REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLV San José, Costa Rica 1949 Domingo 20 de Marzo No. Año XXIX No. 1077 Rubén Darío y la música Por Pio BOLAÑOS (Envío del autor, en San José de Costa Rica, enero de 1949.
Entre los autores que han estudiado la obra poética de Rubén Darío, Francisco Contreras, Arturo Torres RiosecoAlberto Ghiraldo, Máximo Soto Hall y Arturo Marasso, no hemos encontrado se hiciera por ellos algo especial para investigar las fuentes de la música en la poesía del aedo nicaragüense. Apenas Marasso, quien más ha ahondado en las fuentes donde bebiera aquél su inspiración poética, nos dice cosas muy someras sobre las fuentes musicales de Darío.
Por otra parte, no hemos tenido oportunidad tampoco de leer los trabajos de otros dos chilenos: Silva Castro y Armando Donoso que últimamente han escrito sobre Dario: por lo tanto, ignoramos si alguno de éstos ha estudiado esta fase de su obra. Más bien casi todos, exceptuando a Torres Rioseco y a Marasso, se han dedicado a hacer obras biográficas de nuestro poeta.
Es verdad bien sabida que el poeta verdadero nace con melodías en la mente, y el mismo Darío en el Preludio de Cantos de Vida y Esperanza, nos dice: ali Dizi Purple Big Esto no indica, que ellos fuesen escritos para canto o lectura, y tienen, sin embargo, ciertas cualidades para el canto. Este es breve, apasionado, no es fábula, sino el alma de ella.
Homero escribió su épica de la cólera de Aquiles. El poeta simplemente cantó cuán asombrosa es la pasión de ese desordenado aspecto de la venganza. Todo es sentimental y por lo mismo, casi todo lo lírico es corto. En la poesía lírica sus notas afluyen libremente y sus ritmos van señalados o marcados por las palabras. Nadie puede distinguir, rigurosamente, entre sonido y sentido. El primero pertenece a la impresión que se quiere trasmitir y es inseparable de ésta. Un verdadero lírico no necesita nunca componer música: lo suyo es música, discurso cantado. Forma uno con su espíritu; su cuerpo con su alma. En el canto descansa la escena de la poesía lírica. La oda griega del tipo de las de Píndaro, fué escrita para ser cantada por el coro. Hasta allí lo que el autor inglés dice sobre la lírica y la música, y aunque sólo se refiera a la primera, concuerda con lo que anteriormente sentamos: que la poesía y la música van siempre juntas en la elaboración poética y no pueden desligarse, ya que las dos poseen elementos afines y formales. al genio de Rubén Darío, decimos, no podría faltarle la facultad divina de que habla Wordsworth, ni la arrolladora influencia del arte musical a que se refiere Goethe: y bien sabemos lo probó a lo largo de toda su obra poética Darío poesía, además, el asombroso poder de evocar con esplendor la fantasía de su imaginación. Allí están su Azul con sus Prosas Profanas, sus Cantos de Vida y de Esperanza, creados en la edad madura y sus lucubraciones cuando principiaba a cantar en su nativa Nicaragua, como Abrojos; atestiguande éstas y aquéllas, que gozaba de la facultad divina del aedo y ejerció siempre en su mente buena influencia el arte musical. De esta última influencia vamos a ocuparnos ahora, buscando las fuentes donde bebiera para expresar algunas de sus armoniosas estrofas.
Yo soy aquel que ayer no más decía Rubén Darío (Retrato de Vázquez Díaz)
en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana.
peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la armonía.
gos, cuyas obras más o menos han llegado hasta nosotros, los cuales recitaban sus poesías al son de la lira. es que todos ellos, tanto los antiguos de la edad clásica como los que llegaron después recitaban sus poesías al son de la lira. es que todos ellos, tanto los antiguos de la edad clásica como los que llegaron después, poseían, a decir de Wordsworth: The vision and the faculty divine. por ello, cuando pensamos en el máximo poeta nicaragüense, recordamos el bello mito del nacimiento de la poesía de Euripides en Ifigenia en Tauride, donde el poeta de la Hélade nos pinta a Apolo, sentado sobre el trípode de oro del verdadero trono en el más remoto y oculto lugar del poético santuario junto a las olas del Castalia, en el templo, centro del mundo, para cantar a los mortales el porvenir.
También sabemos que Homero y Píndaro, aunque se apoyasen en el mito o en la leyenda para producir sus clásicos cantos, mezclaban en éstos la música; y en los glosadores alejandrinos leemos asimismo, que los rapsodas cantaban acompañados de la lira de siete cuerdas de la flauta doble, para dar mayor armonía a sus recitaciones, como también lo hacían en la Edad Media los trovadores.
Homero, en el octavo canto de la Odisea nos cuenta como Demódico el divino y amable aedo era excitado por la Musa para loar la gloria de los guerreros con un cantar cuya fama llegaba entonces al anchuroso cielo.
Más tarde, encontramos los líricos: Anacreonte, Safo, Alceo, Stesicore, Baquilides y otros de esa pléyade de inmortales poetas grieY si pasamos de los griegos a los hebreos, encontramos también que estos últimos cantaban sus himnos religiosos, como se lee en los Salmos del Rey David: Alabad al Señor con la citara, cantadle himnos tañendo el salterio de diez cuerdas. Salmo XXXII. Para Goethe la música es la fragancia de la concepción poética; es el elemento en el que toda la poesía fluye como el río al mar. él mismo, según confesión propia, la música le servía para calmar su alma, dar rienda suelta a su espíritu y dulcificarlo. aquietándole para convertirse en una fuente de inspiración directa de actividad creadora, y finalmente, consideraba a la música como una influencia que domina todo, y de la cual nadie puede darse cuenta.
Francis Turner Palgrave, en su Golden Treasure, antología y anotaciones sobre la poesía inglesa, al explicar la lírica, mantiene que muchos de los más celebrados poemas líricos nunca han sido compuestos para música.
Principiaremos este trabajo con la Marcha Triunfal, por ser este poema suyo el más conocido, recitado frecuentemente en las veladas de nuestros colegios y popularizado a su vez en toda América por la recitadora argentina Berta Singerman, quien siempre lo lleva entre las obras de su repertorio.
era de ello, la Marcha Triunfal tiene, para los nicaragüenses, doble significado primero, por haber sido inspirado y mostrar la influencia de la música del Himno Nacional de Nicaragua como se verá después; y segundo, por ser obra del mayor y el mejor exponente de la poesía de su patria.
Desde sus primeras estrofas, la Marcha nos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica