AnarchismMarxism

180 REPERTORIO AMERICANO ANTONIO URBANO EL GREMIO TELEFONO 2157 APARTADO 480 Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica en lante con fines de propaganda política. El pe versos o corridos en que los bardos populariódico no le va en zaga. Con la Aurora de res narraban los sucesos memorables.
Chile, editada por Fray Camilo Henríquez en De acuerdo con don Pedro Pablo Figue1812, en Santiago, se hermanan múltiples pu eroa, la primera librería instalada en Chile fué blicaciones de parecida índole en las demás la de don Santos Tornero, que la abrió en la repúblicas. Le contenían en la nuestra las Car calle de la Aduana de Valparaiso en 1840, a tas Quillotanas, editadas por don Bernardo Ve la cual siguió otra en Santiago fundada por ra y Pintado en 1814, y las Cartas Pehuen él mismo con el nombre de Librería Españoches, obra de don Juan Egaña, en 1819. la. En su libro Reminiscencias de un viejo El almanaque chileno publicado en 1817 editor dice el señor Tornero: Francia e Ines algo más que un folleto: podría incluirse glaterra, especialmente la primera, eran los paíentre los primeros panoramas de la actualidad ses que surtían de libros españoles a Chile; administrativa de entonces.
eran, por lo general, reimpresiones hechas en Si no faltaron los opúsculos políticos ci pequeños volúmenes importados por las casas mentadores de la revolución, escasearon, consignatarias, quienes los vendían a tanto el cambio, los libros de textos para las nacientes volumen, chico o grande (y de éstos venían escuelas e institutos secundarios, cuya labor se pocos. contándose por volumen, los silabarios, dificultó enormemente por tal motivo. Hasta catecismos, novenas, etc. El precio de a muy entrada la tercera década del siglo XIX el reales (3772 a 50 centavos oro) era el colibro todavía es un objeto escaso en esta tie rriente de cada volumen y nadie pagaba más.
rra. Son escasas las personas que pueden dar Esporádicamente, aparecen libros editados el lujo o mantienen la afición de una bibliote en otros países: los del argentino, expatriado ca privada. Entre ellas ocupan sitio honorífico a Chile, don Domingo Faustino Sarmiento, don Juan y su hijo Mariano Egaña, cuyas co por ejemplo, que los hizo editar en los Estados lecciones se encuentran hoy en la Biblioteca Unidos y cuyo consumidor más nutrido fué Nacional de Santiago.
Chile; los de la Biblioteca de Appleton, de Le suplen, la revista, el semanario satíri Nueva York; los de Brockhaus de Leipzig, co y el diario que comienza a convertirse en entre otros. Prensas chilenas, bajo diversos una institución nacional con la fundación de promotores, editan en Valparaiso o en SanEl Mercurio de Valparaiso, el año 1827. Su tiago. Son ellos Julio Belin (Imprenta de Juvida centenaria le coloca a la cabeza de los lio Belin y Cía. que opera en la década del rotativos actuales y constituye algo como el ar40 al 50; Manuel Rivadeneira (4) el que desquetipo de la prensa chilena.
pués pasó a España y dirigió aquella BiblioteEl Diario Político aparecido en 1839, da ca Rivadeneira de Clásicos Españoles que consmargen a que don Juan Nicolás Alvarez atatituyó la principal fuente para su estudio a fique con las armas de la polémica y la crítica nes del pasado siglo y principios del presente; mordaz. El Semanario de Santiago (1842) es Santos Tornero, a quien se encomendo la conla palestra de los jóvenes que encandilan el fección de algunas ediciones oficiales, etc. En fuego de las letras románticas en lo que se ha general, son en los diarios como El Deber y denominado el surgimiento de 1842; Don El Mercurio de Valparaiso, El Ferrocarril y El Francisco de Paula Matta abre nuevo surco a Independiente de Santiago, los que proveen con las ideas en El Siglo (1844) y en las páginas sus cajas de tipos a la edición de libros: ende El Crepúsculo Francisco Bilbao (1844)
contramos en las portadas de muchos, datos echa a volar las campanas de las doctrinas socialistas, con el consiguiente estruendo y esEducación del Pueblo. Lecturas hechas en cándalo de sus beatíficos contemporáneos.
la Unión Liberal de Santiago, por GuillerSin embargo, la obra que se imprimía o se mo Matta. Santiago de Chile. Imprenta El compraba, iba a buscarse generalmente a FranFerrocarril. 1856.
cia. Lastarria publicó allí sas Lecciones de GeoMemoria sobre instrucción Primaria pregrafía Moderna; allí aparecieron los tomos de sentada a la Universidad de Chile, por Julio la Historia Física y Política de Chile por ClauJardel. Santiago. Imprenta El Ferrocarril. dio Gay, en el pie de imprenta de cuyas porta1856.
das se lee: París, Imprenta de Maulde y ReLentamente aparecen los impresores, pero nou, calle Bailleul 9, cerca del Louvre, año no editan sino para el gobierno, los particula1846.
res y a cuenta de éstos. Tales son, por ejemLos libros se expendían en los almacenes plo, la Imprenta El Siglo. la de los Tribude menestras junto con el charqui y el cebo, nales, la Chilena y la Nacional, de donde saen las tiendas de trapos, en las ferreterías o en lieron los Anales de la Universidad de Chile; la calle pública donde se pregonaban a la par la Imprenta de la Librería El Mercurio de los que cualquiera otra mercadería. Famoso fué hermanos Tornero; la Imprenta Gutenberg, en las medianías del siglo el ciego Pedro Puela Imprenta Americana, que dirigió un nortebla que voceaba sus títulos a la par que los americano, el señor La Fetra, la Cervantes que ya encontramos en funciones en 1886, la Barcelona que trabaja desde la última década de ese siglo, la Imprenta Moderna, etc.
Don Roberto Miranda es una honrosísima excepción. Hombre culto, de ideas avanzadas, Corazón y Vasos a la par que comerciante, estableció en la década del 80 su Librería Antigua y Moderna que el público designaba solamente con el CITAS EN EL TEL. 4328.
apellido de su dueño. El inició la venta de libros chilenos al exterior. Relacionándose con el poeta y ministro de Chile en Colombia, don Electrocardiografía José Soffia, envió a Bogotá una serie de Metabolismo Basal obras chilenas que tuvieron allí excelente acoRadioscopía gida; las Poesías de Soffia, las de Matta, la de Blest Gana, la Instituta de José Clemente Facomo estos: bres, el Código Civil ante la Universidad, recopilación de una serie de memorias presentadas a la Facultad, etc.
Estimulado por el éxito estableció después relaciones con Pedro Igón y Cía. libreros de Buenos Aires; con Barreiro y Ramos de Montevideo, etc.
Con motivo de la Exposición realizada en Francia en 1884 don Roberto Miranda envió a París una colección de obras chilenas entre las que figuraban en sitio de honor, las de don José Lastarria.
Puesto en este camino, el señor Miranda inició trabajos de verdadero editor. Gracias a su diligencia circularon en el continente las obras de historiadores chilenos como Barros Arana y Vicuña Mackenna; de publicistas como Valentín Letelier y Zorobabel Rodríguez; de juristas como don Jorge Hunneus y don José Clemente Fabres; de poetas como Matta, Soffia, de la Barra, Blest Gana, etc.
Sus servicios eminentes a la difusión del libro nacional, le mereció del Gobierno del Presidente Balmaceda, el galardón de una comisión oficial para que se trasladase a Europa (abril 1890) e hiciera imprimir allí una edición oficial y completa de los Códigos chilenos, a cuenta y riesgo del editor. Consigo llevó Miranda, además, una serie de libros chilenos que adquirieron, entre otras entidades la Biblioteca del Museo Británico de Londres.
La Casa Garnier Hnos. de París, inicia por aquellos años sus Bibliotecas en castellano destinadas especialmente a los países de América española.
El desarrollo de las compañías de publicidad españolas, a comienzos de este siglo, inunda a Chile como al resto de la América de libros baratos y al alcance de la juventud estudiosa. La Casa Sopena es responsable de los brotes de anarquismo que sufrieron los jóvenes en 1900 y 1910, jóvenes que, evolucionados más tarde, pasaron a ser la generación influyente en la política avanzada de estas dos últimas generaciones. Esa casa editora dió a conocer en América Latina los autores marxistas, a los literatos rusos, franceses, españoles del 900, mientras que la casa Maucci de Barcelona extraía del desconocimiento a una serie de autores de diversos países europeos cuyas obras tradujo al castellano. Después de ellas, España Moderna, Calpe y tantas otras, convirtieron a nuestras librerías en satélites de sus empresas. Igual aconteció con el libro francés editado a 50 francos por Garnier, Bouret, Flammarion, Lemevre, etc.
Los autores nacionales que deseaban imprimir sus obras lo hacían generalmente a cuenta y riesgo propio. Los más afortunados llegaDr. García Carrillo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica