Violence

REPERTORIO AMERICANO 315 ya en el tránsito, ya fatigada pero aún pronunciando la palabra Poesía, porque ni en medio de ese transporte apasionado puede apartar de sus ojos esa visión mágica y todavía más allá, hablando del misterio: en que agoniza el sueño de su sue.
ño más arcano. sigue amándola con mística violencia.
Leyendo Las Puertas del Secreto penetramos a la profunda morada de cristal de la verdadera poesía, poesía que no necesita comentario, porque se eleva desde la más oculta fibra al más majestuoso pensamiento con sus propias alas victoriosas.
Maracaibo, Venezuela, 1952.
No he leído en ninguna parte un juicio más justiciero y más ceñido a la verdad que este que Montenegro dedica al primer cuentista chileno, Baldomero Lillo, autor de los cuentos mineros intitulados Subte.
rra. Toda la angustia de esos obreros chilenos que trabajan en las minas de Lota pasa a la sensibilidad del comentador, y de él, al lector de su ensayo. Otra vez estamos en presencia de un genuino escritor chileno, una especie de Gorki nativo que eleva la miseria horrorosa de esas víctimas a un plano artístico ameritado por la piedad y la pasión.
La apreciación de Halmar nos revela la personalidad de un novelista de esa genercaión que brilló entre 1900 y 1910, de un exquisito que cultiva, el primero en Chi.
le, la escritura artística y que bajo múltiples influencias Zola, Daudet, Tolstoi, Ibsen, Loti, Proust. ejerce er su patria un verdadero magisterio literario. Montenegro analiza sus obras principales: Juana Lucero, La lámpara en el molino. La pasión y muerte del cura Deusto. Es una lástima que Montenegro no haya traído su análisis a las obras más recientes de este novelista cuya muerte acabamos de lamenterés humano que es, a no dudarlo, su virtud más sólida y duradera.
He dejado intencionalmente para el fin de mi comentario el capítulo primero del libro, que trata de la crítica, la bibliografía y la estadística. Al escribir un resumen crítico de la novela en Chile en los últimos cincuenta años el crítico se queda perplejo pensando en toda la basura que exis.
te con el nombre de novela. La dificultad de definir lo que es exactamente una novela también le preocupa, y por fin la nece.
sidad de hacer una revisión de valores Las facultades distintivas del crítico son las de percibir, comparar, escoger; él ha de interpretar la biobliografía. La labor dei bibliógrafo es su auxiliar. Este realiza una tarea inclusiva y cuanto más completa, mejor. Aquí observo que Montenegro no cree en la conciliación de ambas actividades, opinión con la cual yo estoy en desacuerdo, al pensar en escritores como Ama.
do Alonso, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, para quienes ambas actividades son de igual valor en la prueba final de la crítica literaria.
Lo que le pasa a Montenegro es que se ciñe demasiado a la observación de las condiciones locales en esta clase de estudios.
El comentador de la literatura que desdeña La bibliografía razonada y escribe sobre obras literarias como podría hacerlo sobre modas femeninas o carreras de caballo no merece tomarse como ejemplo. Ese es el caso del señor Ricardo Latcham. El erudi.
to de temperamento, el bibliógrafo serio, que insiste en hacer obra crítica va por camino equivocado. Este es el caso del señor Silva Castro.
Montenegro menciona en seguida al crítico ecléctico acaso pensando en el se.
ñor Díaz Arrieta que trata de juzgar al escritor por sus mejores obras. Pero ¿hasta dónde debe llegar la elasticidad del criterio en esta cuestión? Es verdad que el crítico de inteligencia y corazón debe ser piadoso con los jóvenes y alentarles en sus primeros esfuerzos pero de aquí se puede avanzar inconscientemente hasta llegar a esa crítica encanallada a que nos tienen acostumbrados las revistas chilenas en que una camarilla de audaces y mediocres declara geniales a los esperpentos escritos por sus compañeros.
Pone fin a sus observaciones nuestro autor en la forma siguiente: Algunos casos recientes nos han dejado ver con lamentable coincidencia la disparidad del gusto de!
crítico con el de la masa de lectores y aun con el criterio de los jurados. La conclu.
sión final parece ser que no debemos re.
montarnos demasiado alto si no queremos quedarnos solos. Esto es revelador. Es justo que el verdadero crítico no concuerde con la masa de lectores, ni siquiera con aquella masa que se cree iniciada, y mientras menor es la cultura de una sociedad mayor debe ser esa disparidad. También es justo que no esté de acuerdo con el criterio de los jurados, sobre todo si éstos son de compadritos venales. Lo que no es justo es que el crítico inteligente sea un de.
rrotista, tema volar demasiado alto y tema quedarse solo. En esta actitud de Montenegro, que yo estimo acomodaticia, se nota demasiado a las claras la influencia maleante del ambiente.
tar.
Los cinco autores que estudia Ernesto Montenegro en De descubierta son en cierto modo los más representativos en sus respectivos géneros de nuestra literatura.
El espíritu de selección es una de las más altos cualidades del crítico literario y Montenegro demuestra poseer este don. Ojala pueda nuestro compatriota dedicarse de lle.
no a su obra literaria y llegar a ser un día la sexta personalidad representativa. Pero para esto será necesario que se aleje de Santiago y se vaya a vivir a Quillota.
Berkeley, Calif. 1952.
Recuerdos de Manuel Manuel Ugarte Montenegro es un gran admirador de la vida trashumante y aventurera de Vicente Pérez Rosales, uno de los hombres más pintorescos en la historia chilena. Su entusiasmo llega a la exageración cuando escribe: Los recuerdos del pasado son el libro de cabecera de la literatura chilena. afirmación que aceptaríamos si se refiriera a la del siglo xix, pero que ponemos en tela de juicio al pensar en obras como Alsino, El hermano asno, Canto General. Yo mismo le sigo en esta admiración hasta el punto de haber traducido al inglés la parte de Recuerdos del pasado que se refiere a las experiencias del autor en California. La mejor definición que se puede dar de la obra de Pérez Rosales nos la ofrece Montenegro en estas cuatro líneas: esa rica experiencia del mundo, supo don Vicente contarla con tan espontánea campechanía que no parece que tuviéramos un libro por delante, sino que un amigo de la casa fuese detallándonos de viva voz los mil y un trajines de su andariega y contrariada vida. Esto es lo exacto, pero lo que nos cuentan los amigos no tiene nunca categoría literaria, por interesante que sea. El libro de Pérez Rosales vale más por lo dra.
mático vital, por lo humano, que como obra literaria.
Algo parecido podría afirmarse de La Guerra a Muerte, comentario de uno de los períodos más brutales de la historia de Chi le, y el mismo Montenegro nos da la ra zón: La Guerra a Muerte en que lucen a parejas Ta viveza de su estilo, su intui.
ción de los caracteres y ese inagotable in(En el Rep. Amer. En Tegucigalpa, 1911 algo de ponderación. Una brillantez que, Residía en la capital de Honduras y haarrancada de Buenos Aires, más bien arrancía mis segundas armas en el periodismo.
caba de París. Ahora estoy releyendo el (Las primeras venían desde Managua, pabreviario de Vargas Vila acerca de Rubén sando por Guatemala, en ejercicio inicial. Darío, en que aparece mencionado repeti.
damente Manuel Ugarte, bajo el elogio de Un día se anunció la llegada del argentiaquel maestro terrible, que hizo y que deno Manuel Ugarte, en prédica anti imperiarribó reputaciones.
lista, léase: antiyanquista. Vibró la ciudad Tengo en un baúl de libros el de Ugarte enclavada entre canteras. Los jóvenes que en que recogió sus recuerdos de aquella jspululábamos por los caminos de la prenra. Menciona al autor de estos recuerdos, sa, recibimos a Ugarte con palmas de sáen una lista de los muchachos que le atenbado de rosas. Era un Mesías. Vino la indimos en la Teguzgalpa.
evitable conferencia, el inevitable banque Partió Ugarte.
te en algún dudoso hotel de Tegucigalpa.
En Buenos Aires, 1916.
Froylán Turcios se atusaba los mostachos.
Viajaba en un tranvía, cuando acerté a Redactor del Nuevo Tiempo que dirigía reconocer a Manuel Ugarte, en un asiento Turcios, hice la propaganda de estilo al viadelantero.
jero. Aquí de un recuerdo, cuando Oscar Don Manuel Ugarte dije.
Nizú (doctor Samuel Lainez) pidiera a Volvió la mirada y estaba hecho el congarte su fotograbado, para la publicidad.
tacto.
Excusa de Ugarte: él no era torero ni cóOtro día, en la Avenida de Mayo, encuenmico: podía dar su fotografía.
tro ocasional con Ugarte. Este me propo.
Moreno, de bigote recortado. Talento y ne que de una conferencia sobre el Trata3 California Adventur. En col. con Morby. San Francisco, 1947. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica