Yo no soy un soldado Por el poeta colombiano Germán PARDO GARCIA (Del libro Poemas Hospitalarios)
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Cuando los batallones que volvieron o van a la guerra, cruzan por las ciudades y asorda el golpe del tambor, yo estoy entre las gentes más humildes confundido, viendo atónito los estandartes y la deslumbradora fusilería; entre las gentes más humildes confundido, viendo los batallones desfilar.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Alguna vez, en mis evasiones trasatlánticas, vi un acorazado lleno de rumorosa infantería partir.
Sus cañones iban a bombardear abedules y pueblos.
Batían el talud las olas cual inultitudes amotinadas.
Ia confusión del mundo estaba en cruz. sentí descender sobre la oscuridad otra oscuridad más densa, cuando el acorazado zarpaba lentamente hacia la destrucción.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Mi espíritu no tiene zonas arduas ni planisferios iracundos.
Soy un país apenas defendido por álamos y tilos.
Creo en la resurrección de los ruiseñores. con profundas manos alfareras, construyo en las orillas del rocío universos de alondras y cristal.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Cómo entender la sangre que mancilló la sien de las estrellas, y la inmisoricordia del huracán, o de algo que en los hombres es semejante al huracán.
Mi heroísmo es de brisas y de nubes magnánimas y caigo de rodillas cuando la luz padece.
Tal vez soy de luz misma, o la conduzco y la defiendo desde la consternada simplicidad de mi corazón civil.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Mi ansiedad es un ciervo que el sonido emociona.
Viva playa que un grupo de comandos apróntase a invadir.
La tierra en esas costas tiene intenso color de piel humana, y el valle se confía como ciudad abierta.
Los inocentes árboles en el pecho lucen su hoja escapulario y los pequeños cereales son de ternura y amistad.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Mas, cual los capitanes que en la sombra enumeran los rostros de sus héroes al fulgor de indeciso vivac, salgo nocturno y solo a recorrer mis campos de batalla y a colocar en el sepulcro de lo Desconocido invisible corona, mientras un clarín de acentos sumergidos, imaginarios, toca para mis muertos anónimos postrera marcha funeral.
Yo no soy un soldado. Yo no soy un soldado.
Cuando los batallones que volvieron o van a la guerra cruzan por las ciudades y asorda el golpe del tambor, yo estoy entre las gentes más humildes confundido, viendo atónito los estandartes y la deslumbradora fusilería; entre las gentes más humildes confundido, viendo los batallones desfilar.
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