REPERTORIO AMERICANO 57 Epístola a Guillermo Nannetti (En Rep. Amer. Tu carta me lo anuncia. Luis López ha muerto!
En Cartagena de Indias, murió el glorioso Tuerto.
Los hongos de la riba lo tendrán que llorar. su ciudad nativa, ayer reina del mar. isu Cartagena de Indias. añorará al poeta que entre risa y dolor, con clownesca pirueta, decía sus poemas, hondos de reflexión, ante el círculo grato del viejo Bodegón. Luis López ha muerto. Murió el famoso Tuerto que, un día, hizo glorioso al colombiano puerto de edad de folletín. en que las carabelas antiguas, para siempre, replegaron sus velas. Como lo sentiría, Teresita Alcalá!
El barbero del pueblo. cómo lo llorará!
Luis López, el Tuerto. era en mi adolescencia una voz singular: traía suave esencia de lejanos perfumes de selva tropical, con algo de diabólico y algo de angelical.
Sus versos sugerían a mi imaginación, mucho de mar y cielo, mucho de bodegón; y sin ser, desde luego, cantos de marinero, tenían sus poesías, cierto son extranjero que va de puerto en puerto, renovando el acento, acunado en las olas, mecido por el viento.
Sus risas iah, sus risas. sonora carcajada para reir de todo, para llorar por nada y ver cómo la vida, con su monotonía, es iconsecuencia hepática. un poco hipocondría y aunque el galeno ría, un poco rigodón, verdad que hay que admitir, con fe, sin discusión.
Luis López (Por el año 1921) Luis López, funámbulo, con un ramo de rosas, marchó sobre el alambre difícil de las cosas. Según él, a las rosas, las comió en ensalada; y ocurren en la vida, cosas que no son nada. Dijo a la gente moza, su verso libertino; y alzó en la francachela, su vaso de bon vino.
Cuando llegó la hora de decir su canción, supo poner en lo agrio, vario tono zumbón.
Un día, allá en Caracas, dijiste: Vas a verlo; que quien tanto lo admira, merece conocerlo.
Mas Cartagena de Indias, para mí, estaba lejos. seguimos hablando del Tuerto. como viejos amigos que deploran no poder realizar aquello que es anhelo común, más que soñar. dijimos los versos que siempre recitábamos entre mutuas sonrisas. Qué alegres lo evocábamos. Quién, hermano Guillermo, nos podía decir, aquel año en Caracas, que pronto iba a morir. Me lo dice tu carta. Luis López ha muerto. Pájaro. Flor. Estrella. Qué tristeza en el huerto!
Quien no lo conociera, ni amara como yo, vería en Luis López, a un grotesco Pierrot.
Mas el Tuerto sabía decir cuanto quería.
Hay en sus versos locos, grave filosofía.
El soslayó la vida con cierta displicencia; y si gustó del Arte, no despreció a la Ciencia.
Tuvo palabras duras para la vanidad; para los campesinos, franciscana humildad.
Se rio de los vacuos. Se mofó de los zotes.
Puso en solfa a los Sanchos, y admiró a los Quijotes. aquellos que pasaban sin llamar la atención, los plantó en el camino, sin ninguna intención.
Era bueno; era alegre, y sólo quiso ser un hombre de otro tiempo, mas sin envejecer.
El drama de la vida le mostraba a diario cómo la acción del tiempo ejerce extraordinario cambio sobre los hombres: fantásticos peleles que el Destino conduce por sus andariveles. Nada de envejecer! tal era su cuita que, casi a los setenta, buscó su Margarita. Por esto, al recordar los cambios de la edad de viejos camaradas, solemne seriedad inspiraba sus frases: ya era el amigo zote, por obra del casorio, inútil monigote; ya el cura de la aldea, el de panza rellena, que a Lulú convertía en una Magdalena; ya el cofrade de escuela, torpe para el latín, de alcancía repleta, y académico al fin; ya el Alcalde de sucio jipijapa de copa. panzudo a lo Capeto. rubio como la estopa. ya el zagalón de Pepe; ya el pobre Casimiro, que vivió calumniado, en su oscuro retiro; ya el noble Juan de Dios, un artista genial, convertido a la postre, en un patán rural.
Todos van resfilando, en un nutrido acopio, bajo la luz diabólica de su kaleidoscopio.
Sólo quedan intactas las cosas campesinas, la costa marinera, las calles pueblerinas, las siestas tropicales de calmas silenciosas mientras zumban cigarras en las horas tediosas.
y las niñas que sueñan, detrás de la ventana, tejiendo lindos sueños, para un nupcial mañana. En América lírica, se abre un vasto silencio!
José PEREIRA RODRIGUEZ.
Montevideo, 10 de diciembre de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica