REPERTORIO AMERICANO 379 MÉXICO en su Historia EL GREMIO (En el Rep. Amer. ANTONIO URBANO TELEFONO 2157 APARTADO 480 tió y Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica hacerles, estoicamente, buena cara. Belleza en los anuncios comerciales. Su pie es preciada alhaja. Fellin tiene el estuche.
Belleza en los pregones que cantan. El tamalero llegó con sus ricos tamalitos comprame, caserita, que me voy, que me voy, calentico, picantico, sabrosito; comprame, caserita, que me voy.
En San José de Costa Rica deambuló durante mucho tiempo por las calles, un hombre que transportaba una maquinaria tosca. Con una especie de dulzaina pentatonica anunciaba que se disponía a afilar tijeras y cuchillos.
Recordamos su triste indumentaria, oscura y desteñida como un hábito, porque el hombre parecía haber hecho voto de pobreza y ser un monje del trabajo. Un día de tantos mula Prensa dijo, en nota corta e informativa, que un sujeto llamado José López apareció muerto a la vera de una calle suburbana al pie de su instrumento de trabajo y que su oficio era afilador. Soldado heroico del pacífico y honesto vivir cotidiano expiraba al pie de aquel desvencijado aparato de madera consistente en una gran polea conectada a un pedal con que le imprimía rotación a la piedra circular, mientras la fricción del cuchillo en aquélla, arrancaba chorritos de chispas que parecían estrellitas rojas y diminutas Nunca la música de su dulzaina volvió a alegrar, con el optimismo matutino y constructivo de un ruevo día de faenas, el municipal y tedioso vivir josefino. En tanto nosotros sentíamos que algo muy regional y muy nuestro, unido a la infancia de todos y a nuestras costumbres había terminado con José López, bajo la torpe indiferencia de un periodismo embrutecido y de un pueblo inerte que se descasta y se disipa ya casi sin remedio.
Pero en México, la música del afilador suena por todas las calles anunciando distintas actividades. Parece ser aquel el país que guarda el mágico instrumento con cinco carricitos de sonido dulce, vibrante y agudo que lanza al viento todas las insospechadas y armónicas combinaciones del do re mi fa sol. Mientras la evocadora tonalidad se escucha, pasan por la calle las mujeres luciendo su gracia en ese remango del rebozo, cuyas volutas y combinaciones, para nosotras que sólo recordamos ya ruy levemente, los lindos rebozos salvadoreños de nuestras antañonas, y condenadas por la gran industria a atenuar el frío con la swelor yanki, son un misterio imepenetrable e imposible de repetir con nuestras manos torpes y profanas. menos aún lo sería aquel, que produce un bolsón fuerte y seguro al lado de la cadera, donde se transporta maternalmente el niño de meses, con perfecto desembarazo.
Escenas cautivadoras ofrece por doquiera el pueblo, que a pesar de la espantosa miseria en que el sistema capitalista mantiene a todos ios pueblos de la tierra en donde impera, sabe conservarse resueltamente idéntico a sí mismo, sumido en sus gloriosas tradiciones, saturado de ellas y extrayéndoles la fuerza para la acción salvadora que inexorablemente señala e! porvenir y que lanzará también hacia la luz de la justicia y de las libertades irrestricsus hermanos menores, como ocurrió cuando el grito de Independencia.
En México los miserables, los anónimos, los humildes se arrogan derechos in alienables a pesar de su doloroso y desgarrador drama social. nadie se le ocurre la inhum. na ocurrencia de que estorben, como ha pasado en Costa Rica con esas horribles disposiciones totalitarias que prohiben las ventas ambulantes y las castigan con cárcel y con la persecución de la actual ridícula y antipática guardia civil. Es dulce y tolerante aquella patria para sus hijos, que hechos montoncitos por familias, instalan sus pequeñas ventas en los rincones de las aceras sin que la policía, que todavía es policía y que todavía lleva el para llosotros familiar uniforme azul, les cobre inpuestos, sin que nadie los perturbe ni les falte a la elemental consideración que merecen. csto se explica dentro de lo humano: mientras no tengan todos los hombres, mediante un régimen justo, derecho a la vivienda y a ur normal y decente subsistir, sería cruel y monstruoso perturbar a quienes, dentro de su precaria situación, se defienden como pueden, haciéndoles más dura su desgracia con cárcel y multas.
Por la noche se escuchan los organillos con sus sones folklóricos. Aires románticos, melodías dulces, valses, mazurcas, tonalidades melancólicas que nos traen la saludable y confortadora reminiscencia de lo tradicionalmente nuestro, que nos avivan la fe en lo genuino y noble de nuestra cultura, porque México la afirma, la proclama y la exhibe en toda su magnificencia, orgulloso de ella. En tanto, y sentados en una de aquellas sillas vienesas que los atolondrados costarricenses convirtieron ya ha tiempo en leña, recordamos el decir de Martí. México es la ciudad donde no se siente la pena de vivir. pensamos: no dudarlo es en México donde está la razón de ser de lo latinoamericano y sobre todo, la razón sagrada de nuestra dignidad de pueblos soberanos, para tantos ya perdida y maltrecha. De ahí esa placidez de ánimo, casi eufórica, mezclada a veces con la nostalgia de nuestro pasado, que centimos particularmente los costarricenses en aquel ambiente de amplísima y absoluta denocracia. De ahí esa dicha intima nuestra allá, de niño que se ha ido a vivir con los abuelos maternos en la casona solariega, acogedora y dulce, cuando ya en el propio hogar, le ensombrece y le amarga la vida, la presencia de una antipática madrastra cruel vocifera en inglés.
Quizás sea Quetzalcoatl, la mitológica deidad a que debemos encomendarnos para que por piedad, detenga ya nuestro descastamiento y esta disipación casi definitiva, que es la antecámara de todo vasallaje!
Sobre dos grandes culturas que son verdaGeros colosos angulares, la azteca y la grecolatina, descansan la soberanía, la fuerza y la inconmovible afirmación de México. Ambas cxquisitamente espirituales, explican la belleza que lo satura todo, los rincones, los objetos más humildes, el vestuario, los ornamentos, decoraciones, bajo relieves y los detalles infinos. Si de rascacielos se trata. no es de cajones descomunales, informes y horribles amontonados sin el menor sentido de ese elemento arquitectónico fundamental que es el inter espacio, llenando sólo prosaicas y angustiosas necesidades de alojamiento. El rascacielos en México tiene las armónicas y aeriformes proporciones que le imprimen una sutil y vibrante agilidad neo goticista. es que en todo se arrogan, podría decirse, el sagrado derecho a lo amable, bello y festivo de la vida, aunque a la actual y pavorosa crisis mundial del sistema y al mal tiempo general, haya que rubia que Los materiales más humildes, el barro, la paja, las fibras, el latón, la piedra, la madera, los elementos cósmicos, para este pueblo que bereda de mayas y aztecas un profundo sentido cósmico, las conchas y los guijarros, los tiestos, todo se ennoblece, se dignifica y sublimiza, cuando cae en aquellas manos milagrosas, de admirable originalidad.
Pueblo de sabiduría milenaria se aferra a su ancestral razón de ser. Cuida su toponimia indígena, sin sustituirla jamás como nosotros con ridículos nombres de santos, pero sin dejar por eso de asignarles a éstos, la urna que les corresponde. Eso sí, a Cuahutemoc se le erige uno de los más bellos monumentos del inundo, dando el indio, redivivo en bronce, el más gracioso paso con que pueda avanzar el ágil gaibo de su raza. con los monumentos a sus proceres y a sus héroes, a sus grandes personajes civiles y políticos y a los más destacados de la Ciencia y el Arte, le recuerda México a su pueblo en forma perenne, que ellos fueron quienes, con su acción y sacrificio le dieron patria independiente. Pero Hidalgo y Morelos, Juárez y Zapata, no son sólo monumentos inmortales. Son inspiración tutelar y fecunda para los que, surgiendo de la misma entraña heroica y siguiendo el mismo ejemplo que aquellos simbolizan, sabrán en no lejano día, darle al pueblo también patria justa donde ya no pueda concebirse la explotación del hombre por el hombre.
Por eso, maltratado y escarnecido en las tierras manchegas, Don Quijote es ahora y ufanándose de ello, ciudadano de la Nueva España. Su nobilísima silueta, lanza en ristre y jinete en Rocinante, se mueve a sus anchas, en su propio elemento y en el amplio y libérrimo espacio que les ofrece el gran México, a los Caballeros del Ideal y a los Apóstoles de la Justicia.
tas a Emilia PRIETO.
La soberanía de México se explica porque cuida su historia gloriosa, sa tradición y sus próceres, como cuida un hom.
bre las niñas de sus ojos.
San José, de octubre de 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica