, el olor a sangre pone a los imperialistas en un frenesí. Conforme la Revolución Cubana burocráticamente deformada devora a sus propios hijos, el programa de Castro de suprimir la posible disidencia y corrupción internas con la intensificación de la represión, reforzando la pureza ideológica mediante campañas estalinistas de rectificación y ofreciéndose a cooperar con el imperialismo en una guerra común contra las drogas, es una receta para el desastre. En lugar de esto, lo que se requiere urgentemente es emprender una guerra de clases conjuntamente con los trabajadores de América Latina y Norteamérica en contra de su común opresor capitalista imperialista.