MARZO DE 1992 19 El establecimiento de una economía de mercado significaría años de pobreza espantosa para los trabajadores, reduciendo sus niveles de vida a los de la época del zarismo.
Pero los aspirantes a capitalistas soviéticos temen que ni siquiera podrán sobrevivir el invierno que se avecina si no son capaces de poner comida en las mesas de los obreros.
La clase obrera no se ha manifestado todavía. Pero hay rumores inconfundibles de descontento con el nuevo orden. Decenas de miles de personas visitan el mausoleo de Lenin, esperando su turno en colas que han superado un kilómetro de largo. a diferencia de los presumidos yuppies y los niños mimados de la burocracia que siguen a Yeltsin, los que acuden para rendir homenaje al fundador del estado soviético son predominantemente trabajadores. los obreros soviéticos no les hace ninguna gracia la perspectiva de ver sus ciudades y hasta a sus familias destrozadas por el fratricidio nacionalista. Ya están hartos del mercado negro desenfrenado y de la grotesca avaricia fomentada por cinco años de medidas capitalistas parciales.
Lo crucial para poder revertir la marea contrarrevolucionaria que azota la tierra de Octubre es que los elementos de vanguardia de la clase obrera soviética vuelvan a encontrar el programa sin distorsiones del leninismo, reagrupando en un partido trotskista a todas las fuerzas que buscan el retorno al camino internacionalista de la Revolución de Octubre.
Esa es la tarea del momento. uprimidas bajo el imperio zarista. Refiriéndose a los continuos avances en política nacional, Trotsky observaba en La revolución traicionada (1936. Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a las nacionalidades atrasadas de la Unión, que deben necesariamente pasar por un período más o menos prolongado de apropiación, imitación y asimiinsión de lo que existe. Los pueblos nómadas de Siberia, los c! anes musulmanes de Kazajstán y Uzbekistán avanzaron siglos en apenas unas décadas.
Si las repúblicas del Asia Central continúan bajo el control de estalinistas de viejo cuño quienes ahora adoptan el nacionalismo túrquico y si las estatuas de Lenin siguen de pie en Tashkent, es debido a que estos pueblos más que ninguna otra nacionalidad soviética se beneficiaron de los avances que el poder soviético les trajo. Aún ahora, hasta la mitad de los presupuestos de las repúblicas del Asia Central dependen de los subsidios del centro. serán ellos quienes más sufrirán de la rapiña capitalista.
Al mismo tiempo Yeltsin y Cía. han incitado resentimientos entre los rusos porque la gran riqueza de los recursos naturales de Siberia se dedica en parte para desarrollar las regiones más atrasadas de habla túrquica. Los yeltsinistas partidarios del libre mercado muchos de ellos hijos de los apparatchiks de Stalin desean vender los yacimientos de petróleo y gas natural, y las minas de oro y diamantes, a Wall Street y Frankfurt para darse la vida de yuppies occidentales.
De hecho, el trasfondo inmediato del reciente diluvio de antagonismos nacionalistas no fue el chauvinismo granrruso del centro. La perestroika azuzó las aspiraciones de las repúblicas más avanzadas como las Bálticas y Armenia por una rebanada aún más grande del pastel. Los nacionalistas nálticos sueñan que, con deshacerse de Rusia y las repúblicas más atrasadas y prostituirse al marco alemá. vivirán como los escandinavos. Harían bien en fijarse lo que el marco alemán ha traído a la antigua Alemania Oriental cuatro millones de desempleados, devastación económica, colapso social.
Los verdaderos leninistas luchan por plena igualdad de todas las naciones y nacionalidades en una auténtica federación socialista.
Obreros soviéticos: iLuchar contra la esclavización capitalista!
Se requerirá más que decretos parlamentarios para desmantelar el estado soviético y consolidar un régimen capitalista. Aunque los pináculos del ejército, la policía y el aparato administrativo están ahora ocupados por contrarevolucionarios, los millones de personas que constituyen la base del aparato del estado no serán tan fácilmente purgadas. Además, las tendencias centrífugas incitadas por las varias fuerzas separatistas chocan frontalmente con el hecho de que las economías de las repúblicas se encuentran estrechamente entrelazadas, de arriba abajo, en una economía centralizada.
Hablar de reorganizar la economía al modelo del Mercado Común Europeo es ridículo. Las repúblicas soviéticas están más entrelazadas que incluso Gales e Inglaterra o cualquier par de estados en EE. UU. Nueve de las 15 repúblicas exportan más del 60 por ciento de su producción al resto de la Unión Soviética, y virtualmente todas las empresas industriales dependen de otras repúblicas para abastecerse de materias primas y repuestos.
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