94 REPERTORIO AMERICANO dámele los saludos que le envío del modo más sincero como lo hacían los gentiles hombres con el penacho airoso del sombrero; y tú recibe del amigo el apretón de manos lo mismo que si fuéramos dos amigos hermanos.
Gonzalo DOBLES.
mo los auxilios recibidos por el Liberta.
do, de parte de Petion, el presidente negro de Haití y el poderoso de los ingleses, éste más censurable porque en esa época Inglaterra era aliada de España y jugó aquí coble papel. Si Bolívar no obtiene dichos auxilios no hubiera podido libertar ni a Ve.
nezuela ni a Colombia.
Pero hay que poner ya punto final a estos ligeros comentarios a la defensa de España que se propuso hacer con tan feliz éxito don Salvador de Madariaga, repro.
duciendo ahora lo que este autor dice a la muerte de don Simón Bolívar en San Pe.
dro Alejandrino el 17 de diciembre de 1830. Al lado de aquel inveterado cazador de mujeres, ni una mujer, querida, hermana, sobrina, amiga, ni una para protegerle de los ruidos del cuartel y de los aromas del cuarto de guardia que lo atormentaban día y noche. némesis quizá de una vida que no buscó en las mujeres otra cosa que los placeres que dan al rendirse (Pág. 558, tomo II. es que Bolívar no tuvo hogar, ni esposa ni hijos: no conoció nunca el calor familiar; creció y se educó en ambiente de bohemio, y en el resto de su vida, entre gentes de cuartel y en campañas militares. Fué, sin embargo, profeta, porque antes de morir declaró: El que sirve una revolución ara en el mar. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos, casi imperceptibles de todos colores y razas. esas profecías se han cumplido al pie de la letra en nuestra América Hispana.
Aró en el mar y sembró tiranías y despotismos.
Nuevamente le agradezco su bondad por haberme facilitado el libro de don Salvador de Madariaga, del cual he sacado lecciones muy sabias y datos históricos que yo ignoraba, sobre la revolución americana, Su viejo amigo, Pío BOLANOS.
Costa Rica.
San José de 1952.
Contestación Amigo don Gonzalo, buen amigo Dobles Solórzano, mi compañero: al contestar tu carta, silva hermosa, te brindo el corazón más que el sombrero.
Dos cartas literarias Tu consagrada Musa canta ahora con esa lira dulce e inspirada de tu ritmo triunfal, lleno de honores.
mi bucólica agreste retirada, la que cambió el Estrado de la Curia por la montaña azul, toda belleza, donde se pierde el sueño de la murria, y que voy a pintarte en un soneto, si es que aun puedo ritmar, hacer un verso o la estrofa inspirada de un terceto.
Helo aquí, como a guisa de premio, marco propio del tópico que cuento para corresponder, amigo mío, a una carta de tanto valimiento: Un cuadro rodeado de paisajes se ha escondido hacia el sur del Irazú, donde el sol teje rítmicos encajes que van bordando el nombre de Escazú.
El más bello de todos los parajes.
Sus florestas se visten de tisú, cuando el Cielo se llena de celajes que coloran los pinos y el bambú.
Acuarela de un bosque perfumado, visión agreste de la selva Tica, es un rincón feliz que está encantado.
La serranía dibuja el panorama, romántico jardín de Costa Rica, que San Antonio de Escazú se llama.
Por Gonzalo DOBLES y Alfredo SABORIO (En Rep. Amer. Muy estimado Alfredo Saborío, se esconde el cascabel de la alegría, Licenciado en Derecho, la luz encantadora de los sueños escritor y tribuno que sólo el alma acongojada ansía.
con gran corazón dentro del pecho: Te envidio, mi querido compañero, Me cuentan los amigos, en la cruzada intensa de la vida, los buenos, los sinceros, los leales, que a veces rasguñó nuestras dos almas que abandonaste la ciudad un día y nos dejó una herida con el alma repleta de ideales, profunda, y que otras veces, y plantaste la tienda el triunfo, la bohemia y los placeres de tus líricos sueños nos llenaron de júbilo en la quietud azul de las montañas, como frescas sonrisas de mujeres.
allí donde no viven los pequeños Te envidio, mi gallardo compañero ni los mezquinos odios de la urbe.
en el noble trajín de la cultura, en los blancos altares Dejaste la Avenida de la belleza pura; de las Damas sin que éstas se ofendieran en el banquete eterno de la diosa y cambiaste tu vida, del ensueño, el amor y la poesía el eterno paisaje cotidiano y en los infolios donde la Justicia del parque y el juzgado sin vanidad resplandecía por el ambiente diáfano y lozano porque en ella poníamos el alma del campo iluminado con honradez, nobleza y valentía.
por todos los luceros de la noche y por todas las lámparas del día.
Compañero de todos los momentos y amigo sin fronteras: Te debo confesar, amigo mío, cómo te envidio ahora que te has ido que siento una alegría de la vieja ciudad a las praderas, como si yo estuviera disfrutando a las rústicas cabañas, del canto de los pájaros y el río, a los ríos espejeantes de los largos caminos que se pierden bajo el amor azul de las montañas.
en el bosque sombrío.
Te confieso que siento una nostalgia dime compañero de ideales, de verme en la ciudad anquilosado, de triunfos y caídas, sin poder como tú correr arriba que te estremece un pájaro que canta del monte perfumado en las amanecidas, para escuchar en las profundas noches como sabes luchar el arrullo del viento, con vigoroso empeño y sentir que aletea en mi cerebro por las más nobles causas la mariposa azul del pensamiento; de tu lírico sueño; contemplar la montaña hoy que vives contento, envuelta en un cendal de muselina lejos de la ciudad que nos fascina, bajo el sol que decora e celajes ¿no has encontrado allá por las montañas la tarde campesina; ninguna campesina, oír entre el follaje de los árboles con su espléndido traje de colores el monótono pájaro que canta a la orilla del río y naufragar al fin en el silencio y sus ojos profundos que de la misma tierra se levanta.
como un bosque sombrío?
Ser la hoja, la fuente y la montaña, recibir la emoción de cada día hasta aquí aquí la misiva.
y comprender que en las pequeñas cosas Si es cierta mi pregunta, compañero, Ese es el campo del actual retiro donde planté mi tienda, ya otoñal, por sustraerme de la urbe extraña que no convida a hacer ni un madrigal.
Acércate ahora a verme sentado junto al río, en esta granja agreste de la montaña ideal y ve por Occidente; el Cielo se colora; parece un gran fanal y aunque es un Cielo cálido, un cielo de poniente.
opalescencias tiene.
y ahora está bellísimo en un ocaso poético que tengo frente a frente prendido al infinito.
Es un ocaso altísimo que sólo admite alados espíritus soñantes para beberse toda su gran coloración de perlas y brillantes en la más exquisita dilecta orquestación. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica