326 REPERTORIO AMERICANO FOTOGRABAUL CABEZAS Requiem por MAX JIMENEZ (En Rep. Amer. Para ti luz, como en llorados eucaliptos en torno a tu mansión cuando amanece.
Pájaro de la luz; ibis de Egipto, sepulcral y ritual, porque tu sombra andante crece y crece.
suurt Arqueta de la luz, furor albo en clarines de azucena, lámpara del jardín con óleos de silencio y luna llena.
Surtidor de la luz en valles de vitrales, si se desatan en el aire rubio las doncellas del sol de los abriles sus crenchas de trigales.
Para ti luz de barca atardeciendo serenidad y luna pasajera de sus velas, claridad.
Para ti luz, tan mansa de quererte que se pliegue al capricho de tu fronda, y que siga, lebrel enamorado, los giros de la piedra de tu honda.
Vuelo, dulcísimas mujeres volcadas en espumas; castidad de las nubes que abruman los espejos del mar.
Para ti luz resucitada en la mañana del Sábado Santo. campanera la luz del Huerto y las piedras perfumadas; los pechos, las rodillas de manzana y el Pastor hacia el sol, albo su manto.
Luz para ti de los amados ojos cuando se abrieron consagrados en su pozo inefable bajo tu sauce blando.
Luz, sólo luz, estrellas enterradas, órgano matinal de la plegaria, mano pluvial de Juan sobre Jesús; Jordanes, luz solitaria de la sal en la playa desolada.
Sólo la luz en su onda sin deslinde, como tu corazón de ala remota: claridad, estatuida en una sola nota.
Max Jiménez Como antes en tus regazos (Poema de la Madre)
Carlos Luis SAENZ.
Setiembre, 1951. En Rep. Amer. Trabajo que obtuvo el primer lu de nuevo los sueños mios gar en el Certamen Literario efec y, meciéndome, me cantes: tuado en Mazatlán, en ocasión del Duérmete, duerme, mi niño; Día de la Madre. que la Estrella del Pastor camina un cielo sin ruido Como antes en tus regazos, y el Angel de la Colina cuando era sólo tu niño, baja a dormir en los lirios.
en tu recuerdo me refugio, madre, para que acunes Aquí estoy con tu don bendito a tu recuerdo apegado y conmovido: de cordiales dulzuras y ternezas vuélveme a contar los cuentos mi corazón conmovido.
de San Perrault; de tu vivo minero de tradiciones Mi buena madre, enciende aquel farol mágico de Había una vez. Mis dos manos he andado tantos caminos, caminos de cielo y mar, une con gracia de unciones caminos.
para que te dé El Bendito.
han cantado tantas voces Apacigua mis desvelos encantos en mis oídos, con tu acento de cariños, he puesto mi corazón devuélveme aquella paz en tantos vientos distintos, de un mundo recién nacido alta su vela de amor con estrellas en las flores entre desastres sombríos, y nubes de corderitos, y aquí estoy, con granados y manzanas a tu recuerdo en la luz de los domingos, apegado y conmovido, vuélveme a dormir sintiendo como antes en tus regazos, las fragancias de lo limpio cuando era sólo tu niño.
en las praderas de nieve de tu delantal florido.
Cuando sentía tu calor y afuera temblaba el frío; Cuando el insecto o la piedra cuando apretado a tu pecho maniataban mis sentidos escuchaba el joven ritmo anclando mis alegrias del amor, hondo en tu sangre, en pavorosos abismos como un vasto mar tranquilo.
y en la selva de lo adverso Aquí estoy para que acunes andaba solo y perdido buscando una luz distante, lo mismo que Pulgarcito, mi buena madre, a tus regazos iba seguro de encontrar en ellos nido y defensa y consuelo y besos que enjugaban todo llanto vertido.
Asido a ti como temblante llama al madero encendido, restablecido a la armonía de su alma se sentía el niño, en torno a ti, mi generosa madre, extendíase el hogar tan claro y tibio y el poblado de casas y casitas y el mundo mismo; tu paz y tu cariño radiaban oleadas de ternuras y bienaventuranza y era dulce vivir junto a tu pecho conjurador de todos los peligros. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica