Democracy

REPERTORIO AMERICANO 125 Compromisos inaplazables me reclaman en ciudad México y siete horas largas me separan de la ciudad incomparable. Llega el momento de marchar. Hasta cuándo? El General dice: pronto y en México. Yo digo. y por qué no en Cuba? Me da una noticia interesante: no conoce ningún país hispanoamericano. Arde en deseos de ver de cerca nuestras tierras, de meterse en sus realidades sangrantes. Pero, por ahora, no puede ser: tiene que terminar las obras que harán de Michoacán dechado y espejo de la República Mexicana. Después, sí. termina gentil y fraternal: Por razones de cercanía y de cariño, empezaré por Cuba.
En los instantes últimos quiero apresar de nuevo lo esencial del hombre. Uno mis meditaciones de ahora a las del hotel del Virrey de Mendoza. Es Lázaro Cárdenas, como se ha dicho, la representación más leal de su pueblo?
Después de observarlo en el diálogo decantador, en la mesa cordial, entre sus auxiliares y ayudantes, creo, mejor, que es la superación activa de su gente. Jesús Silva Herzog me decía en la capital días después: Es hijo de la tierra, pero está sobre ella: desde los días de Benito Juárez no teníamos un hombre así.
Me parece insuperable esta definición y por eso la consigno.
El automóvil espera junto a la barda gris que circunda la Eréndira. Caminamos en silencio por entre los olivos de plomo. Al pasar por última vez cerca del grupo heroico del monumento me hace cosquillas una pregunta.
Me la saco a la boca y le digo. General, la selección de estos héroes americanos es muy certera. De México. quién mejor que Juárez?
De los Estados Unidos. quién mejor que Linco! n? Pero Latinoamérica posee muchas figuras culminantes, grandiosas, y usted se decidió por nuestro José Martí. Puedo saber por qué?
Detiene el paso para contestar. Habla quedo, como para que no se divulgue su pensamiento. Hace un elogio encendido de los grandes libertadores de nuestras tierras hispánicas.
Muchos podrían estar allí, sobre el muro, con iguales merecimientos. Pero Jo Marti dice mientras los ojos verdes y dulces se le empañan un poco quiso mucho a los indios de mi tierra.
No queda espacio, ni tiempo, sino para la despedida. El General Lázaro Cárdenas nos retiene cordialmente entre sus brazos. Al separarnos sé que he tocado a un hombre que, de veras, ha entrado en la historia de su pueblo y en la historia de América. Me vuelvo para mirarle. Está junto a la verja, delante de los ayudantes que esperan sus órdenes. Se le ve ahora el aire ejecutivo en la erguidez militar, en el gesto tierno y sobrio de la mano que nos despide. En las conversaciones me ha dicho alguna vez: no soy más que un soldado a las órdenes de mi pueblo. Recuerdo a Morelos: soy siervo de la nación.
Los tiempos son difíciles y trascendentes.
No podemos cegarnos ante las grandes cuestiones que van a decidirse en lo inmediato.
México es tierra primordial de América. Los que lo amamos con la entraña queremos su bien, que es nuestro bien. Pero hay muchos que lo quieren mal, que lo apetecen para fines egoístas y regresivos. Si la gran pelea entre un pasado que no puede volver y un futuro que tiene que llegar se traba en México, la decisión no es dudosa. Lázaro Cárdenas es historia porque, en su momento, fué el mejor porvenir de México. Si la hora llega estará en su puesto. Al verlo por última vez hay en la mano alzada más que un gesto de despedida, un ademán de alerta.
Los demócratas ciegos (En El Tiempo de Bogotá. 13 diciembre 49.
con dado en el último año muestras de una política de atracción hacia los gobiernos de Madrid y Buenos Aires de que tenemos anécdotas excesivamente significativas. Esto, naturalmente, predispone. Pero si el presidente de Colombia, que está en su puesto exclusivamente por la lealtad del ejército, que si no cuenta una oficialidad dispuesta a subordinarlo todo al orden constitucional, estaría hoy fuera del palacio, se apresura a sancionar los alzamientos, dará la más ostensible prueba de ingratitud a las fuerzas leales.
En el fondo, lo que ocurre es que los mandatarios civiles son de una ceguedad sin límites. En lo que está ocurriendo, los Estados Unidos tienen grave responsabilidad, y así lo he declarado mil veces en este país. Estimulando la competencia internacional de armamentos, robusteciendo los ejércitos en tal forma que ya ningún país quiere tener menos elementos destructivos que el vecino, se ha creado esta situación que entraña el fusilamiento de los principios liberales y democráticos del continente.
Roosevelt mismo, que en sus conversaciones con el presidente Santos aceptó la conveniencia de no sobrearmar a la América Latina, recibió al general Somoza con los mismos homenajes que pocas semanas después se tributaron al rey de Inglaterra. Se sabe muy bien la causa de tan desproporcionado despliegue de atenciones. Pero el hecho es que el general Somoza pudo en seguida armar a Nicaragua hasta los dientes y asegurarse esta finca que desde hace diez y seis años disfruta sin apelación.
Así se va eslabonando la cadena que mañana cualquier general remachará a nuestros tobillos. Los Estados Unidos entonces tendrán que entenderse con un gran cuartel al mando de oficiales en valentonados, donde los valores de la democracia naufragarán. Será una América Latina falsificada. nosotros mismos, si con vida andamos entonces por las calles de nuestras ciudades, no las entenderemos. Será posible que hacia tal abismo marchemos?
Germán ARCINIEGAS.
Nueva York. 1948.
Dentro del sistema de los estados americanos aprobado en la conferencia de Bogotá, no hay posibilidad de que entre nosotros se produzca guerra internacional. Es tan exhaustivo, como dicen los ingleses, el mecanismo creado para eliminar esos conflictos, tiene dientes tan eficaces, que lo que ha hecho Costa Rica al disolver su ejército no es sino corolario 16gico de la situación creada.
Y, sin embargo, los ejércitos crecen.
Se les venden armas viejas y armas novísimas. Su poder destructor produce escalofrío cada vez que se hace un desfile por la avenida más ancha de nuestras capitales. Cuando los Estados Unidos suspenden la venta de armas nuevas, no falta una Inglaterra que suministre a la Argentina, por unas libras de carne, el equipo más moderno. en los propios Estados Unidos, los países que lo han querido, han encontrado un arsenal fabuloso donde se compran tanques viejos y ametralladoras de segunda mano, que de usados no tienen sino el desgaste necesario para que quede demostrada su eficacia.
Ahora bien: la oficialidad levantisca que se pone a limpiar el fusil desde su ventana, siente que la asalta este dilema: o se queda de centinela para mantener el orden público y hacer que se respete a la autoridad legítimamente escogida por el pueblo en las elecciones, o se vuelve contra esa autoridad y agarra el poder. Hay gentes de corazón liviano que no resisten a la tentación.
Los gobiernos democráticos miran este cuadro con la más ciega ligereza. Ven que se producen los alzamientos militares y en el acto van reconociendo a los nuevos gobiernos.
Los pronunciados de Venezuela encontraron el argumento decisivo que los llevó a derrocar a Gallegos en el Visto Bueno que Washington puso al golpe de Odria en el Perú. Parece que Colombia también ha reconocido ya a la Junta del Perú. Si esto es así, apenas puede imaginarse mayor inconsecuencia. Desde luego, la cancillería y el gobierno colombianos han ERAN SUFICIENTES.
El Departamento de Inteligencia (En El Tiempo de Bogotá.
Setiembre 17 del 49. Ya en tiempo de los Césares era el espionaje una necesidad para los encargados de conservar el orden social; pero no hay testimonio de que el oficio fuera excepcionalmente honorable. En nuestros días, cuando la ciencia y otros rasgos de ingenio han puesto a disposición de la envidia y de la miseria tan peligrosos y eficaces instrumentos de exterminio, cuando la guerra ha conquistado armas tan poderosas en el ejercicio del estrago, el espionaje continúa siendo utilizado ampliamente en defensa de la sociedad y de las naciones, pero no por eso ha llegado a ser como oficio clasificado entre las disciplinas gentiles ni entre las prácticas más recomendables.
En tiempo de guerra el espionaje tiene a veces caracteres de misión heroica; pero, aún así, su ejercicio no es siempre el más honorable frente al enemigo: El héroe es respetado por los enemigos en manos do los cuales puede caer: pero el espía aun cuando sea manifiesta la heroicidad de su empeño, si llega a frustrarsele, no le libra del cadalso si los adversarios se apoderan de su persona. En tiempo de paz los espías, siendo como son elementos útiles para defendor a la sociedad contra las acechanzas y los atentados de todo género que inventan y realizan los criminales, no pueden lisonjearse de representar en la escena social un papel simpático ni mucho menos honorable. En Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica