REPERTORIO AMERICANO 11 Son poemas el bronce de tu silencio escultural en tu forma a martillazos golpeado, de Edmundo de CHASCA es monumento de tu pena ancestral.
Siempre ha sido el silencio tu apellido: cuando pisaron forasteros tu umbral APENDICE LAS BIENAVENTURANZAS ruido; Benditos los que fallaron su misión: las semillas en la tierra ahogadas, soñando el sueño de imposible fruición; Hermano negro, bienaventurado, tu risa de purísima blancura es el sol por tus poros tamizado ya habían hecho otras castas su miraron sólo las constelaciones, cuyos giros ya habías medido, el susurro de vidas malparadas llenando el ámbito con su pudo ser. las grandes pasiones malogradas en flor de tu fértil carne oscura, su rubia miel tu rica voz vibrante, que canta tu alegría o suerte dura, la grandeza de tus generaciones.
Callados el tormento resistieron, guardando su secreto, tus varones; de ingrimo varón y solitaria mujer; el poeta que su canto no articulo; el niño que nunca el día llegó a ver ahora rítmica y palpitante, ahora desesperada, dolorida, coreando el tema alternante enmudecidos araucanos vieron la proeza de tu campeón silente. tus abuelos. de dónde vinieron?
a quien su madre en brazos vacíos meció. Veis el cielo sembrado de estrellas?
Son flores que la tierra no germinó.
tu telúrico gozo de la vida, o al sentir de nuevo tu latigazo, el quejido de una raza vencida.
El peso de un sumido continente acaso guarde la perdida llave del misterioso origen de tu gente. ¿Ois de esferas las canciones bellas?
Son poemas que no se enunciaron. Ciegan de planetas luminosas huellas? ¿hoy? Hundido en tu silencio grave contesta nuestras interrogaciones tu eterno. Quién sabe, señor, quién sabe!
Hermano indio, bienaventurado, Son amores que no se consumaron. Estremece entrañas la plena luna de las no amadas aunque mucho amaron?
Allí tienen sus ensueños blanda cuna. Α Μ Ν La mano que ayer un momento Este y Oeste estrecharon es hoy puño de acero; pero los que bajo tierra yacen se dan la mano para siempre, no se olvidan, no se olvidan, ni de Dunquerque ni de Stalingrado.
Benditos alabados sean, Señor, los que arrastran su carne estropeada en un mundo indiferente a su dolor, ajenos a la alegre risotada del que ileso, vive inconsciente del don supremo de salud sobrada. Qué ha sido de los huérfanos que nacieron del abrazo de los héroes y la muerte?
Muertas están las criaturas que dieron a luz los agónicos partos de la guerra.
Mudo, retraído, vive el doliente: su mueca de silencio retorcido siente lo que calla, calla lo que siente; Mirad al degollador de los inocentes, de todos soberano, de todos, de amigos y enemigos, de culpables e inocentes, dictador de dictadores, de presidentes consejero, traidor de ambos, fiel sólo a su insondable vientre. si sonríe acaso el dolorido, siempre es en clave menor su sonrisa, siempre se confunde con su gemido.
Mientras este monstruo, todo boca englutidora, viva; mientras no le matemos todos a una, seguirá matando cada ensueño que nazca, venza el títere que venza en el tablado; y hasta que un nuevo diluvio que nos ahogue a todos, poblará la tierra esa bastarda prole que germinó su rapto de la virginal razón.
Entre los hombres que andan de prisa, es su travesía lenta aunque segura, a la eternidad que su fe divisa, o a la nada que su razón augura. Bendita en cuerpo endeble el alma fuerte que desafía su malaventura CICLO conquistando la vida y la muerte!
Pero no le niegues, Señor, tu bendición, a quien no es dado superar su suerte. Te he dado un segundo paraíso aunque has perdido tu inocencia.
Las estrellas del árbol de la Ciencia te pertenecen todas, menos una.
Fausto, una vez por amor redimido, otra vez se ha vendido; Pero Adán otra vez desobedeció, y su segundo paraíso perdió.
y Luzbel, desde el foso sulfuroso, con nuevas alas de acero, alevoso, hacia el atómico trono aspirando, el vuelo otra vez está levantando; Benditos los que jóvenes murieron.
No lloréis la flor que no se marchitó, ni que cínicos gusanos no pudrieron. Lo hicimos para salvar vidas, dijo el político. Hicimos los que nos mandaron, dijo el científico.
y una orquesta de locos vomita su cacofonia maldita en la clave de la Aniquilación; ri lloréis la llama que se perpetuo suspendida en su máximo esplendor iluminando las tinieblas que dejó: no lamentéis a los muertos en flor, y el viento venenoso que soplara hasta el alma de las cosas secara. porque estos pretextos han dado: University of Toronto, Toronto, Canadá. 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica