REPERTORIO AMERICANO 333 sas de un modo distinto al modo como hoy metemos la tijera, halla saludable su ejercicio para ayudarnos a la liberación de la idea, a ver la cosa más allá de la opacidad de la palabra. luego įhubo jamás un esfuerzo comparable al de los griegos por dar a la palabra toda la fluidez del pensamiento. iPor eso nos atrevemos, aunque sea en la conversación, a decir que la lengua de los griegos es una lengua de humo. Si el buen sentido es la dirección natural del alma, no quiere esto decir que las vicisitudes de la acción y la cultura no perturben incesantemente tal dirección. Pou eso la educación hace falta, y más aquella que se inspira en el entusiasmo de las grandes ideas y los grandes actos. Ciertas ciencias tienen la ventaja de rozarse muy de cerca con la vida.
El estudio profundo del pasado ayuda así a comprender el presente, siempre que nos guardemos de analogías engañosas y, como dice un contemporáneo, no busquemos en la historia leyes, sino causas. Jóvenes alumnos, creeedlo: la claridad en las ideas, la firmeza de la atención, la libertad y la moderación del juicio, todo esto forma la envoltura material del buen sentido; pero su alma es la pasión de la justicia. Sin tal estrecho parentesco, sin esta intima armonía entre el sentimiento de lo real y la facultad de con moverse profundamente por y para el bien, no se comprendería siquiera que Francia, tierra por antonomasia del buen sentido, se hubiese visto levantada a lo largo de su historia al empu je interno de los grandes entusiasmos y las pasiones generosas. La tolerancia que ella ha inscrito en sus leyes y que ha enseñado a las naciones le ha sido revelada por una fe ardiente y juvenil; las fórmulas, las más prudentes, mesuradas y razonables del derecho y de la igualdad, le han subido del corazón a los labios en los momentos de mayor entusiasmo.
Alfonso REYES México, agosto de 1948.
que seguir lo que nos señalaron. cómo merecemos o demerecemos, si somos irresponsables?
La intención, ha de tomar el rango que le pertenece en el momento del juicio.
Dos, cien, mil individuos podrían vivir vidas idénticas, en cuanto a fijaciones anteriores exactas: punto de arranque, accidentes, compañeros de ruta, meta final, etc. Reaccionarían, igualmente, ante los mismos obstáculos. Se comportarían del mismo modo ante el dolor, o la alegría o frente a exigencias de altruismo? Seguramente, no. Unos, ante los golpes de la desgracia, se abatirían hasta el extremo de imposibilitarse para avanzar; otros se matarían; pero habría quienes continuarían avanzando esperando hallar, al fin, paz a su espíritu maltratado. Lo mismo sucedería con las reacciones frente a la dicha. Habría quienes caerían en un estado de placer egoísta; quienes sólo darían satisfacción a sus ansias carnales: pero otros se mantendrían serenos y se pondrían al servicio de la necesidad ajena. En un juicio final, el veredicto, habría de ser, pues, distinto, según la intención empleada.
Si existe una Omnisciencia Divina, nuestra vida ha sido predeterminada desde el día de la creación en vista de la necesidad del orden global del Universo. Existiría el destino; pe10 nuestra futura felicidad en la supervivencia estaría en razón directa de la recta intención de nuestro pensar, querer y obrar.
La intención vendría a ser como una condición amorosa que determinaría situaciones no captables para nuestra mente en otra vida que empezaría en nuestra muerte. Sería el núcleo central del hombre espiritual.
Los conflictos del trayecto actual pueden ser trágicos; pero debe de tenerse en cuenta, en último extremo, la voluntad desarrollada ante el choque de nuestra determinación con el destino. Sepamos o no su presencia, la lucha ha de ser tal que nos valga la consideración de los hombres. de cuyo conjunto somos una unidad y la de Dios.
Del destino (En el Rep. Amer. dose, adelantan más y más, aunque sea en las tinieblas, lastimándose en las caídas.
Si somos libres no existe la preformación de la ruta de nuestra vida y, si por lo contrario, existe ésta, entonces no somos libres: somos unos desventurados aventureros ascendiendo la cumbre de la ilusión, sintiendo, en cada descanso, el frío del desengaño. Y, si no somos libres. qué será acto moral? Para contestar, he de recurrir a la intención. En ella ha de estar lo meritorio o vituperable de nuestra actuación.
Supongamos que sí, que ya tenemos trazada la ruta que hemos de caminar sin caer, Dios nos libre, en la injusta predestinación ni en la arbitraria concesión de la gracia con lugares enmarañados y otros edénicos; con los dolores los goces; con los seres que hemos de encontrar en ella: hasta con la meta en la que expiramos, y preguntamos. dónde estará, pues, el mérito de nuestro vivir? Si no hacemos más Lorenzo VIVES.
Finca Monticel.
Cervantes. Cartago.
Noviembre de 1948.
He aquí un tema que ha movido el pensamiento de todos los hombres. El acucioso busca relaciones entre el devenir de nuestra vida y las causas más o menos comprensibles que lo han preformado. El hombre corriente, al sentir el incentivo de la llamada, cambia de postura para no tener que cavilar. De todos modos, si la cavilación existiera, sería superficial y acomodada al medio global. Somos, realmente, libres? Basta reflexionar un poco para decidirnos por la negación.
Nuestro actuar está sometido: a la familia, a nuestra situación social, al credo que domina, al medio ambiente.
Si concentramos nuestra mente y analizamos nuestro actuar, nos damos cuenta que por sobre de nuestra voluntad, por fuerte que ella sea, hay algo más poderoso.
Prevemos las situaciones futuras; contamos con los medios materiales y morales para llegar a ellas; hacemos cuanto podemos para lograrlas, pero factores imponderables hacen fallar nuestros deseos y esfuerzos. Hasta nuestra conducta extendida ante la Conciencia Suma, se siente defraudada al ver que, a pesar de toda la rectitud y mejor intención, se halla en descrédito, mientras la de otros que no han tenido ni la intención ni la actuación nuestras, es considerada por nosotros, de privilegio.
Hay quien decide permanecer en casa, mas una exigencia ineludible le obliga a desplazarse hallando la muerte en el trayecto. Otro, en cambio, se propone viajar, pero una circunstancia no prevista hacele posponerlo, enterandose, luego, que el tren, barco o avión que habían de llevarlo, se estrellaron, perdieron o hundieron con todos los pasajeros. Destino? qué será el destino. Será una trayectoria señalada a nuestra vida, al nacer, caprichosamente, y por esto ciertos sajetos, sin méritos obtienen elementos de felicidad y otros, mereciéndolos, no. Será verdad que somos pacientes de ciertas posiciones estelares que unas veces nos favorecen y otras contrarían nuestras apetencias?
Compaginar la Omnisciencia Divina con nuestro libre albedrío no es tarea fácil. Los más, ante el dilema, cierran los ojos y se concretan en musitar el monosílabo fe! Pero los rebeldes que ponen en acción la llama divina llamada razón, no se contentan, y martirizánEsta generación.
Cruzada sin cruz (En El Tiempo de Bogotá.
Setiembre 26 de 1948. Padre e hijo conversan, discuten sobre libros y sobre ideas. Esta generación vuestra, dice el viejo, ha perdido la primera de todas las virtudes: la capacidad de admirar. el primero de los sentimientos: el entusiasmo. Recuerdo que cuando yo era un muchacho vivían aún, como dos ancianos gloriosos, Ibsen y Tolstoy. Con qué fervor aguardábamos la aparición de un nuevo drama de Ibsen, o del último libro de Tolstoy! Mientras que ahora. Pero, papá. Qué autores hay hoy cuyas obras tengamos que esperar como una revelación. Hay excelentes escritores. Cuáles. Tomás Mann, por ejemplo. Mann? Es pesado, difuso. En el fondo, falso. Te lees quinientas páginas, y no en cuentras una que valga.
Benedetto Croce. No lo he leído. Aldous Huxley. Bueno, sí. Me gusta. Ya sabes que he leído de él bastante más que tú. Pero ¿de ve.
ras te parece tan extraordinario. No sé. No hay que decir que hoy faltan la admiración y el entusiasmo. Eso son frases! Lo que pasa es que habría que saber a quién admirar o con qué entusiasmarse. Ah, sí! Déjame expresarlo. con otra frase. Con una cita pedante. La lámpara ar de delante de un altar vacío.
afirmar que Acabo de leer un libro, no me atrevo a de extraordinario valor, pero si cieo que de extraordinario interés. Es la nove la de Arthur Koestler, titulada en esta traducción francesa, Cruzada sin Cruz. Creo que el título original es Llegada y Partida.
Ese interés extraordinario que para mi Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica