344 REPERTORIO AMERICANO Don Luis ORREGO LUCO APUNTACIONES BIOGRAFICAS Por Eugenio ORREGO VICUÑA (En el Rep. Amer. Concluye. Véanse. las entregas anteriores)
XX LOS ULTIMOS DIAS Caen las arenas en los relojes del tiempo y nada podemos retener, recoger ni recobrar.
En la lápida de un hidalgo castellano se lee que sólo tuvo lo que dió. Sólo tengo lo que di. BAXENCE Luis Orrego Luco así nuestras vidas, que van corriendo hacia el mar sin horizontes. De cuanto el Destino nos dió sólo fué realmente nuestro aquello que a otros pudo favorecer, aquello que trascendió en bien colectivo.
El autor de Casa Grande, de Idilio Nuevo y Playa Negra, el Ministro que propició con tesón incansable la ley de instrucción primaria obligatoria, el diplomático que laboró en defensa, no sólo de su patria, sino también de la paz entre las naciones de América; el general que con heroísmo derramó su sangre en defensa de una causa que creía justa, el ciudadano que cruzó limpiamente el escenario de su tiempo, tiene bien ganado su acervo espiritual.
Como el hidalgo de Castilla posee lo que dió. lo que dió ha sido mucho.
Corrieron en apacible serenidad sus últimos días. La pluma cayó de las manos cansadas, pero el espíritu alerta libraba las últimas batallas con la envoltura terrena. Vinieron los achaques, el mal del corazón se acentuo, sin que le valieran las curas invernales en Viña del Mar. En mayo de 1948 le sobreviuno una bronconeumonia y a fines de setiembre violenta hipertensión, seguida con poca diferencia de otras dos neumonias, a la última de las cuales no pudo resistir. Pero la chispa se mantenía y un día en que Meche, su noble enfermera, le abanicaba para aliviarlo, dijo sonriendo: Vean cómo yo, que fui siempre modesto, me doy ahora tantos aires. hacia el final de la batalla, estas palabras pronunciadas valerosamente, sin amargura alguna, como hubiese podido proferirlas el día de Concón: Estoy vencido.
Realmente estaba vencido y fueron las últimas.
El viernes de diciembre, a la una y cuarenta y cinco minutos de la tarde, rodeado de sus hijos y en el instante en que el Párroco de la Vera Cruz concluía las postreras oraciones de la Iglesia, su vida se apagó santamente.
tía noble, comprensiva y generosa. Escribió novelas admirables, novelas que siempre fiyurarán con honor en nuestra historia literaria y debo afirmar, con profunda sinceridad, que Luis Orrego es a mi juicio nuestro primer novelista, el más ilustre y grande de todos; mayor que Blest Gana.
Añadió Alessandri en su hermosa oración fúnebre: no sólo fué un gran escritor, sino también un gran ciudadano, un ciudadano ejemplar, que dedicó a su patria todas sus energías.
ses y de no pocos perfiles cogidos del medio ambiente. Mientras se desencadenaba en contra mía una tempestad social; cuando todos se creían aludidos, dándose nombres de personas a quienes no conozco ni de vista y hasta cuya existencia ignoraba, pues era moda creerse retratado en Casa Grande; cuando se desconocía en absoluto mis propósitos y mis ideas, cuando una parte de la prensa me asaltaba, surgió de repente otro peligro. Mi libro se convertía en cuestión religiosa. Ciertos respetables sacerdotes, cuyos méritos y virtudes soy el primero en reconocer, pero cuya infalibilidad tengo el derecho de discutir, encontraron que mi obra era inmoral y contraria a los principios de la Igles12. La prensa católica se aprestó a combatirla y recibí la notificación en una carta hidalga y franca del director de La Unión, el hábil y distinguido periodista señor Cariola. vuelta de algunas alabanzas generosas y acaso excesivas, a la parte literaria, colocándola junto a las mejores novelas de América, me decía. Qué interesante, mejor dicho, qué cmocionante!
Del concepto equivocado de que Casa Grande encerraba alegato vigoroso a favor del divorcio, provinieron enconadas embestidas de elementos sectarios. Guardé silencio cuenta Orrego Luco profundo silencio, en los momentos en que me asaltaban en todas partes convirtiendo mi persona en blanco de todo género de ataques y casi transformando mi modesto libro en cuestión religiosa, en ariete social que planteaba en Chile, por primera vez, la cuestión del divorcio. Dijeron otros que era un libro de escándalo y de negocio, cuando no podían ignorar que se ha vendido a precio de costo. sobre poco más o menos.
Nadie me sacó de mi silencio: no pedía cuartel, ni trataba de explicar mis intenciones. El libro debía defenderse solo y en esa hora de prueba, de ataques despiadados y sin ejemplo en Chile, debía yo hacer la defensa interior y callada de la palabra evangélica: No vacilemos. arriba Dios nos ve y nos juzga. agrega en ese histórico documento literario: Pasará el tiempo, se calmarán los nervios de los que tengan algo de razonables y tranquilos. Muchos permanecerán injustos; aso algunos mirarán con odio, ninguno con indiferencia, al autor y al libro de Casa Grande. Pero estoy seguro de que pocos, en Chile, podrán olvidarse del grito de agonía, de la emoción muy honda que brotan por sí solos de las páginas del libro y que corresponden a un estado del alma. algunos meditarán sobre los problemas hondos y graves que comienzan a diseñarse en nuestra sociedad y en nuesla vida. Son semillas arrojadas al surco. Germinarán en su día, en un día de verdad y de justicia.
Villavicencia, Villa María.
Diciembre de 1948.
Notas: XXI (1) El autor se vio obligado a salir a la palestra en defensa, no de su obra, que no lo requería, sino de los procedimientos empleados y de los sentimientos que animaran su gestación. En la Historia de Casa Grande, publicada en El Mercurio de Santiago el de julio de 1909, dice Orrego Luco: Me llovían los ataques en pos de las alabanzas, me insultaban, mc calumniaban, me formaban escenas en los Lailes, y sentía en la atmósfera los signos que anuncian escenas tempestuosas. Casa Grande agrega en esa defensa que Omer Emeth calificó de brillante no es la novela en clave que ha creído leer una parte del público por cierta mixtificación bien fácil de explicar; no se refiere a cierta dolorosa tragedia. y sus personajes, si bien reales, son cnteramente diversos de los que se comenta sottovoce. Esto dice don Emilio Vaisse, a inodo de acotación empero, no impide que, en mi opinión, los personajes de esta novela sean más reales que la realidad misma. Ayudaban a esa acción perturbadora añade el autor, refiriéndose a las falsas imputaciones de que era víctima la innegable realidad de algunas anécdotas, de muchas fra SU OBRA ES INMENSA.
Junto a su féretro, el Presidente del Senado, don Arturo Alessandri Palma, pronunció palabras de justicia: Su obra es inmensa, dijo, porque es la de un artista profundamente chileno, que analizó nuestra vida nacional en sus principales aspectos y supo retratar en forma acabada no sólo al mundo aristocrático en que había nacido y cuyos errores condenó con valentía, sino también al roto sufrido y trabajador, por el que tuvo siempre una simpa(2) Recojo del discurso del señor Lillo, algunos párrafos que estimo pertinentes para el mejor conocimiento de don Luis Orrego Luco. Era un niño cuando el Consejo de Instrucción Pública prendió en su pecho la clási(Pasa a la pág. 350. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica