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328 REPERTORIO AMERICANO El Mahatma Gandhi LAW Epílogo ghandiano Por Juan MARIN (En el Rep. Amer. dieciocho meses de distancia del espantoso crimen que estremeció la conciencia de toda la Humanidad y desgarró en pedazos el generoso corazón de India, la voz de la Justicia ha dejado oír su última palabra, pronunciando la condena del asesino del Mahatma Gandhi y la de sus complices en el siniestro asesinato. Largo ha sido el proceso y exhaustivo el mecanismo judicial puesto en juego por las instituciones de este país democrático que es la India de hoy, independiente y liberada de extranjero yugo. Se ha querido evitar que la menor sombra de pasión, de sectarismo, de venganza o de espíritu de partido vengan a ensombrecer un juicio de la importancia histórica de este. Limpias han sido mantenidas las aguas de la Justicia. Serenas y puras las páginas del proceso, como las cumbres nevadas ciel Himalaya que los jueces contemplan desde sus ventanas, allá en la lejana y elevada Simla, sede del Supremo Tribunal. Se ha dado al culpable y a sus cómplices todas las garantías que un ciudadano ejemplar tendría en cualquier país democrático del mundo en el ejercicio de sus planes y normales derechos. En muchas partes del globo ni se sospecha acaso que el hombre que segó la vida del Padre de la Independencia de la India esté todavía vivo.
Pues lo está, y tanto que ha alegado personalmente su caso. No para invocar excusas o para aminorar su culpa o para mover a piedad a sus jueces, sino exclusivamente para hacer tecaer sobre sí toda la responsabilidad y toda la pena. Ha mostrado hombría, entereza y hasta dignidad, si dignidad puede hallarse en quien cometió acción tan cruenta y vil. El acusador público ha tratado de probar, desde el principio, la existencia de una conspiración para matar a Gandhi. El asesino, Mathuram Godsé, ha puesto todo su empeño y su elocuencia en demostrar que su crimen fué cosa individual, serenamente meditada y patrióticaniente inspirada. ha llevado su generosidad, con respecto a sus cómplices, hasta el extremo de pedir que se le sumen las penas, sugiriendo que la pena capital de la borca se cumpla en ba ser cese del fratricida degüello comunal a que India se había entregado, en medio de una espantosa orgía de sangre, se deben al impacto formidable que el asesinato del Mahatma produjo en las almas de este sub continente. Fué uno de esos shocks saludables que la Medicira suele emplear para curar trastornos gravísinos, la descarga eléctrica con que se alivia hoy la locura. La sedienta y sanguinaria Kali fué apaciguada. El sacrificio ofrecido en el gran altar de la nación fué máximo, precioso y propicio. No significa esto que los móviles del asesino de sus complices hayan sido terapéuticos en ese sentido. No. Tampoco Herodes y Pilatos pensaron dar vida al Cristianismo y derribar a los dioses paganos de sus templos cuando sentenciaron a Cristo a la cruz.
Nathuram Godsé y su puñado de fanáticos del Partido Hindu Mahassabha. creyeron sinceramente y aún lo creen que la politica de Gandhi (quien en esos días ayunaba en favor de las minorías musulmanas de India) era un obstáculo para el desarrollo de una India cohesionada y fiel a sus tradiciones, químicamente pura en su hinduismo, cien por ciento brahmánica, libre de heterodoxias y contaminaciones religiosas extrañas. por eso condenaron a muerte al apóstol. El que su acto brutal haya dado frutos de paz y virtud, que el lago de sangre se haya florecido de espigas, cosa es que no estuvo jamás en sus pianes. Pero, no por eso el hecho es menos real. en cuanto a Gandhi, para que se cumpliera la trayectoria de su santidad y deificación, el crimen era necesario y más que necesario, indispensable. Aquella frágil estructura de huesos y piel, aquella anciana anatomía con algo de infantil y de terriblemente sabio a un mismo tiempo que vimos en las calles de Calcuta, pocos meses antes de su muerte, necesitademolida por el duro metal asesino para que su alma grande y pura, impregnada de las más profundas enseñanzas del Gita, de la Bi.
blia y de los Sutras, se liberara de sus corpóreas envolturas. El último avatar divino encarnado en Asia, el heredero de Krishna, Rama y de Gautama Budha, terminó de ese modo, armoniosa y dignamente, su misión.
La deificación de Gandhi es un proceso que nadie puede detener. El santo ya tiene un sitio en los altares. Sus sentencias y las frases de sus escritos, son citadas cada día y a cada inomento por los hombres que mueven el pensamiento y la política de India. Se planean Memoriales al Mahatma en diversas partes del mundo. El grupo de los Gandhi Followers. Discípulos o Seguidores de Gandhi) abarca una masa compacta que incluye lo mejor que tiene India, desde sus más altas autoridades hacia abajo. Se acaba de proponer, hace poco, que la cronología de India se base en la vida del Mahatma, creándose la lamada Era Gandhiana por la cual regiría su calendario histórico la India Moderna.
Un gran destino se ha cumplido con la muerte trágica de Gandhi y Nathuram Gadsé po ha jugado allí otro papel que el mismo triste rol que las potencias estelares asignaron Judas Iscariote en la muerte del Nazareno: el de una ciega fuerza desencadenada. El Anank destructor movió su brazo, el oscuro Calibán ensombreció su cerebro. esta realidad profunda y trascendente, el pueblo de India parece sentirla y entenderla. Si el derecho de piedad se ejerciera sobre el criminal conmutando su sentencia de muerte, la opinión pública no recibiría tal vez con desagrado o con protestas la noticia, pues en los planos más él después de 20 o 30 años de trabajos forzados o de confinamiento solitario.
El Tribunal Supremo ha confirmado casi todas las penas señaladas por la primera instancia, ha reducido algunas, ha recomendado clemencia para uno de los acusados (el hermano menor del hechor) y ha, finalmente, absuelto de todo cargo por falta de pruebas suficientes a dos hombres condenados por el primer tribunal a prisión perpetua. Si el derecho de conmutación de la pena de muerte, cjercido por más alta autoridad (el Rey de Inglaterra mediante su representante directo el Gobernador General de India) no se ejerce en su favor, Godsé y su más cercano complice Apte (Editor y Manager respectivamente del diario extremista Astrali, que ambos editaban en Bombay. subirán el tabladillo de la horca dentro de pocos días. Seguramente, si el Mahat ma viviera, él estaría ahora ejerciendo el derecho de súplica en favor de su victimario: con su báculo de caminante y vistiendo su sencillo dothi de lino blanco, él habría subido ya las gradas del Palacio del Gobernador General, implorando piedad para su verdugo. El hecho tremendo de que el apóstol de la no violencia haya muerto de muerte violenta, es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo, de los grandes fracasos sintomáticos de nuestra civilización. El 30 de enero de 1948, en la fecha misma del crimen, escribimos desde El Cairo, una nota titulada Apoteosis de Gandhi, qué fué ampliamente publicada y reproducida en una veintena de periódicos de Hispano América y que motivó una fraternal réplica de Alberto Rembao en un Editorial de su Nueva Democracia de New York, acerca de muestras reservas a la no violencia integral, Decíamos en esa nota que la muerte de Gandhi era o había sido una cosa necesaria para que se cumpliera el martirologio del gran san, to de la India moderna. Asignábamos a la vida de Gandhi un determinismo histórico místico. los hechos nos han dado la razón: gran parte de la tranquilidad que hoy reina en India, la concordia, la tolerancia religiosa y el uno Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica