REPERTORIO AMERICANO 341 SELECTA hondo y tan intenso que se oyó a mucha distancia del lugar. Fué oído, sobre todo, en Uxmal, donde vivía el rey de aquellas tierras. Los ecos de este ruido retumbaron durante largo tiempo y fueron tan recios que, a su paso, se doblaban los árboles, se movían las rocas y hasta las olas del mar retrocedían antes de llegar a la playa. Pero lo curioso de esto fué que el Enano no oyó aquel ruido. Temeroso de ser descubierto, volvió a guardar, diligente, el tunkul; lo cubrió otra vez de tierra; puso las piedras; apiló las brasas y acomodó la ceniza. luego, como si nada hubiera hecho, se sencó junto al fuego y se puso a llamar al viento con un silbido peculiar. El viento vino.
La Cerveza del Hogar EXQUISITA SUPERIOR Cuando la Vieja oyó el ruido del tunkul dejó el calabazo en el brocal del pozo; se levontó el hipil para no enredarse los pies y regresó, presurosa, a la choza. Entonces el Enano fingió que dormía. La Vieja comprendió lo que había pasado. Hizo mil preguntas a su nieto; pero éste, ladino o ingenuo, no supo contestar nada. Acosado, sin embargo, acabó por decir que él también había oído algo, algo así como un ruido extraño, pero que él lo atribuía, más bien, al pavo que estaba en el corral porque, como ya estaba viejo, se le había engruesado la voz. La Vieja, viendo que no podía hacer confesar a su nieto, muy seria, le dijo. Hijo, lo que has hecho ya no tiene remedio. Hecho está. Pero te digo que no pasarán muchas lunas sin que sucedan ciertas cosas que llenarán de espanto a las gentes y tú mismo te verás envuelto en sus consecuencias.
El Enano se encogió de hombros y contestó. No soy viejo y espero ver con mis ojos lo que dices.
La Vieja le replicó entonces. Yo soy vieja y lo veré también.
Mientras tanto el rey estaba impaciente.
Los mensajeros fueron volviendo sin traer noticia alguna. Cuando ya casi había perdido la esperanza de encontrar al autor de aquel ruido, alguien habló de la existencia del Enano.
Fueron en busca de él. Lo hallaron y lo interrogaron varias veces, pero no quiso explicar rada. Apremiado, volvió a decir lo que había dicho a la Vieja, que él no oyó sino la voz de un pavo. Los mensajeros, entonces, entraron en sospechas, lo aprehendieron y lo llevaron al palacio del rey.
Si no es rehuir el duelo, sí.
El Enano respondió. No. Habla entonces. Te ruego que mandes hacer un camino que vaya de Uxmal a Kabah y de Kabah a Nohpat.
El rey dijo. Así lo haré. Cuando el camino esté concluído ven.
dré a cumplir tus órdenes dijo el Enano. sin decir más salió del palacio y se fué a Kabah.
Sin saber lo que hacía, el rey apresuró la construcción del camino que pidió el Enano.
Cientos de esclavos trabajaron en él, día y noche. Unos rajaban la tierra; otros apisona.
ban el terreno; y otros acarreaban grava. Antes de dos lunas todo quedó concluído y dispuesto. Entonces nuevos mensajeros salieron en busca del Enano.
La Vieja conocía una conseja muy antigua. Esta conseja decía que cuando fuera tocado aquel tunkul, el rey de Uxmal perdería El Enano, bien custodiado, fué llevado, al día siguiente, delante del trono. El rey pidió al Enano, casi con humillación, que le revelara la verdad de lo que había pasado. El Enano, sin ánimo de mentir, repitió que aquel ruido tan extraño que todos habían oído, menos él, lo atribuía al pavo que había en su casa. El rey, ante tal explicación, montó en cólera; alzó las manos, furioso, y ya las iba a dejar caer sobre el Enano, cuando uno de sus consejeros le dijo que se calmara. El rey, muy a pesar suyo, se calmó. Pensó luego mandar matar al Enano, pero otro de sus consejeros le dijo que no lo matara. Quiso después desterrarlo más allá de la frontera del reino, pero un tercer consejero le dijo que tampoco hiciera esto.
su trono.
El rey de Uxmal conocía también esta profecía. por esto, cuando hasta su palacio llegaron los ecos de aquellos ruidos, se llenó de angustia. Se encerró en el lugar más oculto y más oscuro de su palacio; dejó de comer; rasgó sus vestiduras; y rehuyó la compañía de los ancianos de su consejo. Por las noches se pasaba las horas mirando el cielo con la esperanza de descubrir alguna señal favorable a su destino. Todo, sin embargo, confirmó que el vaticinio iba a cumplirse. Los hombres de su consejo también tenían la certeza de que no tardarían en venir días aciagos para el reino.
Mas, por no agobiar a su señor, dijeron a éste que podía luchar contra aquella funesta predicción. de qué manera. preguntó el rey. Manda a buscar al que tocó el tunkul: acaso, de sus propios labios, oigas la verdad Aún no partían cuando el Enano se presentó acompañado de las gentes de Kabah de Nohpat. Estas gentes fueron las primeras que pasaron por los caminos que el rey había mandado hacer.
Los ancianos del consejo del rey dijeron entonces que pues ya todo estaba listo y el pueblo reunido, el desafío podía empezar. Pere el rey, desde su trono, exigió todavía una nueva condición. Llamó al Enano y le dijo. Tú sufrirás la primera prueba.
El Enano, sonriendo, dijo. Acepto.
Entre el pueblo hubo un clamor de espanlo. El Enano subió al tablado y se sentó en un calabazo. Tras el Enano subió también el verdugo, nombrado por el rey. Era un hombre alto, cetrino y fuerte. No era natural del reino: había llegado de tierras lejanas. Estaba cesnudo de la cintura para arriba. Traía en una mano un mazo y en la otra una canasta llena de cocoyoles.
Nadie respiraba. El rey mismo estaba atónito. Los ancianos del consejo ocuparon los lugares de honor que, desde siempre, les correspondían. una señal del rey, el Enano se levantó y puso la cabeza sobre un tajo de piedra gue allí estaba.
El Verdugo se adelantó, pausado; colocó un cocoyol sobre la cabeza del Enano y descargó un golpe. En la plaza estalló un grito.
El Enano se incorporó, sonriendo. En seguida el Verdugo volvió a colocar otro cocoyol sobre la cabeza del Enano. Descargó un segundo golpe. el pueblo volvió a gritar. así, en igual ΕΙ rey entonces tomó consejo de los otros ancianos de su corte, pero como ninguno le supo dar razón de lo que debía hacer, decidió soslayar el peligro, desafiando en un duelo al Enano. Lo mandó a llamar y le dijo. Conozco la verdad de lo que hiciste y también sé lo que anuncia el ruido de ese tunkul. Tú eres rey y como rey sabes más que yo contestó el Enano.
Para resolver este enigma te propongo un desafío añadió el rey. Acepto todo lo que tú mandes contestó el Enano.
El rey dijo entonces. Pondré una condición.
El Enano contestó. La acepto de antemano.
El rey explico. Vivirá el que resista que en su cabeza, con un mazo, se rompan los cocoyoles que quepan en una canasta.
El Enano dijo. Tú has puesto una condición ¿Me das licencia para poner otra?
El rey dijo: que necesitas.
Animado el rey con estos consejos, ordenó que varios de sus mensajeros salieran hacia diferentes rumbos de su reino en busca del hombre que había tocado el tunkul. Por los cuatro puntos cardinales se esparcieron los mensa jeros. La busca fué larga y difícil. Todos habían oído el ruido pero nadie sabía nada de su origen. Ni siquiera podían decir, apresurados, de qué rumbo había venido. Todos acababan por decir. Lo oímos llegar, así, de pronto, como de arriba. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica