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REPERTORIO AMERICANO 61 mejora personal. Nos hemos internacionalizado; pero hemos perdido la individualidad.
Este colapso de la persona y del sentido de su responsabilidad; este desalojamiento de lo individual por lo colectivo; esta absorbente y desquiciadora vida exterior, explica las quiebras del espíritu contemporáneo.
Las revoluciones que cerraron el siglo XVIII y abrieron el XIX, tuvieron por fin, la libertad individual. Su declaración y amparo, fulguran en la Constitución de los Estados Unidos y en la Declaración de los Derechos del Hombre, fuentes del derecho político moderno; y su viTo anhelo, destácase en la emancipación americana. La independencia de los pueblos, no era sino la visión conjunta de la libertad individual. Pocas canciones lo expresarán mejor, que nuestro himno, con su ardoroso grito: Somos libres; seámoslo siempre.
Entre la soberanía nacional y la individual, mediaron sustanciales semejanzas: los derechos nacionales, eran en buena parte, los derechos individuales, engrandecidos. Los unos y los otros, debían ser intangibles, como verdaderas soberanías.
Pero en aquella adaptación, nadie reparó en la correspondencia entre el derecho del hombre a la vida, y el de la democracia a subsistir. Cómo iban a preverlo, entre el unánime entusiasmo por la democracia? No era dable imaginar, que los peligros vendrían del abuso de los derechos individuales de asociación, reunión, libertad de opinar, facultad de elegir y ser elegido, derechos aclamados entonces como bases eternas de la vida política.
Mas, hoy el problema constitucional, está en garantizar a las democracias el derecho a vivir. Es absurdo que al amparo de la bandera de la patria, se le niegue, se le espíe, se le arruinc, se le entregue.
El ideal del ciudadano, era tener juicio propio y acción propia; su dignidad, ser libre.
De tan sublime exaltación, habría de arrojarnos el totalitarismo, hacia el hombre automata, sin libertad.
El comunismo, por esencia materialista y despótico, reduce la vida a un problema de estómago; y en los tiempos que corren, no son pocos los que trocarían su libertad por una vida material fácil y cómoda, en que fuera la sociedad, anchurosa y bien provista ganadería. Otros, en belicosa histeria, sueñan con ser moléculas de un enorme martillo.
Cuando descubrió Galileo el isocronismo del péndulo, en el vaivén de una lámpara de la famosa catedral de Pisa, nos legó también la más perfecta imagen de una de las leyes de la bistoria. Se va de un extremo al otro, en la humana lámpara, jamás en reposo: de la anarquía al despotismo; de la paz a la guerra; del hombre libre, al que nacido libre, busca un amo.
Reclutan secuaces los totalitarios, entre los fracasados de todas las tareas de la vida y los precoces ambiciosos. Se usa con ellos, la ley sicológica de la sustitución del objeto de una tendencia pasional; y a los fracasados, estudiantes, obreros, profesionales, soldados, se les dice: tu orgullo insatisfecho, puedes colmarlo haciéndote agitador. Ni estudies, ni te esfuerces en los honrados campos de la vida; la política te hará más poderoso que los que te ganaban en el trabajo y podrás llegar a dominarlos, amenazarlos y humillarlos: sé agitador.
Para que el hombre obedezca ciegamente, se le arranca su personalidad y se le aplasta con el mito del partido, con su imperio absoluto; y para afincarlo más, se levanta a verdadera idolatría, al jefe que lo personifica. Los técnicos sicológicos, lo decoran con los títulos más pomposos; porque es conveniente que aparezca ante el partidario, un desacato, tamizar las órdenes del super hombre.
Siempre se exterioriza la admiración dando al símbolo los rasgos con que imaginamos las cosas o los hombres; la bandera revolucionaria, tenía que ser roja, porque la revolución es sangre. Igualmente, la superioridad semi divina del caudillo, destellante en sus apoteósicas presentaciones, se ostenta en los desfiles, en los gigantescos retratos donde aparecen con los ojos dominadores y las testas de coloso, para que de esta suerte, sublimados, queden en la fantasía de sus admiradores.
El jefe no aperece nunca con sencillez. No es Roosevelt, platicando familiarmente desde la ventanilla del vagón presidencial; ni Truman, recibido sin escoltas partidarias y gritos sincronizados, servidumbre de la emoción. Pero acaso nosotros nos hemos librado del maléfico influjo de esa teatralidad totalitaria?
Nobles tiempos aquellos en que Cáceres, sin otra guardia que la del cariño, hablaba a sus heroicos compañeros de la Breña, en el patio de su modesta residencia en San Ildefonso; en que Piérola, sin aparato alguno, arengaba desde los antepechos de la vieja casa del Milagro, al pueblo entusiasmado; o en que Candamo, con su natural señorío, alentaba a los suyos, desde el balcón frontero a la Coca.
Se está perdiendo la modestia, que vale mucho, como signo de sinceridad democrática, como manera de una sociedad política, en que los hombres se declaran iguales y se llaman hermanos. estos ciegos sometimientos, ha de atribuirse el repugnante desarrollo del espionaje, y la sumisión a órdenes extranjeras, para arruinar la economía de la patria, en pos de un éxito totalitario. La traición ha dejado de ser crimen aislado: los espías son enjambres, y los agitadores, bandas disciplinadas.
Es en la primera de las democracias en que se continúa descubriendo espías, todos tan cultos, que se escurrieron en el Departamento de Estado.
Queda patente así, que una cosa es la cultura y otra la moralidad; y que sin ésta, la cultura es uno de los poderes tenebrosos de la sociedad contemporánea.
Cultura sin moralidad, tienen los demagogos, los especuladores, los caballeros de industria, los defraudadores, los espías y demás traidores a la patria. Presuponen estos delitos, cierto grado de instrucción; duele escribirlo: son los crímenes de la cultura.
Claudio Bernard, el célebre fisiólogo, descibe cómo los órganos más sensibles del cuerpo humano, son el corazón y el cerebro y con qué sorprendente instantaneidad influye el uno sobre el otro. El choque nervioso de la emoción, primero disminuye y enseguida acelera la emisión de la sangre arterial; por esto, el rostro palidece, para congestionarse después. La suspensión momentánea del flujo arterial, detiene en el acto la función del cerebro: es el síncope, que paraliza la inteligencia. quién no ha notado que la alegría avi.
va el movimiento circulatorio y la meditación, con su mansedumbre, suaviza los latidos del corazón? La idea y el sentimiento se influencian hasta en los reflejos fisiológicos; y esta unión, que en lo moral es íntima, quiso negarse, intentándose una sociedad sin Dios y sin noral, que fuese por materialista, la negación del cristianismo.
El oprobioso espectáculo totalitario ha hecho reaccionar a todos los ingenios de buena fe; y ya no sólo es la Iglesia, ni los educadores, los que claman por la restauración moral, sino novelistas y filósofos, y los estadistas de Occidente, que confiesan que sin ella, no habrá pan, ni libertad, ni paz.
La crisis está en las conciencias: en la pérdida de la individualidad, en un vivir sólo en lo externo y lo colectivo. El yo, que vaga siempre fuera de sí, no es un yo creador, sino un fantasma.
Los hombres no quieren comenzar la reforma de la gran república del mundo, por aquella pequeña república del propio corazón.
Sentados a las puertas de sus casas, aguardan un bien que venga de fuera, laborado y trai do por otros, no para gozarlo como meritisimros autores y generosos dueños, sino como felices y glotones convidados.
Lima, a de setiembre de 1948.
EI Buchi (En el Rep. Amer. Es un cuento indígena. El Indio Nicasio Montes, apodado por sus dantemente por caudalosos ríos como El Tacongéneres el Buchi. estaba ese día sentado, basará, El Dupí y Camarones que, en la época desde hacía rato, al frente de la puerta de su del invierno, constituyen, por sus crecientes rústica choza, ubicada en las abruptas serranías enormes, insalvables obstáculos y graves pelide Cerro Iglesia, y esperaba impaciente el re gros para las vidas y propiedades de los moragreso de su mujer Eduviges Rodríguez quien, dores indígenas de esa rica y apartada región como de costumbre, se había ido, desde por la del Istmo, quienes aprovechan la estación seca mañana, a la quebrada a lavar la ropa de su fa del verano para bajar de sus pródigas montamilia; la expresión adusta y actitud meditati ñas, en grandes romerías, trayendo consigo pava de Nicasio, demostraban que algo insólito ra vender variadas especies de animales y un había ocurrido y le preocupaba hondamente, sinnúmero de curiosos artículos, elaborados por pues él, por temperamento, era siempre apacible ellos mismos, tales como tinajas, ollas y cay sufrido y, además, muy de su rancho y ape zuelas de barro, chácaras de pita, canastos de gado a los suyos, sobre todo a su compañera bejuco, hamacas y fajas de hilos de vistosos coEduviges, india esta fuerte, hermosa, trabaja lores y muchas otras cosas más, que ponen de dora y quien, desde hacía mucho tiempo, con manifiesto su laboriosidad y cualidades indusvivía con él y le ayudaba diligentemente en las triosas.
duras labores anuales del desmonte, la quema, Nicasio y Eduviges se habían unido marila siembra y recolección de los escasos produc talmente siendo muy jóvenes y, hasta hacia potos agrícolas que ellos sembraban y cosechaban co, vivían conformes y felices, dedicados de en sus fértiles tierras montañosas, regadas abun lleno a sus arduos trabajos de agricultura y al Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica