REPERTORIO AMERICANO 313 Sobre Kerylos Laudes de Belleza y Amor Por Luis Eduardo NIETO CABALLERO (En El Tiempo de Bogotá. Cornelio Hispano Es un libro pletórico de jugos. Cruza por todo él la misma savia que en los árboles asciende para que se produzca y se mantenga el milagro de las ramas, de los frutos, de las flores, de los nidos, bajo la luz del alba y la cerital y la que declina, en esa hora melancólica cn que bajan a beber los venados. Todo en él es armonía, canto a la vida, goce de sentir que en la retina se coplan las maravillas de la naturaleza, que el cuerpo está sano y que el espíritu puede desplegar las alas para ir más allá del telón del horizonte.
Huele a plantas aromáticas y está lleno de música. Representa la hazaña, por muy pocos lograda en el planeta, de un hombre que ha vivido precisamente como ha querido, sin ninguna limitación en la satisfacción de sus deseos, pero con deseos que no han ido más allá del culto de la eterna belleza. Sus capítulos diversos, sus frases integras, son himnos, son explosiones de admiración y de adhesión a lo más inefable de la tierra: la madre, la casa solariega, la ciudad nativa, la patria, el amor, la amistad, las artes, la poesía, el paisaje, cuanto deja la impresión de que la vida es un dón maravilloso y fugaz, por el que es preciso encender una lámpara de gratitud ante la fuente de donde proviene.
Educado en una ciudad letrada y silenciosa Popayán de clima y de ambiente embrujadores, tempranamente hecho a la emoción por las humanidades, Cornelio Hispano, como definitivamente pasará a la posteridad el que en Buga, en su niñez, luego en la ciudad de sus Estudios, antes de dar pública muestra de su vocación literaria, era Ismael López, sintió en la carne del alma la marca de fuego que le puso Grecia. se dió al estudio de los clásicos, para encontrar en ellos, al lado de la profundidad del pensamiento y del culto a la belleza, la alegría física, la alegría intelectual, la alegría moral de la existencia.
Se sumergió en las aguas donde las ninfas se bañaban, sintió en la llanura el galope de los centauros, oyó la flauta del dios Pan, y retorno de los libros con el alma pagana. Cuando, terminados sus estudios payaneses, vino a Bogotá a estudiar derecho y a recibir su diploma de doctor de manos de don Miguel Antonio Caro, nadie menos, ya él tenía el presentimiento de que no sería en el foro donde descollaría, aunque su tesis sobre los ríos navegables hubiera sido anotada en Río de Janeiro por el barón de Rio Branco y hubiera hecho exclamar al general Uribe Uribe que le había nacido a Colombia un internacionalista.
Así como la cueva de Trofonio dejaba en el rostro de quienes a ella descendieran una impresión de melancolía, los olmos y los álamos de Grecia iluminaban de felicidad los de aquellos que se acogieran a su sombra. Ya Cornelio Hispano andaba por el Jardín de las Hespérides y sabía de Eritéis, de Héspera y de Egle. Ya había traducido, en versos elogiados por los árcades de entonces, El Centauro de Mauricio de Guérin. Ya había penetrado en el templo de la Leyenda de Oro. Ya había publicado poemas en la prensa. Por cierto que el general Uribe Uribe, tan deseoso de que el país se desarrollara, prosperara, viera nacer generaciones de muchachos animosos, capaces de matar tigres y de revolucionar la industria y, para ello, de alejarse de los versos, expresó su desconsuelo, cuando detrás del internacionalista apareció el poeta, en la forma simpática de decir que la impresión era equivalente a la que produciría ver de repente a un muchacho juicioso y de excelente familia paseando por la calle la primera mona.
Cornelio Hispano, que tántas páginas imperecederas consagró a la patria y al Libertador, que desde niño se hizo cantor de su Valle, bien sabe cómo Buga, donde se conserva en poder de los suyos la casa solariega, adquirida hace más de un siglo, con la emoción, para él, de que allá nació él y allá nació su madre, es ciudad de milagros y de hechizos. Morosamente describe los países y los seres de su infancia, cuanto lo rodeó e hizo alegre; ese Valle triunfal donde al amanecer todo es fiesta; en el medio día, ardor; y en el atardecer, Serenidad; las líricas cigarras y los poetas inniortales: todo lo que por cualquiera de sus aspectos trae un recuerdo de Grecia, con sus pastores y sus ninfas, su eterna enseñanza de belieza, su culto del cuerpo femenino y de la entrañable amistad de las mujeres, el arte de vivir, las canciones, la música, los dioses. por eso prefiere la Odisea a la Iliada: porque es amor y evocación, nostalgia y dulzura de la patria.
Ama entrañablemente a la patria, en su aspecto y en su historia, en sus productos y en sus gentes, en su desarrollo y en sus perspectivas. Considera que su vida ha sido un largo viaje, porque ha recorrido medio mundo, pero siempre para gozar con el regreso, enamorado de su cuarto de estudio, de su biblioteca, de su jardín cuajado de plantas aromáticas, del patio que preside el dios Homero, su poeta favorito, en el que a todas horas hay concierto Je toches y turpiales. El Valle del Cauca y sus ciudades principales; Bogotá con sus letras y su señorío, sus cerros y su sabana; Cartagera, legendaria y divina, todo lo demás que constituye la armonía de Colombia, su razón de ser, su imán y su baluarte, está cantado o evocado en Kerylos, que es el libro de la alegría, de la emoción y del deleite.
Cornelio Hispano hizo de Dafnis con las cloes del Zabaletas y del valle de Popayán, ñafangas graciosas, cariñosas, cimbreantes, apuntadas en un pequeño censo de amores fugitivos levantado por el maestro Valencia. Pero las que figuran con sus nombres, ya para hablar de amor, de amistad deliciosa, o simplemente de aventuras y de bailes, son de la clase elevada, muchachas de rostros primorosos, de cuerpos esbeltos, de sonrisas como palabras y de palabras como sonrisas, tal Adelita Abo Fontana, de italiano origen, residente actualmente en Venezuela, de quien cuenta la encantadora anécdota de su visita a Guillermo Valencia cuando éste estaba enfermo y hubo de sentir que su presencia lo curaba, le devolvía el brio le traía la inspiración, a que dió sa1. da en su honor con un soneto magnífico.
Para Cornelio Hispano, al lado de Grecia y de los viajes, del paganismo y de las mujeres armoniosas, de la tierra natal y de los bardos inmortales, está, como dón supremo de la vida, la amistad. Ni la ofrece como un regalo, ni la tiende como una alfombra. Pero la recite y la siente por algunos seres muy pocos.
que han sido de verdadera selección, como el padre Victor Saavedra, genuino discípulo de Cristo, Guillermo Valencia y Víctor Londoño, para no hablar sino de los que ya moran en las regiones eternas. Me parece difícil que a amigo alguno le haya escrito Guillermo Valencia las cartas que Cornelio Hispano conserva como un tesoro y de las que el público puede enterarse por algunos párrafos que aparecen en Kerylos. De la hermandad con Víctor Londoño fuimos todos testigos. del padre Víctor, basta la emoción con que resucita en esas páginas para que el lector se cerciore de que su amistad fué un regalo que la vida le hizo a quien tánto la ama y que la canta tan hermosamente. de los amigos en los libros, pocos también, excepción hecha de las falanges griegas, ahí aparecen: Renán al lado de la acrópolis, cuya divina página sobre la ciudad de Is convirtió Cornelio Hispano en un precioso poema: José Asunción Silva y su Nocturno revelador de tanta cosa inefable: Jorge Isaacs y SES incomparables descripciones y su Biblia de los quince años y su María ensoñadora, astral, eterna, inmortalizadora de su creador, que a todos los lectores del poema en prosa nos convierte en Efraínes y que a Cornelio Hispano le inspiró el realizado deseo de regarle a Bogotá, tallado en un perfecto bloque de Carrara, el busto de Isaacs, que cerca del de Silva hicimos colocar él y yo en el parque del Centenario o de San Diego Mi querido Don Joaquin: Por correo ordinario le envié, recomendado, Kerylos.
Laúdes de Belleza y Amor. Edición de lujo. Un esfuerzo de más de 10 años, esfuerzo de la inteligencia y del corazón.
Lo abraza, Bogotá, lunes de mayo de 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica