REPERTORIO AMERICANO 377 El Juicio Juicio Final. de Genta Por Lorenzo VIVES (En Rep. Amer. atómica, expresa. Es la imponente Urbe, la que domina un Orbe, donde todo es la máquina, donde nadie es el Hombre. Y, he aquí los caracteres de la vida falsa actual. Política sin ética, riqueza sin trabajo, placeres sin amor, familia sin hermanos, cultura sin espíritu, ciencia sin fondo humano, religión sin martirio, vida sin entusiasmo. cuando el sátiro todopoderoso pregunta a Iridio quién gobierna al mundo, éste.
hijo de la luz, le responde: Brixench LA RAZON, excelencia.
Edgardo Ubaldo Genta Por Edmundo Prati (1952) Para que la hora llegue, es necesario, según el profeta y el autor del libro, que impere la religión del dios Superestado.
Hay pasajes que nos recuerdan a Dario, el del Coloquio de los Centauros. Por ejemplo. Ni morir es el fin, ni nacer el principio Pero la clave máxima, pasmosa del prodigio sólo dos genios guardan. Vanadio y yo. Filpio. el hombre de ciencia, otra vez insiste: Ya lo del Padre pasó, y lo del Hijo agoniza para dar paso al reino del Verbo. Los tres continentes se aprestaron para la epopeya respectiva. Asia, donó paisaje y cielo a la primera Manifestación Divina; Europa, donó su sangre en las luchas por la im.
posición de la segunda Manifestación; América, está lista para recibir la tercera, que es la entrega amorosa del Verbo.
Ved, si no, los cantos anhelosos de amor de sus hijos, hechos poetas. Los Atlantes quedáronse en los abismos para que los pregoneros de la paz lleven a término su cometido. Cuando la hora hubo sonado, las columnas que indicaban el no más allá. cayéronse para que el paso fuera libre y el hombre alcanzara la nueva tierra de promisión. Ya preparada, lista está, pues, para recibir la postrer donación Divina. Las espadas apocalípticas salieron de aquí y en su propio terreno, vencieron al instigador de los Cuatro Jinetes. En el presente, las Cuatro Bestias amenazan al mundo, mas son las legiones de América que las detienen, en tono de alerta, por si hay que matarlas para siempre.
La Razón, halló aquí, ambiente propicio y, lentamente, prepara la égida del Gran Reinado en el que el hombre hallará la paz y el derecho. Hasta los contrincantes en las cosas de la religión, muéstranse más humanos, más comprensibles, más hermanos. La absorción de las nacionalidades por la verdadera nación, es aquí que camina por rutas trilladas tiempo ha: que no fueron vanos los intentos de humanización de los proceres de todo su término. si unos se lanzaron en pro de la libertad, los otros sintiéronse tocados de la gracia del Verbo, y en cantos excelsos expresaron sus ansias de dominio espiritual, y así, como recogiendo el hálito celeste, cantan los del norte, y repiten los del centro y esplenden los del sur. Walt Whitmann le habla a Darío y éste a todos los de acá y los de allá. no fué el más precioso preludio el de Inés de la Cruz? el canto interior sigue y sigue; pero aumentado en cantidad e intensidad. Que los cantores son conscientes del papel de América en el mundo, y no paran en sus ansias de loarla.
Hoy, hemos de dedicar nuestro amoroso refugio a un aristócrata poeta del Uruguay.
Desde allá, ensalza las glorias pretéritas y futuras del continente. no las humanas, sino las telúricas, ya que estas conforman las otras. La fisonomía ambiental es propia, y propios han de ser los productos del connubio de lo ecológico y lo biológico. Así, los héroes son hijos de la unión de ambos elementos poderosos. Así lo comprende nuestro magnífico poeta que acaba de honrarnos, al tomar motivos universales en los que ambos formadores juegan papel preponderante. Edgardo Ubaldo Genta, nació poeta, y su pupila, al recibir los primeros efluvios de luz, sintió la presencia de lo bello en la vida y, estorbándole la palabra fácil y la expresión casera, abrió oídos internos al léxico del alma, y logró formar el lenguaje que requiere la belleza cuando de manifestarse se trata. El magnífico poema que ahora nos ocupa es el Juicio Final.
Genta, exige para marco de la epopeya, el paisaje americano. Sus volcanes que parece que quieren escupir al cielo, son ele. Es la Razón mi dios, máximo, único.
mento muy adecuado para dar óptima visión al lector. Las ciudades del altiplano sureño, escondidas en los abruptos recodos de los Andes, adecuados escenarios para acciones secundarias, y la indole del significado espacial y temporal de América, muy a propósito al epílogo que el autor, en un arranque de bondad, pone al drama.
Sus versos, valientes y exactos, son felices expresiones de la voluntad del autor del Apocalipsis, y la del poeta uruguayo.
Decimos exactos, porque manifiestan con espontaneidad la trama de la obra. Sólo un gran poeta puede lograr con felicidad el fin propuesto al enfocar una epopeya de la envergadura de la soslayada por el teólogo de Patmos. Genta consigue su objeto fácil y plenamente. no es que desde el principio él supiera las peripecias de la jornada, pues al comienzo bien lo dice. Rieron los profetas de mi razonamiento fruto de la ignorancia, la duda, el desencanto.
Escribe me dijeron y sabrás del portento con el andar del canto.
El infernal todopoderoso, machaca con su estialidad, oponiendo. Dos escalas opuestas logran el Absoluto: la Visio demoníaca. el infernal conjuro, y el éxtasis.
El amor ha de ser agente directo de la vida, pues. Donde falta el Amor, parece que la Vida con ansiedad de un Génesis desesperada grita América era informe, desolada y vacía. otra vez su oportuno pintar. Todos los astros que fulgen son las divinas ideas.
El paisaje americano lo circunda todo: Las figuras son, casi siempre, precisas imágenes de la realidad.
Refiriéndose al volcán Cotopaxi, testigo de la acción, dice. Suspendido en el borde del infinito cauce donde la eternidad rueda con el instante hacia el abismo hipnótico, vertical. insondable, un pueblo de hombres puros de incásico linaje por la vistosa trama de piedras, surcos y árboles, semeja un indio poncho, que baja con donaire desde los hombros gélidos tallados en diamante a las inverosimiles cinturas de los valles. Mira Arcángel Miguel, mira!
Es la boca del infierno!
Es la más profunda sima del señor de los volcanes de la América.
La ley de la Justicia Eterna enmiarcada en la Eternidad, sale a dar señal de vida cuando Elías le dice a Satán: Al referirse a la nueva Babilonia, ciudad de acero y cemento, génesis de la Yo no puedo morir nunca: soy el Libro y el Escudo de la Ley. Concluye en la pág. 381. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica