284 REPERTORIO AMERICANO como el pristino grito de un nuevo y justiciero Génesis: Revolución.
teces (Y se quedan en el aire los gestos, la voz a medio grito, la mujer en el parto, en su alegría el niño y fluyen hacia ti como pálidos jugos primordiales que buscan tus raíces, que trepan por tus ramas hasta tu flor de sangre, hasta el amargo fruto de tu voz.
Hoy la leche es más leche y la ternura pesa como una piedra hambrienta, los atónitos vientres saben ya para qué concibieron, el río desbordado no volverá a su cauce, el ávido cafeto acaricia las manos de los niños que le ordeñan los granos y las duras raíces del amate ya no preguntan nada; ahora las palabras tienen otros acentos, la música otro ritmo, las manos otros gestos, hoy todos sabemos lo que tú presentías, lo que tus ojos anúnciaban, lo que anidó en tu frente y no lo olvidaremos porque ya es otra entraña dolorosa, sangrante, decidida, firme. ahorcan tus palabras, pero inútil, inútil, en todos los horizontes amanece como un sol familiar, estás en todas partes como un aire bueno, te repartes a diario como el pan de los pobres, no hay muros ni rejas ni cadenas que detengan tu paso, penetras a las chczas campesinas, recorres los oscuros cuartos de los mesones, entras al hospital y vas de cama en cama, avanzas como un río inexorable, no hay plomo que te mate ni puñal que te hiera, te das en cada flor, en cada fruto, en cada vientre fecundo que trabaja te quedas definitivamente grabado a fuego lento, esculpido en la carne que sufre y se rebela, para que no te olviden los izalcos el volcán ruge tu nombre cada siete minutos. los torturadores. los asesinos. Los crueles de la ametralladora. Los que en Izalco hallaron un lazo de ignominia. Viven. En dónde viven. Quiénes eran. Cuáles sus duros nombres?
Entonces sí hubo muertos.
Hubo muertos.
muertos definitivos, para siempre olvidables.
En la terrible fosa de la vida se pudren, sin plegaria ni cruz, sin una lágrima que fecunde con húmeda ternura el anónimo polvo.
Desesperadamente muertos.
Irremediablemente muertos.
Muertos. Muertos. Muertos. Acaso ha sido herido como quien lo hirió. muerto como los que lo mataron? Isaías, 26 Pedro Geoffroy RIVAS.
Entonces nadie ha muerto.
Seguro.
Nadie ha muerto.
No hay un solo cadáver en las tumbas.
Hombres de Sonzacate, de Juayúa, de Izalco, hombres de Atiquizaya, de Colón, de Ataco, veinte mil esqueletos alineados de cuatro en fondo, rígidos, alertas, indestructibles, puros, aguardan la consigna inquebrantable.
Siguen creciendo niños en el llano terrible cerca de Ahuachapán. Todos los mediodías Paco Cháves dispara su fusil persistente.
Víctor Marín repite mi espíritu no tiembla. en cada voz, en cada grito, en el dulce vagido de los niños que nacen, en la flor del izote, en el canto de guauce. Se multiplica el nombre de los que cayeron, de los que ahora caen, de los que mañana caerán sin remedio. la patria. La patria?
Muda pregunta abierta en todos los caminos, en el aire, en el agua, en los ríos de sangre.
Hoy la patria en un grito no nacido, un tumulto aquí dentro, un nudo de palabras que me buscan la lengua Hoy la patria es un amargo dolor inexplicable.
Mañana será un canto desatado, vegetales estrofas de milpa y de cafeto, canción inagotable de tierra y de labranza, de maíz, de panela, de mujer y alegría.
Destino (En el Rep. Amer. Ella vino en la nube, en el mar y en el viento; en la luz de la estrella que alumbró mi obsesión y en la gota de lluvia que mi labio sediento recibió, palpitante, de una rosa en botón.
Yo buscaba otras cosas. Quizá música o versos. Quizá el brillo maligno de algún áureo botin. Tuve sueños felices y otros sueños perversos que robaban la calma de mis noches sin fin. ella vino en el aire rumoroso y violento y en las olas inquietas como mi pensamiento y en la nube implacable de la fatalidad. yo le abrí los brazos con sin igual arrojo por saber que mis ansias, mi capricho y mi antojo, no fueron más que sueños y ella es mi realidad. Los terribles tenientes te buscan todavía, el corazón con su iracundo plomo rabiosos, impotentes, fusilan tu recuerdo, asesinan tu sueño, Román JUGO.
San José, Costa Rica, agosto de 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica