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322 REPERTORIO AMERICANO Misión de México Por Juan MARINELLO (En el Rep. Amer. El pasado dia 14 de setiembre (1948)
Se ofreció por los escritores y artistas de México un homenaje a Juan Marinello.
Lo agradeció en este discurso. obras debían llegar después. Pero, cuando vinieron las obras, cuando se apartaron los cen.
dales magnificadores, cuando pude llegarle al tuétano a vuestro dolor vitalicio, a vuestras ansias soterradas, a vuestras valentías impares, a vuestra hombría inquebrantada, a vuestra me dida y a vuestra diferencia cuando comencé a sentir a México como gran problema americano, las buenas razones (vuestros espejos mágicos) no me desampararon, y la materia mexicana no por conocida y penetrada dejó de serme luminosa. no es esa calidad, me he dicho algunas veces, la del entendimiento iluminado, la de la cotidianeidad ilusionada, la de lo habitual inusitado, la medida y la prueba de los grandes amores?
Lo primero, amigos de México, agradecer este homenaje con reconocimiento a la altura de su tamaño. Ni mi vida, ni quizá vida alguna lo digo con sinceridad cenital merece un testimonio de esta magnitud, rendido por las más altas representaciones intelectuales artísticas de la nación. Pero yo amanso y consuelo mis rubores imaginando que mi amor por vuestra tierra sí lo merece. Un amor, debo decirlo en seguida, poblado de obras y de buenas razones: un amor de excepción, por ello.
Hace quince años, en la hermosa edad de los treinta y cuatro, me acerqué a esta tierra sorprendente, contradictoria, cautivante y profunda. Yo he hablado largamente de cómo para el hombre de las Antillas, caldeado y recortado contra el cielo de sus islas, el encontronazo con México es como un deslumbramiento enervante y paralizador. Dos veces viví en México: en 1933 y entre 1936 y 37. puedo decir, recordando los versos adolescentes y universitarios de García Lorca: UN HOMENAJE TRASCENDENTE A la sombra de este amor hecho de realidades con impetu de sueño y de sed prendida en lo inmediato y perfectible, bien está que meditemos esta noche sobre un presente cargado de inquietudes y sobre un porvenir cuajado de asechanzas. Creo que a ello nos fuerza nuestra condición de intelectuales que pone, sobre la hombría responsable, la responsabilidad de nuestro oficio esclarecedor.
Yo soy, ya lo sabéis, un político militante. un hombre con una filiación y una fe. En la tarjeta que invita a este banquete se coloca mi condición de escritor junto a mi investidura senatorial. ello, que pudiera ser motivo de recelo, debe ser, visto en lo hondo, garantía de lealtad. Porque lo político, o es añagaza deleznable y cominera, o es limpio impulso para lograr, por las vías hábiles y posibles, el enaltecimiento de los hombres. un político si lo es de veras, nunca intentará sacar las cosas de cauce sino encauzarlas: trabajará sin cansancio en conjuntar voluntades al logro de las más altas justicias; se desvelará porque cada grupo de la sociedad encuentre, cn una mejor convivencia, su realización más plena. Un escritor que no sea político puede y el hecho ocurre dar la espalda a su propia franquicia creadora cayendo del lado de sus enemigos; un político, que sea escritor, no lo hará nunca.
Me permitiréis porque con ello ahorranos caminos y me dais la oportunidad de rendir homenaje, en su tierra y entre sus hermanos, a un compañero ejemplar que me cite a mí mismo y repita palabras propias dichas hace algún tiempo a los escritores de Caracas.
Creo que la digresión no es ociosa. Ante todo decía yo en la capital venezolana no se trata de que un intelectual sea un dirigente político, aunque el que tenga disposiciones y decisión para ello puede y debe serlor se trata de que el intelectual caiga del lado de una solución colectiva en la que, de una parte, mantenga y exalte su inevitable hombría y de la otra trabaje por la mejor dignidad de su tarea específica. Yo voy a traer ante vosotros un caso que puso en mí huella muy honda y que puede, por su singularidad, dejar bien establecidas las cosas.
Estábamos, hace diez años, en la ciudad mexicana de Guadalajara, unos cuantos intelectuales de varia nacionalidad y temperamento, mexicanos los más, naturalmente. Habíamos llegado en misión cultural de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de aquel país. Presidía la misión, con la autoridad de su talento y de su postura de hombre.
el grande y amado Silvestre Revueltas. Se habían realizado con mucho éxito, recitales, representaciones, conferencias, exposiciones y conciertos. La bella ciudad tapatía estaba un poco deslumbrada e inquieta y llenaba puntualmente las veladas del viejo teatro Degollado. La figura descollante era, por razones numerosas, el autor genial de Janitzio y del Dueio por García Lorca. Recibíamos, siempre presididos por Revueltas, grupos juveniles, obreros, agrarios. todos oía el compositor insigne con aquella su hosca cordialidad de león trasnochado que inspiraba confianza sin límiLa primera vez, no te conocí.
La segunda, sí.
Quiero decir que el paisaje y la gente se me vinieron encima en los tiempos primeros con tan avasallante imperio que no me dejaron espacio para el enjuiciamiento; no pude conocer a México entonces. Esas son las buenas razones de mi amor mexicano, a que aludía. Las El viaje y el regreso (En el Rep. Amere)
te.
Había un ansia en tus ojos de ideales lejanías y un deseo en mis brazos de firmeza y de paz; riendo volar tus sueños, que eran alas que abrías, yo clavaba mis garras en la tierra, tenaz.
En ti vivía la angustia de adversar el presente y en mi, la calma fuerte que niega el porvenir; tú eres como la hoja que se lleva el torrente y yo soy como el árbol que te deja partir.
Por eso, cuando hablabas de mares y montañas, de nuevos horizontes que quieres conocer, yo me metía en mí mismo, como si en mis entrañas buscara el agua fresca que tú quieres beber.
Llegó a ser tanta la notoriedad de Silvestre Revueltas, que un grupo de jóvenes del Partido Comunista local lo declaró, sin más, árbitro de ciertas complejas divergencias teóricas. Una noche irrumpieron en la habitación del músico, nos congregaron en una especie de gran jurado y exaltaron a Revueltas al solio director. Tengo muy presente su cara angustiada a través de la polémica dilatadísina. No conseguía orientar las cosas: los jóvenes discutían apasionadamente, manteniendo con obstinación sus puntos de vista; pero todo el esfuerzo polémico se perdía por falta de encauzamiento rector. De pronto, Revueltas se incorporó de su cama, con un grito dió por terminada la discusión y despidió a los jóvenes. Después, me tomó por el brazo y con aquella voz tierna y bronca, como la de su música, me dijo. Yo no sé de estas cosas. He sufrido mucho a lo largo del debate. sabes cuándo decidi suspender violentamente la sesión? Cuando me vino a la cabeza aquella escena de una película de Chaplin en que se queda con la bandera roja de un carro que pasa y resulta líder sin quererlo. dicho esto se derrumbó sobre una silla aislándose, como acostumbraba, en una meditación tristísima. No comprendias entonces que si es tu vida un viaje que te lleva muy lejos a donde quieras ir mi vida es ya un regreso que me vuelve al paisaje de los campos tranquilos en que quiero vivir?
Pero, sigue tu marcha, volandera paloma!
Te posaste en mi mano, un instante, al pasar, y esa mano que es nido que se deja o se toma no será nunca jaula que te pueda apresar.
Román JUGO.
San José, Costa Rica, XII 48. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica