230 REPERTORIO AMERICANO luminoso de fábulas, sembrador y alfarero, cerca al nopal y al águila y a la sier pe sagrada, y a su rey Moctezuma, flechador de los cielos. La de los viejos Incas que del mar hasta el Ande, por unchos arenales y azules cordilleras, oyeron sus amautas, avivaron las quenas, a la tierra le dieron el vigor de sus manos y a la gloria del Cuzco la visión de sus minas!
y el espacio la exacta dimensión de la tierra. Ya se acercan las voces! Ya se juntan las (manos! es la fe la que une y el amor el que sueña trabajando en la sangre con insomnio de siglos.
de los viejos sembrados y la afianza en el viento la orquesta de los pájaros que en vuelo migratorio pregonan la alegría secreta de los campos.
Se enorgullece América de los grandes tesoros de su mundo aborigen. De las antiguas ruinas de sus muertos imperios. de todos los mitos indígenas que evocan pasadas teogonías.
Va despertando América y hay un temblor de hojas en su bosque de pueblos. un temblor de raíces en las cepas antiguas, cuando el viento estremece la insurgente alegría de los árboles nuevos. ¡La de los Chibchas, dueños del secreto del oro y del rito del Zipa dormido en su laguna frente a la diosa Chia. y a su gran dios. Bochica. que con el cetro hiere la piel de inmensa roca para que surja el agua de luz del Tequendama!
Del subsuelo que esconde las siete llamas vivas de su entraña en potencia. Del carbón y el petróleo.
De la plata y el cobre. Del oro y el diamante.
Del ónix, del zafiro y la limpia esmeralda.
Del mar que nos da el fuego secreto de la perla.
Ya con vigor la espiga de la libre ascendencia, nada limita el impetu de la propia aventura. Voz de la sangre ibera, de los Conquistadores. Voz de la sangre india, de la raza vencida. Voz de la sangre negra, la que fué raza esclava!
En los hombres de América estas voces Cirrumpen, desbordando las venas, rebasando los poros. La de los Araucanos, de reciedumbre estoica, señeros en su imperio de bosques y de valles, con la fuerza telúrica del Ande milenario, paseando a sus anchas con los arcos tendidos al aire, hacia el plumaje colérico del rayo! la de los Caribes: nómadas de la selva!
Errantes, solitarios, por la verde Orinoquia. Con su doble designio navegante y guerrero, que al imponer la norma de su bárbaro grito. Sólo el Caribe es Hombre. disparaban sus flechas!
Del maiz que al sol tuesta la pulpa de sus granos y del sisal que esgrime sus más verdes espadas. del cacao abriendo las venas de su aroma. del tabaco en hojas ya pronto a hacerse llama.
De su tórrida zona, loca de vendavales y el paisaje que es alma de su naturaleza. de la llamarada de sus rojos volcanes. ahondan en sí mismos, descubriendo el espíritu para hallar el anhelo, para asir la esperanza!
Voluntades y sueños se levantan. acuden al llamado libérrimo los héroes de la sangre para asumir la herencia de todos los recuerdos. Tras de la cruz de Cristo, vencedora de siglos, van la voz misionera y el primer Padrenuestro y la flor de la Salve perfumando la aurora!
Amor y vida y muerte se juntan a esa hora.
Se escucha la palabra tutelar del destino que manda! Del ibero y del indio ya surgen dos gritos y una taza. el negro se incorpora con el sueño del Africa en la hoguera del trópico. Tres gritos una raza, que es la raza de América!
Es aún más altiva con su ejército de árboles de fragantes resinas, donde cuajan las frutas o perfuman las flores o crecen las orquídeas o endurecen su cuerpo las sólidas maderas.
La que al alba dispersa mil plumas de colores en el aire: de águilas, guacamayas, quetzales, garzas y colibríes, pájaros carpinteros y una alegre comparsa de pájaros menores! aparecen la audacia del primer caminante que se adentra con pasos de hierro por la selva. el caballo y la espada de los Conquistadores. los cien capitanes de las mil aventuras, envueltos en el polvo de sus pasos guerreros. los que se alucinan por encontrar la veta de los ricos metales, con la avidez del oro!
La que torna al caballo y al vivac y a la espada.
La que anhela ser libre, conscientemente libre, porque libre fué el alma secular del abuelo. a cada paso aviva la promesa futura y deja en cada pueblo sembrada una bandera.
Es la de altiplanicies dotadas por el trigo y de pampas abiertas, donde pacen rebaños y de playas sonoras con lumbre de palmeras y de selvas incógnitas, de sier pes y jaguares.
La del toro salvaje y del potro de crines al viento, desbocado sobre los horizontes. de ariscas vicuñas, de llamas silenciosas y corderos que entregan sus primicias de lana.
La que supo hacer dóciles a los potros salvajes de los húmedos belfos y los rojos ollares en la verde llanura. por ríos perdidos, al fondo de la selva, navegó sin temores y ascendió por los páramos de ventiscas heladas y cruzó los desiertos y rompió las fronteras.
Quedan después las huellas de la piedra signada con la sangre y el fuego de la ruda contienda.
Del cacique vencido. Del imperio en derrota.
De los templos en llamas. del tercio de España que sangró con el dardo vengador de la tribu o se irguió sobre ella demandando sus fueros e imponiendo su feudo con la ley de la espada.
Ya los juanes puebleros, dejando atrás la historia del viñedo y la oliva, del molino y la parva, descuajarán montañas, y a orillas de los ríos, frente al mar o en la sierra o en el valle o el llano afirmarán su nombre y alzarán la encomienda.
La del agua en el hilo de la fuente que nace.
La de las cataratas disueltas en espuma.
La de arroyos perdidos entre un ritmo de juncias.
La de indomables ríos y rutas navegables con puertos donde gritan bogas y estibadores. la que ofrece el alma viva de los jagüeyes y lagos donde vierte su azul de piedra el cielo.
La que impuso a los siglos su voz de multitudes y en cada patria nueva fué dejando cien nombres para alzar el escudo familiar de la gesta ¡La que fija la estrella de los libertadores!
Ved a Simón Bolívar, libertador de pueblos, Quijote de la hazaña, capitán de la historia, sosteniendo montañas, del llano al Chimborazo, con clarines ardientes y proclamas de fuego.
Para quien va la gloria madurando laureles cuando las muchedumbres a su paso le siguen. Aquí se espera al hombre de otra parte. Saludan, como ayer, las palmeras al lejano inmigrante.
AZ que encierra en los ojos un azul de distancias o al que esconde el tatuaje de una herida en el cuerpo.
Al que enrumba el arado y avienta la semilla.
Al que maneja el hierro de la candente fragua.
Al que en el mar descubre la gruta de los peces y en la tierra ya sabe los caminos del árbol.
Al que carda el rebaño y es pastor de ganados.
Al que busca las hierbas y las frutas del trópico o llega hasta el profundo corazón de las minas o hace vibrar la entraña singular de la piedra. Vasto crisol de pueblos. Fundidero de razas!
Amalgama de sangres volcadas en la alquimia de los soles del trópico y los soles australes! Formas de la futura creación! Savia nueva del árbol de la Vida que esconde sus raíces en el suelo de América. Con un mismo Evangelio y una misma palabra van a hablarse los hombres!
De México a Argentina da la flor de la estirpe lo mejor de su aroma. Los dioses cereales restablecen el oro de las nuevas cosechas.
Ya se concreta el ritmo de la humana simiente que ha de dar al futuro su ración de milagros. La claridad del alba se ensancha ante los ojos del hombre que se eleva a la luz de las cimas para intuir el mundo. Para oír el lenguaje musical de los pájaros y escuchar el saludo celestial de los ríos al azul de los mares, o la voz ecuménica de algún pueblo en vigilia! San Martín, al Sur, titán de la epopeya, desnudando la espada cerca al nido del cóndor. O Higgins saludando, junto a mil geanaderos, la bandera de Chile con la mano en la frente. Hidalgo en el minuto fiel de la rebeldia. Juárez en la hora de la fe de su pueblo. a Martí, solitario, con la misma estrella de su isla en el pecho de agua del Caribe.
Mas Bolívar regresa con el signo profético del soñador que sabe que esta América nuestra cumplirá su destino. Que en los siglos futuros, cantos de amor y júbilo romperán el silencio de vastas soledades y de vírgenes tierras que ha de habitar el hombre pionero del mañana.
Sabios, artistas, químicos, hilanderos, geólogos, mecánicos, labriegos, pescadores, marinos, canteros y pastores! Peregrinos del mundo que ha aventado la diáspora de su tierra a estas playas. Venid a nuestra América, promisora y fecunda, a erigir vuestra casa y a encender vuestro júbilo. Ante el mar, en la costa o en la vasta llanura o en la torva manigua o en el verde altiplano!
Aventad la ceniza de los siglos ya muertos. Alzad aquí las manos al milagro del alba y callad, a la sombra y al amor de los árboles. Escuchad en silencio la canción de la tierra!
De México a Argentina va creciendo en el (tiempo Una canción agraria se mece en las espigas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica