FascismSocialismViolence

REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLIV San José, Costa Rica 1949 Domingo 30 de Enero No. 21 Año XXIX No. 1072 Gracias a Juan Marinello Por José CHAVEZ MORADO (En Hoy de La Habana. Octubre 1948. En el homenaje rendido a Juan Marinello el dia 24 de septiembre por mexicanos y españoles en la ciudad de México. Centro Republicano Cultural Andaluz el pintor Chávez Morado dijo, a nombre de los mexicanos presentes, estas palabras.
México, a su vez, debe de haber trasmitido a Juan la fuerza obstinada de su subsuelo y descubierto con el ejemplo su trascendente misión americana. Abrazado a ella, ha crecido a los ojos del continente hasta convertirse en un gran líder y un gran maestro de América.
Querido amigo, compañero y maestro Juan Marinello: Nosotros en México, inspirándonos en nuestras tradiciones de libertad y lucha revolucionaria y en el ejemplo glorioso de la revolución socialista, tomamos el camino callado y eficaz de la militancia diaria, de la participación activa en las luchas de nuestro pueblo.
Recuerdo con orgullo el papel que los artistas inexicanos han tenido en innumerables batallas. Por ahí han volado miles de hojas ilustradas con nuestros grabados: hojas contra la carestía de la vida y contra los acaparadores, contra el fascismo internacional y el criollo, contra los corruptores y traidores de las luchas obreras y campesinas, contra el imperialismo y sus peleles nacionales. Obras al parecer efímeras y que sin embargo tienen perdurabilidad por el acoplamiento perfecto de la técnica al contenido y por la sincera emoción que las produjo.
PBHIXENCH Juan Marinello (1948)
tes políticos eran limpios; había luchado infatigablemente contra las tiranías que habían encadenado a su isla: era de cultura profunda y humana, sensible a lo bello, sobrio y viril.
La participación en estas escaramuzas, más una continua revisión doctrinaria, han revolucionado nuestros conceptos estéticos, salvado a la pintura mexicana de caer en la decadencia en que se debaten tanto la Escuela de París como sus filiales, las pinturas coloniales de los países que no han logrado una madurez de expresión artística.
Un grupo de amigos tuyos, mexicanos, me oncargó te dijera unas palabras sencillas de pintor en esta noche de cordial bomenaje en tu honor. En verdad, debería pintar en vez de bablar; mejor fuera que escu viese en mi estudio preparando telas y pinceles, pues debo a Cuba tu retrato.
Perdóname, y perdónenme todos los presentes, mi llana y torpe forma de hablar, propia de los hombres que derivan sus palabras de sus experiencias. Por ello, tendré que haLlar de mí para hablar de Juan; para decir, al menos, cuánto le queremos aquí.
Lo conocimos en la época del gobierno del General Cárdenas, cuando el zócalo se llamaba la Plaza Roja de México. Poco hacía que había yo llegado de mi provincia y me ocupaba en cultivar las dotes que heredé para las artes plásticas. En esa época sólo existían en México dos tipos de artistas modernos que pudieran servir de guía a los jóvenes. Los primeros no merecen en verdad mencionarse, ya que no resisten el análisis más superficial: eran los extranjerizantes, ávidos copistas de modas, escapistas, egoístas y cobardes.
Los otros, los segundos, que son en realidad los primeros en todos sentidos, eran los grandes pintores del muralismo mexicano, deformes de ser tan grandes, con debilidades y torcimientos producto de una gran pasión, barrocos y grandilocuentes, capaces de las mayores generosidades y de los más cerrados egoísmos, sujetos a fatales errores. Siempre, en su campo, me han parecido gemelos a los caudillos de nuestra Revolución.
Como era natural, los que imprimieron su orientación fueron los artistas del segundo grupo. Sin que se lo propusieran, sin ejercer influencia personal directa, nos modelaban sin aceptar la responsabilidad de su magisterio.
La llegada de Juan Marinello cambió la situación. Lo encontramos en una organización que equivalió a una escuela, en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, centro de las actividades culturales de aquella época, en la que aprendimos más de lo que universidades y academias pueden trasmitir.
En Marinello encontramos, por fin, un maestro; admiramos, ante todo, su equilibrio, equilibrio magnífico producto de la madurez de una vida. Sabiéndolo valiente y sacrificado, nunca le escuchamos bravuconerías, ni le conocimos resabios de amargura; sus antecedenEl trato diario, el peligroso y delatador trato dialio, acrecienta a Marinello. Su fraternal, sencilla y confortante conversación lleva tramada finamente la apostolar presencia del maestro; franco y cariñoso, tiene el recato y la dignidad del caballero.
Convivió con nosotros hasta 1937 y luego partió a España, que se debatía entonces en la guerra de agresión fascista y donde tuve el privilegio de encontrar, en aquellos días amargos, de nuevo a Juan.
Por eso, al llegar en este momento el enjuiciamiento de las manifestaciones del arte en los últimos treinta años, vemos destacarse en el campo internacional dos corrientes, una decadente, deshumanizada y morbosa Escuela de París y sus derivados, hoy en quiebra, y la otra: realista, humana y vigorosa, que supo tomar de las tradiciones más sanas de la misma escuela francesa Cezanne los elementos de construcción, ritmo y monumentalidad.
Una de las características que más sorprenden en Marinello es su dominio y señorío del ambiente. En México, se mueve con soltura y arraigo; en España, como un español. Estoy seguro de que así lo hará en cualquier lugar que pise. Es un ciudadano del mundo, en el más profundo sentido del término. la cabeza de esta última escuela está el arte mexicano. Ha pasado ya los años de prueba, rechazando con éxito contaminaciones perniciosas y los ataques a la decadencia del arte de Occidente, que han esgrimido con innegable fundamento los críticos soviéticos, sólo servirán para fortalecerlo.
Seguramente que Juan no se llevó una idea clara de la profunda huella que dejó entre los jóvenes de mi generación. Creo que, de haberlo sabido, su modestia se hubiera conturbado.
Pero así fué: nos dejó un ejemplo de integración creadora, de solidez de forma y de pureza. Nucstros esfuerzos han consistido desde entonces en conciliar la violencia con la sinceridad, lo barroco con el orden, el color con la forma, la acción con el pensamiento.
Gracias, Juan, por tu participación al orientar los años decisivos de nuestra juventud: salvaste nuestras obras y aun nuestras vidas de verse frustradas. Hoy queremos estar a tu lado en la lucha de nuestros pueblos contra la guerra, la tiranía y el hambre. Esperamos cumplir. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica