76 REPERTORIO AMERICANO Camino al Volcán las uñas pintadas, un color vivo, ensangrentado que reflejaba el clavel Por Joyce WARDROPPER prendido en las trenzas. El papel (En Rep. Amer. que desempeñaba nada le agradó. Pero ella, inconsciente, le sonrió inocentemente.
Frente a la casa, el coche azul se Un momento le quedaba; frunció el Vamos al volcán, verdad, Gil? Qué había parado hacía tiempo. El con entrecejo, abrió el compartamento de bien! No he vuelto a ir desde la últiductor, un hombre ya avanzado de guantes, echó un vistazo rápido y lo ma vez que nos llevó, hace ahora dos edad tenía, a pesar de sus años, el volvió a cerrar. Notó entonces que meses, inmediatamente antes de.
pelo negro, tupido. En la mano, con eran dos que bajaban, Maristela y su un movimiento giratorio, torcía lenta hermanita menor, la Rosamari.
Maristela intervino, dejando indismente el tallo de un lirio, un Agatintas las últimas palabras.
Sonaron una serie de ruidos distinpanthus, que acababa de coger de un Oh Gil! Por eso ha traído el sa.
tos los numerosos adioses de madre e rape! Primera vez que lo veo yo. jardín particular que lindaba la calle. hljas, el rechinar de las puertas, el Sólo porque le daba la real gana.
ese dibujo que lleva, iqué curioso!
perro de El día estaba anublado y por eso dida, y los gruñidos de un peón que tó Gil. Es el diseño típico de los saaguas que aullaba su despe No lo conoces, Maristela? preglinestaba contento. Le convenían las arreaba una yunta de bueyes al pasar nubes. Salir así de paseo, sentirse el coche. en la torre de la iglesia rapes de Oaxaca. Su marca distintidetrás del volante de un coche nuevo, las campanas doblaron.
va, digamos.
marca Dodge, su favorita, le propor.
Maristela se sonrió. Ya una vez Maristela, en el momento de subir, cionaba una felicidad intensa. Siemse detuvo, señalando con el dedo el pasada la esquina peligrosa, podían pre dge. En su vida había usado lado derecho del coche.
seguir sin interrupción los comentaotra marca. La costumbre, la sagrarios de Rosamari. De pronto. Gil se da costumbre traía consigo la bendi. Aquí, qué fue? Falta algo. es fijó en los pantalones que llevaba ción de una tradición arraigada en la que ya ha chocado con algo, y eso en Rosamari, y se lanzó al combate, Ropeblina del pasado. Un pasado, sin. samari seguía callada, escuchando a embargo, que prefería no recordar del Gil salió corriendo a ver lo que medias, más absorta en el surtido de todo.
era. Por cierto un detalle que le ha galletas que en la doctrina que le Para sí mismo, hubo que confesar bía escapado la atención hasta el mo. predicaba Gil. Luego abrió la carteque el color azul claro le chocó un mento. Faltaba la pequeña rueda en ta de ante que llevaba y sacó un papoco. Hubiera preferido uno negro, que venía escrito el nombre del coche. ñuelo bordado de mariposas verdes.
lo mismo que los antepasados del coAlguien se la había quitado, descui. Llevaba dentro la plata que su abueche actual. Pero en ese momento, ni dando los rasguños que dejó marca lito le había dado para su cumpleeso le molestaba. Ni el color azul, dos en la puerta.
ni años; todavía le quedaba el placer de el gris oscuro del cielo. Se sintió li. Gil se encogió de hombros. Así gastarla.
bre, ante todo libre, limitado solo por era la gente. Lo de siempre. Puro Gil, observándola, comenzó de relas horas disponibles del día, y los kl. vandalismo. Para qué sirviera eso. pente a hablarle duro. Los pantalolómetros de la carretera por delante. Venderlo sería imposible. Robarlo por nes los llevaban los hombres. Eran Reglamentado solo por el dictamen robar. Disgustado, quedó contemplán la marca registrada del sexo masculidel capricho del momento. Capricho dolo hasta que la voz de Rosamari, no. Ella no tenía ningún derecho a de Maristela.
impaciente le hizo subir de nuevo al usarlos. Así se echaba a perder la Buen trecho quedó esperando decoche.
generación joven.
lante de la casa. Los minutos, ayer Maristela, observándole repentinaRosamari se quedó mirándole, atótan lentos mientras que esperaba la mente abrumado como si llevara la vita. En su vida le había tratado así llegada del coche azul que venía a re muerte a cuestas, trató de animarle. Gil. Como si en estos dos meses de cogerlo del Sanatorio, hoy le parecían No era culpa suya. El no tenía la retiro en la clínica, se le había trasvolar. Hasta saboreaba con placer la responsabilidad por la pérdida de la tornado el juicio. Se lanzó ella a la tardanza de Maristela.
ruedita. Su padre no le iba a rega defensa, determinado de tomarle el Iba a venir, eso de cierto. Porque ñar. Ellas serían testigos de que se pelo. Su madre no podría tacharle de falta de respeto en esta ocasión.
la había prometido. Su primer viaje lo habían robado. En todo caso, no juntos, después de dos meses en la era para tanto. Alguien se lo había sus pantalones, Gil. Cómo se clínica. el estreno del coche nue llevado una marca registrada, que po le ocurrió comprar pantalones verdes?
vo, apenas traído a Limón por la Flo co importaba, puesto que todo el Color que lleva las mujeres. Don Gil ta Blanca.
mundo sabía distinguir un Dodge. de las calzas verdes. Vos sos viejo Un sentimiento de bienestar le inLos coches, sí, eran fáciles de distin verde, verdad, Maristela?
vadió el cuerpo dejándole esparcido, tándose de seres humanos, tan difícil ción, le calmó un poco, la mano en el guir. Los hombres, al contrario. Tra Ésta tomándole el pulso a la situalos miembros relajados. Ya todo estaba preparado para el viaje cigarri.
era reconocer los distintos tipos. hombro. El contacto leve de la piel llos para Maristela, marca Emu, su En marcha, Gil. Adelante. No suave, le tranquilizó, y la cara llena marca predilecta; galletas María, que vamos camino a un funeral. Ande, de preocupación le indicó a Gil la le encantaban, coñac por si acaso se apúrese. La voz de la menor inter verdad.
mareaban, un sarape rojo cuadrado puso como un chuzo. si encuea. No sea tan bravo, Gil. Rosamari que había comprado en Oaxaca. iTan tro al ladrón, le pego un tiro para es todavía una chiquita. mi herfríos que Maristela siempre traía los Ud. Gil. Ande, despabílese.
mana, añadió, en soidina.
pies!
Gil la miró detenidamente. Rosa Gil contemplaba unos momentos la Ya la puerta de la casa se abría. mari viajaba bajo el mandato de su cara amada, acariciando con su mira.
Las voces animadas lo aclamaron. madre. Gll noto con desdéu que traía da larga la perfección de forma de su Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica