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REPERTORIO AMERICANO 93 Lic. Aníbal Arias Abogado y Notario Apartado 2352 San José, Costa Rica los generales victoriosos? Pero no es todo.
La Revolución americana abrigo casi to das las leyes que regían estas colonias y lo que es más, la secular institución espa ñola del poder municipal que hacía imposible la dictadura y había hecho ilustre y próspera la familia de Bolívar. como lo afirma el señor de Madariaga.
Nadie puede objetar que los pueblos hispanoamericanos dependientes de la Corona española deseaban, a principios del siglo xix, emanciparse del poder español, elegir sus propios gobiernos, estableciendo naciones soberanas regidas por sus propios ciudadanos. Pero se equivocaron en los medios y métodos para conseguir tan nobles fines. Hay quienes opinan, sin embargo, que estas colonias no estaban todavía en esa época, preparadas para el gobierno propio y la objeción se prueba con lo sucedido desde que se llevó a cabo la independencia de España. Pero esa objeción no se opone a lo que vamos a decir ahora.
Los que dirigieron la guerra a muerte contra los españoles tenían también sangre española y muchos de ellos, habían sido educados en escuelas y colegios creados por el gobierno español en estas Colonias, y había otros con familiares cercanos en la misma España. Fué esta guerra de emancipación más bien una guerra civil. En los dos bandos había hasta hermanos. Los que querían independizarse no tenían razón para alzarse en guerra cruel contra su raza ni contra las tradiciones de familia y de cultura recibidas de sus antepasados. Además de lo dicho hay que tener en cuenta que la guerra no paga, como lo ha escrito un teólogo francés contemporáneo y otros tantos filósofos antes; pero ella la guerracomo es notorio arruina espantosamente a todos los que la hacen o la sufren y lleva consigo un derroche terrible de riqueza y una ola de desmoralización y de bandidaje, acaba en fin con las reservas acumuladas por generaciones anteriores. en cuanto al odio que se desató en esas horas de violencia de la guerra de emancipacion, el hombre suramericano debió hacer suya la palabra espléndidamente evangélica de la Antígona de Sófocles: Yo no estoy hecho para compartir el odio, sino para comulgar con el amor. En Antígona, de Sófocles. Había que tener en cuenta asimismo, que España al conquistar y colonizar la América nos dió todo lo que ella poseía: su raza, su hermosa lengua y cultura sana y clásica para humanizarnos; dictó leyes jus.
tas; evangelizó y civilizó a los indios aborígenes y estableció en estas provincias de América, los dogmas de la religión cris.
tiana, y para el culto, construyó iglesias, catedrales y conventos, edificios que aún subsisten después de tres siglos de cons.
truídos y, por último, fundó las Universidades de Lima, Santo Domingo, México, Guatemala, Bogotá, Quito, León de Nicaragua y Comayagua de Honduras, así como otros centros donde se daba enseñanza formadora y humanista. por fin edificó pa lacios para los Virreyes y otros públicos, lo mismo que hospitales.
De todos esos Centros Educativos qué quedó después de la Independencia? Los estudios vinieron a menos; comenzaron a ser deficientes y se introdujo en ellos el de la filosofía de la naturaleza y, sobre to: do, el materialismo, ese monstruo devora.
dor de la conciencia, especie de ceguera moral que influye en la desintegración del carácter de la persona humana. Hasta el hermoso idioma castellano vino a sufrir, pues casi se llegó a abandonar el estudio de la gramática del mismo y se desterró el del Latín tan necesario para hablar y escribir bien el castellano. Vino una época de decadencia cultural y moral, y las doctrinas esparcidas por la Enciclopedia France.
sa y las disolventes de la Revolución del 93 en la msima Francia, llegaron a estas tierras americanas y encontraron aquí te rreno abonado para producir lo que vino después de las guerras de la Independencia; la serie interminable de déspotas crue.
les e inhumanos y las tiranías semisalvajes que aún todavía perviven en esta América Hispana, regida ella, hasta principios del siglo XIX por leyes regulares y de acuerdo con el derecho de gentes y de los principios aceptados en el mundo en aquella época.
Bolívar y los Generales libertadores sembraron en América, como se dice vulgarmente, vientos y cosecharon tempestades, no aquietadas todavía.
Pero, retrocedamos un poco y veamos lo que nos dice la historia de la Coloniza.
ción de España en América.
Hubo en España, poco después del des.
cubrimiento de las Indias Occidentales, un teólogo y jurisconsulto, Fray Francisco de Victoria, quien en sus relaciones sobre los indios, llega a dudar de la legitimidad de las conquistas militares de los indios de América, y pedir más humanidad en sus tratos con ellos así como respeto a sus propiedades; y otro predicador, Fray Bartolo mé de las Casas, que condena las matanzas, los pillajes y los métodos de servidum bre ejecutados en América por los enco.
menderos. Sabemos, asimismo, que Las Ca sas predicó en 1536 en la Iglesia de San Francisco de Granada en favor de los in.
dios y por sus prédicas en esa ciudad se levantó un información ordenada por el Gobernador de la Provincia de Nicaragua, Rodrigo de Contreras (Ayon Hist. de Nicaragua, 3er. tomo. Pocos años más tarde el gran Cardenal de España, Francisco de Cisneros, toma en cuenta las quejas de Las Casas y Resuelve mandar a Fray Luis de Figueroa, Fray Alonso de Santo Domingo y a Fray Bernardino de Manzanedo, de la orden de San Jerónimo, varones excelentes y de conocida vida, prudencia y letras, para que vengan a América a investigar los hechos denunciados por Las Casas y como jueces y comisarios generales, llevar a ca.
bo la reformación de las Islas del Mar Océa.
no a fin de que los pobladores españoles vivieran en justicia y no causaran perjuicios ni agravios a los indios. Así lo afirma el Conde de Cedillo en su obra El Cardenal Cisneros; y algo hicieron esos frailes para mejorar las condiciones en que vivían los indios al principio de la conquista de Amé.
rica por los españoles.
Tanto Isabel la Católica como los reyes que le sucedieron en el Gobierno de la nación española durante los tres siglos del coloniaje, ordenaron y encarecieron en sus ordenanzas y cédulas reales, a sus virreyes y demás representantes de la Corona en estas tierras de América, proceder conforme a justicia tanto con respecto a los indios como con los demás pobladores.
Esos mismos reyes españoles establecie.
ron en las nacientes ciudades americanas, regímenes municipales formados por el li.
bre voto de los vecinos de dichas comunidades. La justicia, de acuerdo con las sabias leyes españolas, era muy buena; se castigaban los crímenes y los delitos, y los jueces, mantenían con firmeza los derechos de todos. Se vivía, pues, en estas tie.
rras, bajo una dominación ordenada y justa. Por lo que hace a la moral social, la familia vivía en un ambiente de respeto y de consideración mutua. De España llegaron a estas colonias americanas, durante los siglos XVII y XVIII, gran número de familias, algunas con títulos de nobleza y otras de buena estirpe, para radicarse en las varias ciudades americanas y no volvieron a su tierra natal. Toda esa gente se volvió americana, nos trajo las honestas costumbres del hogar español y contribuyó para formar en estas tierras, lo que comúnmen.
te se ha llamado la aristocracia criolla.
Cabe aquí ahora, hacer otro paréntesis y preguntar. Dónde está la oprobiosa dominación española. Dónde esa servidumbre, dónde ese oscurantismo de que tanto se ha hablado al declararse la independen.
cia de Hispano América? Todo ello no fué sino propaganda barata para establecer después el despotismo ignorante y la tiranía oprobiosa en estos desgraciados pueblos. propósito de esa propaganda calumniosa contra España, permítame, mi buen amigo don Manuel, reproducir aquí las frases de mi conterráneo, el escritor don Enrique Guzmán, a quien usted conoció y trató. En un artículo escrito en Granada el 21 de abril de 1909, con motivo de recuerdos históricos de la guerra entre España y los Estados Unidos, alguien en Nicaragua cen.
suró y criticó a España por no haber dado la libertad a Cuba, amén de otros insultos a la madre España, y don Enrique Guz.
mán, refutando esas calumnias, declaró esto: En este rincón donde yo vivo, nunca, después de 1821, se ha denostado a la madre España: no cometeríamos jamás tan estúpida vileza.
Yo nací y me crié, como usted lo sabe, en Granada, la antigua Sultana del Gran Lago y fué en aquel ambiente donde aprendi a querer a España y aunque usted conoce que esos sentimientos anidan en mi alma, por habérselos expresado antes, he creído oportuno declararlos nuevamente aquí, ad perpetuam rei memoriam como también lo dijera mi conterráneo Guzmán en el artículo citado.
Toda aquella organización política con sus célebres Leyes de Indias, promulgadas por el gobierno español, toda esa organiza ción estatal y esa moral social, lo mejor que podía concebirse a principios del siglo XIX, se vino abajo en estas colonias americanas, desde México hasta la Argentina, y en lugar de esos regímenes humanos mantenidos por más de tres siglos, fueron ellos sustituídos por dictaduras y tiranías que perviven en América todavía a mediados del siglo xx. Hay muchas otras cosas de importancia para el estudio de la Libera ción americana que trata el señor de Madariaga en su libro sobre Bolívar, tales co Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica