Nazism

334 REPERTORIO AMERICANO EL GREMIO ANTONIO URBANO TELEFONO 2157 APARTADO 480 Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica Nordau, hacia el Estado judío en Palestina.
La disputa terminó su vida y con su muerte turminó la disputa. La autobiografía del Dr.
Weizmann, escrita antes de la proclamación de Israel, pero publicada después de la misma, en que el primer presidente de Altneuland da su historia del movimiento sionista, ha originado comentarios y hasta polémicas, especialmente en lo que a la interpretación de la influencia de Herzl se refiere. En los monientos cuando la Agencia Judía, en comuni.
dad con el Gobierno de Israel, ha arreglado la aliyá de Herzl, cabe hacerse unas observaciones al margen de esta discusión.
La idea del retorno del pueblo judío al suelo de sus antepasados es, por cierto, tan antigua como la dispersión. Antes de escribir Herzl su Der Judenstaat, Pinsker había publicado ya su Autoemancipación y Hess su Roma y Jerusalem. El movimiento jalutziano había cristalizado en el Este europeo antes del sur to del majestuoso soñador de ojos sensitivos y barba de profeta. Hablar de Herzl como fundador del sionismo puede consuna simplificación excesiva. Una de aquellas que a veces resultan imprescindibles para dar a un mundo veloz un cuadro sintético de un movimiento.
Pero consta que al gritar Herzl su eureka. no sabía de Pinsker, ni de Hess, ni de los Jovevei Zion. Si hubo plagio, fué involuntario. Un sentimiento sionista existía in dudablemente antes. Pero el movimiento sionista comenzó con Herzl. este conocimiento relega a todo lo anterior a Herzl al papel de precursor. Explicar el efecto del Estado Judío como resultado del clima psicológico creado por el proceso de Dreyfus no hace justicia a Herzl. Su éxito consistió en la personalidad de la cual el panfleto no era únicamente un producto fríamente intelectual, sino un pedazo de corazón convertido en literatura. Fué esta extraordinaria unidad de hombre y obra la que hizo surgir a Herzl como líder, símbolo y estadista. Son muchos los líderes sionistas que antes y después de Herzl han logrado entusiasmar a las masas judías y ganar sus admiración por sus dotes retóricas, literarias y políticas. Pero ninguno ha dejado de ser un riortal ante los ojos de los espectadores, líderes, héroes y mártires al igual. Herzl, frecuentemente ingenuo en medio de su genio, y a veces equivocado a pesar de su visión, fué un semidiós idolatrado. si tratamos de formarnos un cuadro de él, a través de sus escritos sobre él (falta todavía la biografía definitiva. llegamos a la conclusión de que en él se estrellan las varas con que se miden hombies. Tantas virtudes y ningún vicio. Tan absoluta seriedad, entrega tan completa de todo a la idea! no fué vanidoso siquiera. No es que hubiera desdeñado en ciertas ocasiones, las poses. Herzl mismo las describe y relata como escogió sus trajes para ciertas visitas. Pero surge de sus diarios un hombre que sabía que ya en vida se había convertido en monumento y que subordinaba su presente a las perspectivas de la posteridad. Ha dejado un legado único e incomparable de pulcritud, entereza y leyenda poética. es esta personalidad armónica que lo ha hecho la figura céntrica de una idea, que por lo demás ha contado con hombres quizás más eficientes y seguramente más profundamente arraigados en la vida judía. El efecto de esta personalidad puede ser medido por cada sionista al recapacitar qué figuras del movimiento más lo ban atraído. No vacilo en decir que a mí me iluminó la de Herzl en primero, segundo, tercero y décimo lugar. Después vinieron los otros.
Un movimiento nacional de un pueblo que vivía en las condiciones anárquicas del judío, no pudo ser siempre estético. Otros habrán contribuído al sionismo su base fisolófica, su profundida y su perfección organizatituir, pues, cional. Pero Herzl y Nordau le dieron el marco de dignidad, poesía sin versos y la sublime belleza que hizo de la utopía un desafío una permanente fuente de inspiración.
Como por un milagro la tumba de Herzl sobrevivió al nazismo y la guerra sin profanación. El traslado de sus restos ha sido desde hace años un postulado de muchos. Vivió cuarenta y cuatro años en tierra extraña y yació cuarenta y cinco en sus entrañas. Es que no quiso pedir un certificado de inmigrac ón a los ingleses. En todo caso, el olé Herzl viene cuando su leyenda ha dejado de ser tal, al Estado que su visión for jó. La tierra de los profetas recibe al último epígono de esa estirpe.
Despedida de GALLEGOS de Cuba Por Roberto ESQUENAZI MAYO (En el Rep. Amer. Cuba llegó Rómulo Gallegos una noche de diciembre. Apesadumbrado, pero enhiesto, con la pena de su patria aherrojada, descendió llanamente del avión quien había sido electo Presidente en las primeras elecciories populares de Venezuela. al aeropuerto acudieron a recibirle, para alentarle, para ofrecerle un remanso entre tanta adversidad, muchos cubanos. En La Habana la muchedumbre se agolpó en el Parque Central a testimoniar el apoyo y la simpatía de este pueblo hacia él. hablaron Roa y Fernando Ortiz y tantos otros criollos de buena contextura. Alli dijeron que la situación existente en Venezuela cia para América, contribución. Se sintió en familia Rómulo Gallegos, y empezó a reorganizar el trabajo literario que los quehaceres de su alto puesto le habían interrumpido. Publicaciones, hombres, entidades, se le brindaron de corazón, y él lo agradeció con modestia de gran hombre. En la toma de posesión de Raúl Roa de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, estaba en el estrado Rómulo Gallegos. los intelectuales, los amanuenses, el pueblo que presenciaba el acto, ovacionó al Presidente de modo tal, que las lágrimas le asomaron.
Pero aconteció que el gobierno de Cuba aceptó a la Junta Militar de Venezuela. De la gente criolla que babía recibido amor y calor Rómulo Gallegos, nada tenía que decir; aquel reconocimiento que el Presidente de Venezuela conoció por los periódicos y nunca por vía oficial o semi oficial le hacía imposible permanecer acá. Entonces, para mostrarle la solidaridad que nunca dejaron de sentir aquellos ajenos al Gobierno cubano, los escritores, admiradores y amigos le ofrecieron una comida de despedida antes de partir para la buena tierra azteca.
Fué en el Centro Vasco el homenaje. Cuarenta, sesenta personas rodearon a Rómulo Gallegos en su adiós, del mismo modo que habíanle abrazado cuando arribó a Cuba. La roche era calurosa. La brisa del Malecón habanero, gentil y acariciadora, brindaba cierto descanso al sudor. Relacionar los que asistieron. Interminable! Roa, David, Novas Calvo, Lazos, Entralgo, Tallet, Riaño, Wangumert, Pogoloti, Sánchez Roca, Delgado.
Ichazo, Ferrater Mora y más y muchos más vinieron a decirle que la actitud oficial de Cuba no era el sentimiento del pueblo; que los que le respetaban y querían como escritor y como hombre de Estado, no iban a cambiar de parecer por simple disposición de un decreto. El caso de Venezuela es el caso de América. escribí en una ocasión. allí, en la roche del 28 de julio, venían a decirle los intelectuales cubanos que así lo sentían y que sus palabras, su vida, su acción, eran el espíritu de todo el continente.
Roa se levantó para iniciar el homenaje.
Deploró la ausencia de Fernando Ortiz, reterido por orden facultativa, quien con plena autoridad, debiera de ofrecer el acto a Gallegos. Ponderó con modo vivaz la significación de la estancia en Cuba del Presidente y reiteró la adhesión de los cubanos a la obra y a la significación política del escritor venezolano.
Dijo Roa que en Gallegos la juventud criolla tenía el erguido ejemplo de entereza y dedicación firmes a ideales y a principios. Los ojos del ex mandatario se turbaron. De modo cálido miró a los concurrentes y a la compañera de toda su vida. Suscintamente Roa advirtió que a despecho de las acciones oficiales tenía en Cuba Rómulo Gallegos amigos y simpatizadores. los asistentes, aun en el último sorbo de café, interrumpieron el tomar para aplaudir sus severas palabras.
Después, Wangumert leyó la carta que Fernando Ortiz había enviado. Fué una sencilla, magnífica adhesión al ilustre venezolaro. Se van apagando las luces. escribió; y advirtió que aún quedaba esperanza, la que no había que perder del todo. Las de Ortiz fueron palabras adoloridas, acongojadas por la partida del amigo, pero comprensivas de su situación y alentadoras.
Se levantó Rómulo Gallegos; pocos advirtieron el temblor de sus manos. Contraído el rostro, acuosos los ojos, vibrante la voz tersa y clara, agradeció todo lo que de él y de su gobierno se había dicho. Trémulo se refirió a Ortiz, como la figura más alta de la inte Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica