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REPERTORIO AMERICANO 41 Los cuartelazos Por Luis Alberto SANCHEZ (En El Tiempo. Bogotá, 14 de diciembre de 1948. SURANERICO absurda manía de vivir digiriendo los detritus europeos, hábito malsano, propio de entes coloniales como somos, pese a todas nuestras jactancias de entes emancipados.
Los civiles tenemos, pues, que modificar nuestra arquitectura mental. Por muchos que sean nuestros apetitos y rencores, poner coto a la adulación mendaz al poseedor de la fuerza física. Si blasonamos de rendir pleitesía a un Estado de Derecho, tenemos que comenzar por no valernos de un Estado de Fuerza. Los Estados de Fuerza son fascismo y nada más que fascismo real o virtual. No importan los marbetes. No interesan las declaratorias. Se es fascista como se es cojo o tuerto. si la caridad cristiana aconseja piedad para el baldado, la convivencia democrática requiere precaución para ante el fascista y alejamiento de él del reino de la libertad en que no cree y que combate al amparo de la ingenuidad liberal.
Cuando en el Perú se discutía la ley de imprenta, en diciembre de 1945, los fascistas fueron los más vocingleros defensores de lo abstracto y se vistieron de propugnadores de una libertad irrestricta, a fin de poder desarrollar su infame propaganda liberticida al abrigo de la libertad. Algunos comentadores banales cayeron en el garlito. Hasta llegaron a acusar a los apristas del delito de atacar la libertad de expresión. No sé qué dirán ahora, si algo dicen. Lo evidente es que el fascismo, amante del poder armado, minó a lo largo de tres años de irrestricta libertad de imprenta las bases de la democracia peruana. Si hubo un gobernante lo suficientemente experto para enredarse con su propia cola, allá él, pero, allá un pueblo entero, caído en las redes del militarismo, que no debe confundirse con el militar, sino con su antípoda, ya que si algo es enemigo del militar honesto y eficiente es el militarismo ambicioso. Quien ama el peligro, en el perecerá.
un Frente a la sospechosa coincidencia de intentonas o asaltos militares al poder civil, el observador el militante están en la obligación de ofrecer algo más que meros indicios o cuadros sintomáticos. Hay el deber de señalar causas. Una de ellas, sin vacilación de ninguna especie, el tenor de una de las recomendaciones de la conferencia de Bogotá: la referente a coadyuvar al mantenimiento del interamericanismo mediante el reconocimiento de los gobiernos, cualquiera que sea su origen y su finalidad. En términos simples esto equivale a justificar igualmente la honestidad y la prostitución: lo importante es que se subsista.
Si así nacen las doctrinas jurídicas, optemos por dejarlas de lado. Una juridicidad sin ética implica una mera barraganía institucional. eso es lo que estamos viendo y estimulando.
Hablemos en términos más claros aún. Si, dada la crisis que atravesamos, crisis profunda, de todo tipo, se pretendiera que no hay otro remedio que un orden impuesto a palos vencimiento sin convencimiento los únicos en capacidad de hacerlo son los que tienen las armas en su mano. Por consiguiente, si tan peligrosa y falsa teoría cunde, todos los ejércitos decidirán hacerse de la cosa pública. Naturalmente, que irán al fracaso a corto plazo, porque el ejercicio del poder, como el ejercicio de la docencia, el de la religión, el de las finanzas o el del simple tránsito, requieren especialización y técnica. Los directores de orquesta, cierto, no son eximios violinistas o pianistas, pero conocen composición y, sin mucha profundidad, la base de instrumentación propia de cada uno de los componentes de su conjunto. Un militar sólo conoce su instrumento. Además, posee un modo de resolver sus conflictos. Ignora la magnificencia de la libre discusión, suplantada por la consigna.
Si un militar asume el control de los civiles, se sale de su órbita. Siendo la mayoría de los países educada por y para la civilidad, cuando caen bajo el militarismo, se dislocan y confunden. El orden resulta no más que aparente. Pero, el orden significa un algo positivo, creador. Un orden de tabús, de negaciones, de vetos, no es orden, sino imposición y opresión. Un país oprimido, bajo consigna, es un país desordenado en lo esencial. Como la conferencia de Bogotá no quiso dar al interamericanismo contenido concreto, de sus declaraciones fluye el caos peor de los peores: la desmoralización de raíz, por falta de adecuación entre el instrumento y su objetivo. De donde se saca la obvia consecuencia de que no haber definido a fondo los fines del interamericanismo, haber vertido vaguedades tácticas para lograr la unanimidad numérica, es el origen inmediato y básico del malestar que sobrellevan varias naciones americanas y que puede alcanzar a casi todas. Pues si el militarismo se convence de que es el llamado a resolver la crisis, con las armas con que cuenta, lo hará a su manera, sin cortapisa alguna, y tendremos instalado un neofacismo en el continente de la democracia. De ahí que, hace cuatro años, en vísperas de terminar la guerra mundial, yo escribiera unas palabras ahora justificadísimas: mientras el fascismo es liquidado en Europa, empieza a nacer en América, a causa de esta Como quisieran vernos Por Campo.
dice la Escritura. Los civiles, los juristas, los estadistas, los internacionalistas, los demócratas debieran tomar lección de lo acontecido. que en otra conferencia de tipo continental no se vacile en sacrificar algunos acuerdos unanimes, por los de mayoría, o por ninguno, si eso puede significar poner fin a la mañosa especulación de quienes, a la sombra de la democracia, filtran sus gruesos contrabandos fascistas y hasta se presentan como representantes de la libertad frente a un totalitarismo que ellos llevan en la sangre, en el alma y hasta en el grotesco atuendo de señores del orden y la paz, a base, naturalmente, de que nadie hable, nadie comente, nadie respire y nadie viva.
DOS COMENTARIOS de Germán ARCINIEGAS. En El Tiempo. Bogotá, ediciones del 10 y del 12 de diciembre de 1948. Frente al abismo En cinco repúblicas de la América española Perú, Venezuela, Paraguay, Chile y Bolivia se han tratado de derrocar o se han derrocado, en el curso de pocas semanas, los gobiernos civiles escogidos por el pueblo. El golpe o lo han dado o lo han intentado elementos militares cuya filiación política no deja lugar a dudas. Hoy la suerte de un presidente la deciden en mesa de camaradería unos pocos oficiales del casino militar. Lo mismo quisieron hacer en Colombia hace tres años.
Ellos se han abrogado la facultad de decidir si la escogencia del pueblo ha sido acertada o no, si la administración pública anda bien o mal. Ensoberbecidos con las armas que la república, haciéndoles confianza, puso a su cuidado, se declaran jueces sin apelación que toman de oficio una causa que ninguna constitución ha puesto en sus manos. Es claro que la democracia tiene imperfecciones, que siempre hay algo que corregir en la administración. Con la bandera de que ellos pueden hacer las rectificaciones, vuelven las armas de la república contra la república.
Pero esos oficiales saben muy bien que tienen determinado respaldo internacional. En el Perú se levantó el grupo del general Odria un sábado, y el lunes ya estaba reconocido por la Argentina. En Venezuela, el jefe del estado mayor hizo un viaje por Sur América, hacc cosa de un mes, tomó contactos con sus colegas, hizo una buena visita al general Perón, y ahora él y sus compañeros tienen en la cárcel al presidente Gallegos y en la presidencia al general Delgado Chalbaud. El fiscal que ha adelantado las investigaciones del Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica