REPERTORIO AMERICANO 361 Admonición a los impertinentes (En la Revista de América.
Bogotá, febrero de 1945. Como yo soy el Solitario, como yo soy el Taciturno, dejadme solo.
Sin queja. Más mudo que Beethoven sordo.
Sin laude. Más zurdo que Cervantes manco.
Sin pathos. Más seco que no Falstaff gordo.
Solitario. Adusto. Voy único a bordo.
Espíritu en negro. Corazón en blanco.
Como yo soy el Hosco, el Arbitrario, como soy el Lucífugo, el Nocturno, dajadme solo.
Mi sandalia (o mi abarca o mi coturno)
no la piséis, tumulto tumultuario, dajadme solo.
Dejadme esquivo. Soy notas arranco de mi clavecino. Soy fábulas bordo sobre en cañamazo de mi pentacordo.
Soy facecias urdo. Por dentro me estanco.
Dejadme señero: jamás me desbordo.
Judeo, quechua, orangutánida, ario, como soy de la estirpe de Saturno, dajadme solo.
Como yo soy el Solitario, como yo soy el Taciturno, como yo soy el Hosco, el Arbitrario, como soy el Lucífugo, el Nocturno: dejadme solo.
Decanto en mi rincón mínimo canto, silencioso; alquimista soy señero, juglar oculto, absconto fabulante.
Dejadme solo.
Buen catador (soto mísero manto)
Buen tañedor (sin Amati o Guarnero)
Alto cantor (aunque bajo cantante. Dejadme solo.
Como soy Leo Estrafalario, como yo soy Sergio Estepario, como ya tengo el Cuervo y el Vulturno de los acerbos choznos del Saturno, dejadme solo.
Dejadme solo. Non quiero compaña.
Dejadme esquivo. Non gusto coree.
Non paventád. Non presumo de Orfeo desasnador de cerril alimaña.
No viene a mí ni voy a la montaña.
Ni vasallo ni César, juez ni reo: Sergio Estepario, estrafalario Leo.
Con mi conel. De mi cruz cirineo.
Rey de burlas, soberbio: cetro o caña pares le son a mi altitud huraña.
Dejadme solo.
León de GREIFF.
Dejadme solo. Non quiero compaña.
Dejadme esquivo. Non gusto coreo.
Non paventad; non presumo de Orfeo desasnador de cerril alimaña.
León de Greiff Dejadme solo soplando mi caña silvestre. Non pétame pueril ronroneo.
Non son adamado. Non son sigisbeo.
Son áspero, másculo. Son rudo, sin plaña.
unionistas, ese algo debe, necesariamente, ser localizado dentro del yo del hombre americano. Y, eliminado que sea, arrancado que sea de las entrañas de ese yo. el eco de esa liberación individual repercutirá colectivamente en todos los ámbitos continentales.
Vivimos, más o menos teóricamente, en un mundo de sistemas. En un mundo en que, para cada problema, viejo o nuevo, se ofrece una solución de conjuntos: doctrinas, planes, convenios, tratados. Yo pretendo vivir en un mundo de hombres. No preconizo la abolición de los sistemas. No condeno, en sí mismos, los tratados, los planes, los convenios, las doctrinas. Pero si considero indispensable el arraigamiento, en cada conciencia, del espíritu de cada una de esas soluciones sistemáticas.
La comprensión profunda, individual, de cada idea, de cada punto de partida. la responsabilización de cada hombre ante el problema de la humanidad.
Las modernas tendencias filosóficas están tratando, ahora, de redescubrir al hombre.
Hubo un momento de la ciencia y de la historia, en que casi se le abandonó del todo. Un momento en que el engranaje de las ideas y la maraña de los sectarismos produjeron un caos en que estuvo a punto de desaparecer el conterido humano de la vida de los pueblos. entonces fué notorio el vacío. Fué entonces palpable el mecanismo, desprovisto de realidad, con que se pretendía explicarlo todo. Yo quiero volver por los fueros del hombre. Esta vez no podemos dejarlo de lado. Esta vez hemos de construir una América unida por el impulso colectivo de todas sus individualidades humanas. Sólo así podremos hacerlo. conste que no me refiero al hombre pro fausto de la vida del continente, detentaron videncial. No pretendo resucitar la dormida poder, tuvieron indignos de ello mando teoría de los grandes factores humanos de la sobre otros hombres y dejaron su huella sanhistoria. No quiero exaltar valores determina grienta y dolorosamente impresa sobre nuesdos en el pasado, ni proyectar hacia el futuro tro suelo. pensemos, horrorizados, en que a un hombre continente. forjador supremo algunos de ellos hablaron, más o menos hipóde nuestra unidad. no lo hago, por dos ra critamente, también de unidad continental, de zones fundamentales: porque no creo posible fusión de pueblos, de armonía de naciones. su existencia y su superposición a todos los veremos como ese recuerdo de traición y engademás factores sociales y ambientales y porque ño para América se alza como una barrera en el hablar así, en abstracto, de un solo hombre, el camino de la verdadera unión. Cómo esos daría lugar a unos cuantos ignorantes para rehombres han hecho difícil, con su paso por el conocer su imagen prepotente en la figura des mundo, la mutua comprensión de los demás.
teñida de cualquier caudillo local. Hablo del Por eso, al tiempo que inoculamos en el homhombre y de todos los hombres. De mi propia bre americano la ansiedad bendita de nuestra conciencia y la de mi vecino. Del ritmo psico gran armonía, debemos extirpar de su memológico del Presidente Truman o del Presidente ria la imagen de todo lo que, en el pasado, Perón tanto como del palpitar del corazón del sirvió para matar sus más nobles aspiraciones.
último barrendero de Washington o de Buenos Si no lográramos esto último, sería estéril to Aires. Pero no podemos desdeñar a ninguno do nuestro esfuerzo ante lo negativo de sus pade ellos aun cuando no construyamos exclu sadas impresiones. Más que sobre el pedestal sivamente sobre sus propios hombros. La uni de los grandes valores americanos o, al menos dad de América debe ser sembrada, con inquie tanto como sobre él, hemos de construir sobre tud suprema, en el alma de cada uno de los las ruinas, provocadas por nosotros mismos, pobladores del Continente.
de toda la ignominia que los tiranos han voY, para ello, desgraciadamente, es casi tan mitado sobre nuestro continente.
to lo que hay que forjar como lo que hay Y, ahora sí. Volvamos los ojos, ojos ya que destrozar. Por ahora, no pensemos en Bo limpios de la sangre y el lodo, hacia nuestros lívar ni en San Martín, libertadores y orga venerados patricios. Recojamos sus palabras, nizadores. Olvidemos momentáneamente a envilecidas por los que las repitieron para enWashington y a Lincoln, creadores de una con gañar a los pueblos. Alcemos del polvo sus ciencia democrática. No tratemos de recordar sagrados restos, pisoteados por los que transia Juárez ni a Martí. Todo esto tiende a com taron salvajemente sobre ellos. Todavía oímos pactarnos y a proyectarnos hacia un futuro al gran inválido de la Casa Blanca hablar de común. No. Recordemos, sin que sus nom cuatro libertades. Es muy fresca la resonanbres merezcan mención particularizada, a to cia de sus viriles palabras. Tomemos una frados aquellos hombres que, en un momento in se, al azar:. libres de temor. Sí. Libremos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica