Vicente Sáenz

REPERTORIO AMERICANO Vol. XLVIII CUADERNOS DE CULTURA HISPANA San José, Costa Rica 1953 Viernes 15 de Mayo Año 33. No. 1151 NO Estatura continental de Don Miguel Hidalgo Apuntes sobre el prócer, en el 141 aniversario de su ejecución Colaboración de Vicente SAENZ Hidalgo En Chihuahua, el 30 de julio de 1811, tres descargas de fusilería rompieron la envoltura corporal del sacerdote insurgente don Miguel Hidalgo, padre de la independencia mexicana.
Tres días antes, el 27 de julio, con las firmas del doctor y canónigo don Francisco Fernández Valentín, comisionado de Monseñor Olivares, Obispo de Durango; del notario, el padre guardián del convento del Carmen, un cura ordinario y otro castrense, se había dictado la sentencia de degradación eclesiástica del héroe. Así reza textualmente el documento, en su parte resolutiva. Por tanto. y en virtud de la facultad que me ha conferido el Ilustrísimo señor Diocesano, privo para siempre, por esta sentencia definitiva, al mencionado Miguel Hidalgo y Costilla, de todos los beneficios oficios eclesiásticos que obtiene, deponiéndolo, como lo depongo por la presente, de todos ellos. declaro, asimismo, que en virtud de esta sentencia debe procederse a la degradación actual y real, con entero arreglo a lo que disponen los sagrados cánones, y conforme a la práctica y solemnidades que para iguales casos prescribe el Pontifical Romano. el 29, víspera del día señalado para matarlo físicamente, frente a un altar improvisado en uno de los corredores del Hospital Militar, en presencia de numerosos funcionarios, de monjes y de clérigos, lleno además el patio de una abigarrada multitud de espectadores, se procedió al acto de degradarlo, terrible para un sacerdote, pronunciando el juez eclesiástico las pa.
labras rituales de execración.
Le vistieron los ornamentos sacerdotales, que después le fueron quitando uno a uno; con un cuchillo le raspó el oficiante las palmas de las manos y las yemas de los dedos; y con unas tijeras y la cooperación de un peluquero se le recortó un poco de su cabello blanco, en tal forma que no le quedase vestigio de corona en la cabeza.
Según se iban realizando estas operaciones, denigrantes, torturadoras, que se prolongaron desde las seis hasta las diez de la mañana, caían sobre el ilustre paladín una execración tras otra. Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir, que recibiste con la unción de las manos y de los dedos. Te quitamos el hábito clerical y te desnudamos del adorno de la Religión, despojándote de todo orden, beneficio y privilegio clerical; y por ser indigno de la profesión eclesiástica, te de.
volvemos con ignominia al estado y hábito seglar. Te arrojamos de la suerte del Señor, como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdote, a causa de la maldad de tu conducta.
Asegura don Luis Castillo León, sin duda uno de los mejores y más documenta.
dos biógrafos del prócer, que al terminar de quitarle las prendas sacerdotales, se le halló contra el pecho lleno de sudor, una imagen de la Virgen de Guadalupe ¡Su Virgen de Guadalupe, que le sirvió de bandera a México para la revolución de independencia! agrega a continuación el mismo historiador. Quién pudiera penetrar hasta el fondo de desolación, de sufrimiento, de tribulación de aquel alto espíritu, en tan tre.
mendo trance? De seguro que Hidalgo apuró en aquellas horas todo el cáliz de amargura; tuvo su calvario, padeció todas las torturas de un mártir. Pero alma grande, fuerte y valerosa como era, nada denunció su verdadero estado. No se le escapó ni una mínima demostración de soberbia o de debilidad. Su actitud fué de dignidad, de firmeza, de humildad. más que esto, de una serenidad que a todos pasmo, y no a pocos pareció indeferencia. Indiferencia, sí, ante la pequeñez o la crueldad de aquellos hombres que antes de llevarlo al cadalso, antes de dispararle al cuerpo, pretendían quebrantarle el espíritu a un hombre superior, que había sido ca.
paz de vencerse a sí mismo, de dominar sus escrúpulos de sacerdote en aquella época. para lanzarse a la empresa de li.
bertar a México!
He usado el verbo libertar, porque no concebía don Miguel Hidalgo la indepen.
dencia, la simple independencia que es cuestión de mojones y de fronteras, de soberanía nacional, sin la libertad, que se refiere esencialmente al sér humano. He aquí un aspecto muy importante del ideario que enarboló y que iluminó con su sacrificio tan ilustre americano. empleo aquí el adjetivo americano, porque en sus proclamas no se refería Hidalgo solamente a México, a la Nueva Es.
paña, sino a la América, que para ser libre en el doble aspecto territorial y ciudadano tenía que desligarse de la metrópoli. sea que el clarividente Cura de Dolores, como el venezolano don Francisco de Miranda, como el chileno José Miguel Carrera, como el argentino Mariano Moreno, como Bolívar, como Morelos, como la brillante generación de 1810, en fin, la generación de la espada y la generación de la pluma, no pensaba parroquialmente según sue.
le hacerse hoy, para nuestra debilidad y perdición, sino en sentido continental. Pe.
ro no en un sentido continental geográfico que a veces nada significa, como nada ha significado en Europa, sino en un sentido más profundo de idioma, de tradición y de cultura.
Fuerzas poderosas se oponían y se si.
guen oponiendo a la unidad de nuestra América. Fuerzas poderosas se oponían y se siguen oponiendo a la libertad esencial del ser humano. Insistentemente he sostenido que el error está en habernos alejado del ideario y del ejemplo de los proceres. que debemos volver a ellos, aplicando a nuestra época de derrotismo, de incertidumbre y de temor, con su misma decisión inquebrantable, las ideas y los ideales de nuestros hombres guías: ideales que fecundaron con su sangre generosa, y que sólo con el esfuerzo y con la voluntad de acción de las nuevas generaciones hispanoameri.
canas, será posible que fructifiquen.
Quiere decir, entonces, que Hidalgo en.
tre los libertadores sin posibilidad ni medios de comunicación en aquella época para entrar en contacto con los caudillos del sur fué destacadamente un precursor insigne, un sembrador de justicia social, de libertad humana, de ciudadanía. en forma tan extraordinaria que su decreto aboliendo la esclavitud, bajo pena capital para quienes no lo cumpliesen, no encuentra paralelo en el resto de América.
De indudable pujanza revolucionaria son igualmente sus problemas y sus disposiciones sobre repartición de tierras, y sobre la necesidad de acabar con la explotación de las masas indígenas, dándole al mov. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica