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344 REPERTORIO AMERICANO La vida de Grecia (Envío del autor, en Bogotá.
Diciembre de 1948. rak En uno de esos primorosos comentarios, tan amenos como eruditos, que con frecuencia escribe para El Tiempo, don Luis de Zulueta, estampó este concepto, a manera de síntesis. La naturaleza y la historia son las dos fuentes de la cultura. Me han hecho meditar un poco las palabras citadas; y como acabo de leer La Vida de Grecia, enorme ensayo, objetivo y profundo de Will Durant, acerca del nacimiento, del apogeo y de la decadencia de la vida de la cultura de la Hélada, me siento inclinado a disentir del concepto que entrañan las palabras del señor Zulueta. Quiso expresar nuestro ilustre amigo, auténtico árcade, que en la naturaleza, es decir en el medio que circunda al hombre y en los libros de historia (la historia no existe mientras no se escribe)
encuéntranse las fuentes de la cultura?
Al penetrar, mediante la antena poderosa del historiador Durant, en el desenvolvimiento de la cultura griega, me parece que antes que a la naturaleza es preciso nombrar a la belleza. Floreció desde Creta, cuna de la civilización helénica, la poesía primero que la prosa. Pasaron muchos años antes de que aparecieran los prosistas. Durante un milenio, Homeru, es decir, los rapsodas que surgieron al influjo del que llamó divino archipiélago un enamorado del milagro griego, crearon en un idioma armonioso, los mitos y los dioses del Olimpo, imaginado con la más extraordinaria imaginación de hombres conocida, que registra la historia de las religiones universales. Por los caminos de la poesía y de todas las manifestaciones de la belleza el griego asciende a la cima de su cultura. Mil años antes de que Atenas se nombre, en Creta los pintores se esmeran en dibujar en los muros de palacios y moradas, figuras plácidas, de graciosa plasticidad, ornadas de flores. Las costumbres eran todavia bárbaras en muchos aspectos. El instinto de la belleza las moderaba. En su ascensión hacia la superior cultura, los artistas helénicos, pintores y escultores no trasladaron al estucado, o al mármol, la fealdad. En la decadencia helenística, en Esmirna, ciudad más asiática que griega, quizá un escultor médico, esculpió la estatua de las deformaciones anatómicas. El ateniense excusaba todas las faltas menos las contra la belleza. Alcibíades le perdonaban sus extravagancias, porque era reputado el más hermoso de los atenienses. También era el más valiente y de inteligencia más ágil entre los amigos de Sócrates.
Mientras la civilización egea conservó las proporciones armoniosas que le dieron sus poetas y sus artistas, perfeccionadas por sus filósofos, desde sus olivares y viñedos hasta los mármoles de Paros florecieron en belleza. Lo más hermoso de la cultura de la Hélada, en la armonía que hermana a la libertad con la cultura. La libertad no nació enferma de anarquía, ni la belleza, en su juventud, pudo adivinar las torturas a que la sometería el hombre en tiempos de cansancio y de decadencia como los presentes.
El sabio historiador norteamericano, parsimonioso en sus juicios pero seguro de ellos, nos conduce desde los siglos homéricos hasta la conquista de Atenas por Roma, mostrándonos con lucidez admirable el devenir de la Hélada, para los poetas divina, para los historiadores simplemente humana. En esas mil páginas de la obra de Will Durant, traducida con innegable esmero, en cuanto se advierte en su castizo estilo, por don Luis Tobío y publicada en deleitable edición por Editorial Suramericana de Buenos Aires, desfilan los pueblos y los hombres que crearon la más marapíritu interesado en la vida de la especie humana, es siempre interesante, aunque todo tenga la misma triste historia. Está visto. No existirá civilización que perdure eternamente. Todo nace, crece, y llega a su plenitud para descender al abismo de la muerte. Porque las desgracias de los hombres, a semejanza de las olas de que habló un poeta griego, las unas se bunden mientras las otras vencedoras se alzan.
En el espejo de Grecia deberían estarse mirando todas las naciones. Hace tres mil años los pueblos experimentaron las cosas que ahora ensayan en grande escala. La Hélade conoció a los demagogos que le prometían al pueblo todas las bienandanzas en cambio del voto. Tuvo sus oligarcas ensoberbecidos, quienes de acuerdo con la religión tiranizaron a las multitudes. Sócrates le hicieron apurar la cicuta en bolocausto a dioses en que bien pocos creían. El comunismo hizo sus ensayos dentro de la civilización helénica. La plebe, también hace miles de años incendió los olivares del Atica y derribó las estatuas de las avenidas de la ciudad olímpica.
Aristóteles Pero una civilización y una cultura como las griegas, como la romana, la francesa y la villosa cultura de que tenga memoria la hu española en los tiempos modernos, nacen, vimanidad. En el apogeo de su avance hacia una ven por siglos, rinden su magnífico esplendor civilización armónica, en que el auge de la ri y se van lentamente. extinguiendo. No debequeza y del poder marchaban parejos con los mos, quizá, sentir extrañeza ante el desmomás puros ideales, la industria ateniense, refle ronamiento de la fuerza vital de las virtujo particularmente de una concepción de be des creadoras de un pueblo y de una raza, que lleza artística, convertía en estatuas las cante en mucho han contribuído a la grandeza de ras del Pentélico y la alfarería del cerámico la especie humana. Cuando la demagogia inmodelaba y ornamentaba los vasos que en los vadió en Atenas las plazas, y las turbas incenmuseos nos muestra resucitada la cultura de la diaban olivares y moradas, la libertad empeHélada. Los caballos que hizo surgir del blo zó a palidecer. Cuando Aristófanes, juglar anque marmorea el escoplo de los artistas grie ticipado de la decadencia ateniense, atacaba gos están demostrándonos, en rotas metopas, con expresiones de mal gusto a Sócrates, en que fué aquélla la era en que el ojo humano alguna de sus vulgares comedias, ya se preadquirió la mayor claridad imaginable.
sentía el eclipse de la gran cultura griega. Del Pero la Hélade había sido hasta el adve mismo modo cuando el arte toma los extranimiento de Filipo de Macedonia un pueblo viados caminos de la extravagancia y las forde agricultores. El aumento de la población, mas de la belleza son torturadas con sevicia los injertos de las costumbres asiáticas en la verdaderamente insana, los jugos letales de la ética helénica, sustituyeron las actividades agri muerte han invadido la sangre de las naciones colas y pastoriles, por las luchas de la riqueza mantenedoras de la cultura, y su derrumbamueble.
miento está cercano.
Las fortunas se hacían y deshacían con in La civilización no se muere nos dice solita rapidez y se desarrollaban con pródiga el optimista historiador norteamericano siostentación en forma que hubiera escandali no que emigra. Cambia de morada y de vestizado a la Atenas de Pericles. Los nuevos ri do, pero sigue viviendo.
cos (los griegos los llamaban neoplutoi. Los dioses inmortales sabrán lo que restará construyeron moradas de un lujo desorbitado, de la cultura después de la era atómica.
engalanaron a sus mujeres con costosos trajes y ricas joyas, se rodeaban de numerosa serMax GRILLO.
vidumbre y tenían como norma obsequiar a sus huéspedes con manjares y bebidas de gran precio.
La guerra del Peloponeso (siempre la guetra. precursora de las decadencias de una civilización, proparó el eclipse de la griega. Han pasado dos mil años y aquel pueblo, elevado a la cima de la cultura antigua por el culto de la razón y de la belleza, destrozado hoy por la guerra civil, perdió toda la fuerza creadora y es una ruina entre la erosión de sus colinas y los exiguos hilos de agua de sus ríos divinos, que viven vida inexahusta en los cantos de sus poetas.
Repasar las páginas de la historia de Grecia, escrita con criterio objetivo e intuitivo por Will Durant, si no es consolador para un esSócrates Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica