REPERTORIO AMERICANO 230 Nocturno sentimental Esta carta (Atención de la autora. En el Rep. Amer. San José, 18 de junio de 1949.
Dejad hilar mis pensamientos, en la rueca del recuerdo.
Sr. don Baldomero Sanín Cano.
Bogotá.
Es media noche y escribo en el silencio y la calma; ni una brisa que haga ruido, todo dormita en la estancia.
Estoy triste: veo mi vida escabrosa y sin un fin.
La primera hoja del libro de los años que viví está toda muy borrosa y no alcanzo a percibir ni el pasado ni el presente, mi futuro se ha nublado en la página diez mil.
Quiero escribir esta noche de inquietud; no estoy soñando.
Aún tengo un poco de luz en mi mente y en mi mano.
Miro de pronto milagros: la pantalla de marfil que tengo sobre mi mesa, gira y gira sobre sí.
y se apaga y se ilumina.
Como cine del recuerdo, de pronto veo revivir los fantasmas del pasado. de lejos vienen a mí.
Mi primer cuadro de vida: una niñita feliz que juega todas las tardes con su perrito Mimi, un bebé de celuloide y un pianito de París; eran mis tres ilusiones. tres juguetes que perdi. Da otra vuelta la pantalla. quince años ayer cumplí; tengo un traje color rosa, un anillo de rubí, y un novio que escribe versos imitando a Lohengrín.
En el aire olor a vida, a claveles, a ilusión. Charrasquear de las guitarras: serenatas del amor. El amado que se acerca; sentir muy queda su voz.
Esperar en la ventana con los sueños del querer.
Luna, noches de verano; dulces horas del ayer. Traje blanco, velas pálidas, mucha luz en el altar.
Juntas las manos temblantes en plena felicidad.
esos cadenciosos ritmos de la música nupcial me atormentan en esta hora de quietud y soledad: llegan las notas ligeras como ramos de azahar.
Acabo de leer, con cierta angustia, en el Repertorio Americano, un artículo suyo de El Tiempo de Bogotá, en que nos cuenta cómo sus compatriotas de todas las clases sociales, buscan, por un impulso digno de ser explicado, los caminos de la inmigración. extiende usted el fenómeno a otros países de nuestra América. Con cierta angustia, porque ya un culto viajero me decía que en Colombia se respeta la vida del hombre y todo cuanto s: refiere a los derechos del hombre como en cualquier país verdaderamente civilizado, pero que las dificultades para viajar por el país eran tántas colas interminables para sellar papeles y más papeles que daba pena pensar en un nuevo viaje por esas tierras.
Si los hombres más cultos del país y los extranjeros más distinguidos afirman estas cosas, Colombia sigue siendo, según los buenos observadores, un país difícil que yo no había imaginado. Estas impresiones me hacen recordar a otras naciones americanas que aún dan la idea de pequeñas provincias, aunque en sus ciudades empiece a levantarse, con orgullo, el esqueleto de los rascacielos. aunque, como en el caso de Colombia, la cultura haya echado en pocos siglos, profundas raíces. es que estoy de acuerdo con usted al poner el acento en las líneas elementales de la vida social, cuando queremos definir el grado de cultura de un pueblo. Por qué los americanos deseamos salir de nuestros países. Por qué deseamos vivir en París, en Londres, en Florencia o en Roma. por qué los habitantes de esas ciudades europeas no quieren salir de ellas?
Me parece, señor Sanín Cano que, hablando con toda franqueza, el hombre que preficre a París y a Florencia sobre Bogotá y San José de Costa Rica, no tiene mal gusto en el fondo, así como el londinense que escoge a Londres entre esta ciudad y Quebec y Sidney. como el muchacho que prefiere la manzana al simple coyol de nuestros litorales. No obstante, su lección creo yo está en otra parte: usted no culpa al colombiano o al costarricense que prefiere vivir en Francia e Italia, que en Costa Rica o Colombia. Su aguja apunta para otro lado. Hay agua de fondo en eso de no estarse quieto en su propia casa. yo me imagino que, aunque tenemos buenas universidades y escuelas y colegios de toda clase, la casa no está arreglada al gusto de nuestra cultura. esta conclusión me interesa grandemente, para ver el modo de denunciar lo que hay de malo en nuestro papeleo engorroso, en nuestras costumbres provincianas, más sentidas en Europa que en ninguna parte cuando se presenta por allá un americano, del Norte o del Sur. quién mejor que usted lo sabe, después de haber vivido en Europa tantos años y tan provechosos para nuestro continente.
Somos, por tanto, provincianos y deseamos salir, alguna vez al menos, de la provincia donde los defectos forman, más que las cosas buenas, el carácter nacional.
Sé que todo eso es hilar muy delgado y más tratándose de interpretar el pensamiento marginal de un escritor como usted, cuya claDa otra vuelta la pantalla. mi vida jugando está y los años van pasando: cinco, diez y muchos más.
Mi jardín ha florecido: tres rosas tiene mi hogar que han perfumado mi vida con su risa y su cantar. De pronto mi estancia queda sumida en la oscuridad y mi lámpara nocturna no quiere más alumbrar. Los fantasmas del recuerdo, los fantasmas, ya se van; mis manos, inútilmente, los pretenden sujetar y sólo sombras me quedan en mi fría soledad. hoy, muy lejos de mi tierra, donde todo era esplendor, conviviendo con la plebe, comiendo pan del Señor sin discordias y sin llantos. y hoy veo a mi alrededor ojos que miran con sangre, indiadas de perdición donde levantan blasfemias, hablando en nombre de Dios; comulgando con el alba prenden velas al Señor y así encubren el engaño estas gentes sin fervor; se creen Hombres Superiores y no tienen corazón. hoy te quiero más que nunca, tierra noble y consagrada, heredera de Castilla, heredera de la fama.
Linaje puro y bravío de clarín y de batalla, de raza que nació libre y que jamás será esclava. Volver a tener veinte años y vivir entre los sabios. volver a tener veinte años sin esclavitud y hermanos en naciones y costumbres: centro americanizados. Viviendo el Siglo de Gloria, de la atómica y del radio en Costa Rica Española que a todos tiende la mano. Rosario de PADILLA. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica