Violence

REPERTORIO AMERICANO 329 barie se defiende a su modo, y reconoce que nada, sino la violencia, le queda como recurso ante el peligro de la verdad que llega. No soy ni santo ni político. dijo cierta vez Gandhi, con humildad y sinceridad de su propio linaje. Quizá estaba en lo cierto, entonces. Pero en estos instante nadie le detiene para entrar con túnica blanca en la inmortalidad y marcar una huella profunda en las instituciones de todos los pueblos del mundo. VIERA ALTAMIRANO.
FÁBULAS INOPORTUNAS Por Victor ALBA mo de tormenta, que hacían las escobas en la puerta del Palacio.
Unos propusieron luchar, pero era imposible vencer la fuerza del hombre. Otros opinaron que lo mejor sería dejarse morir para evitar el sufrimiento de la esperanza, siempre decepcionada. la reina, la cabeza le daba tantas vueltas que sintió vacilar la corona.
Hasta que el más viejo de todos los sabios habló con voz apagada y lenta. Yo, con los años que llevo viviendo, be podido estudiar a los hombres. Cuando salíamos a buscar trigo, en mi juventud, solía perderme por los rincones de la casa y escuchar lo que hablaban y ver lo que hacían.
Me llamaban holgazán porque traía menos briznas de paja que los demás, pero mi holgazaneria de entonces, puede ser útil ahora.
He llegado a comprender que los hombres cuando no entienden una cosa, siempre luchan. Si les hacéis ver un peligro y no se lo explicáis, lo temerán; pero si lo comprenden, luchan contra él. el sabio expresó al consejo de la Rei na un plan para lograr que por lo menos un día cada año pudieran salir y hacer acopio de granos para los demás 364 días.
Si trabajamos bien, podremos llenar nuestros graneros. el plan yo mismo lo llevaré a cabo. Mañana es día de fiesta muy señalada para los hombres. Conozco su calendario y su alfabeto. Dadme tres voluntarios y esta noche. En el Rep Amer. Envío del autor, en México, febrero de 1948. Todos estos ruidos familiares, iban rimanEL NINO EL LIBRO do su escribir. Cuando terminó tenía el rostro hosco y los ojos grises.
Hoy llueve y en los cristales, la lluvia di El poeta acostumbraba leer sus escritos, buja una ortografía líquida y fugitiva.
antes de publicarlos, a un grupo de amigos.
El niño, tendido sobre la estera, lee un Reunidos alrededor de la mesa, mirando fijaviejo libro con muchas estampas.
mente unos el humo de los cigarros, otros las Apoya las mejillas en la palma de la ma.
tazas de café y otros los labios del poeta, esno y los codos en el suelo. Con los pies gol.
cuchan lo que éste les lee: pea sobre el entarimado. De vez en cuando. Tiene los músculos tensos, marcando una chispa revolotea por el aire, cerca de la una geografía de esfuerzo y agonía bajo la piel morena de sus piernas de caña.
piel. La espalda curvada, los manos señalaVuelve la hoja. Las llamas iluminan, codas por mil combates pasados. Sus ojos tie.
mo un sol ardiente, el viejo grabado: una zonen el color de quien los mira y sus dientes rra con la cola entre las piernas, contempla no se sabe si morderán o besarán. Los labios desdeñosa, un racimo de uvas colgado fuera resquebrajados, violados, a veces parecen sorde su alcance. El niño lee los versos que antes ber una vida invisible de ilusiones y esperanleyeron los escolares del Colegio de Nobles zas, a veces parecen escupir una vida tandel Señorío de Vizcaya y que luego han leígible de dolores y monotonías. Tiene la bardo todos los pequeños, en las tardes de lluvia ba fuerte, dura y por entre los pelos se descomo esta.
lizan unas gotas que no queremos saber si son lágrimas o sudor.
Cuando uno no puede alcanzarlas. Qué maravillosa alegoría de la muerdice que son verdes.
te. comenta uno sin dejarle acabar al poeEl niño piensa, leyendo, que si la zorra ta su lectura. Yo más bien diría que del dolor.
hubiese buscado una escalera, habría podido Es la agonía del guerrero, sin duda.
alcanzar el dorado racimo; o que si se hubie Ca! La desesperación de un amante, se entrenado en saltar, cada vez más alto, con juraría yo que es.
sus dientes hubiese conseguido cortar el ta. La miseria! La miseria es tal como la llo y endulzarse el hocico con el mosto que describe el Maestro.
parece gotear rayos de sol, desde aquella al. el hambre.
tura del grabado.
En la tertulia todo son voces y opinio.
El pequeño da un golpe con su mano sones. Qué magnífica alegoría! Pone los pelos bre la página y se extraña en voz alta. Tan astuta que dicen que es, la zorra, y de punta y encoge el corazón. Es una obra que pasará a la posteridad. Con voces camno atinar en esto.
Por la chimenea ha entrado una ráfaga que panudas de colega y con exclamaciones fáci.
les de adulador, todos aprueban.
despierta una lluvia de estrellas rojizas en el fuego y hace retumbar la campana. Es casi una imagen del Calvario!
Las hojas del libro, movidas por el vien mí me parece como si resumiera to to, se han escapado, temblorosas y frioleras, do lo negro que hay en la vida.
El Poeta tiene una sonrisa descolorida y de entre los dedos del rapaz, y el niño ha hace callar a todos con un gesto cansado.
escuchado unas extrañas palabras de papel. Yo pensaba otro tanto ha dicho el luego: con prisa, como si temiese de cir demasiado, explica: libro y muchos de los que me leen tam. Yo quería hablar del trabajo, amigos bién. Una escalera o un buen salto y las míos, del trabajo.
uvas serían para la zorra. Pero tú eres el primero que lo has dicho.
LAS HORMIGAS Yo siento una extraña envidia hacia ese ¡Qué difícil era salir de aquel palacio subniño, que sabe decir viejas verdades con el terráneo en donde las hormigas vivían! Apelenguaje nuevo de su primera dentición. nas asomaba una caravana por la estrecha puerta abierta entre dos azulejos, una máquina infernal compuesta de hojas de palmera y moEL POETA SUS AMIGOS vida por dos manos implacables, barría los pequeños animales, los aplastaba contra el El Señor ha encargado a su poeta, que essuelo.
criba un gran elogio de los que mañana ce En el hormiguero empezaba ya a entrar el lebran su fiesta.
hambre, a fuerza de no poder salir sus habiEl poeta se ha sentado ante la mesa, fren tantes a buscar grano y paja. La situación iba te a la ventana; delante de él, un montoncito haciéndose amenazadora; si pasaban muchos de cuartillas y una máquina de escribir. Oye días más de aquel modo, las hormigas no tenlas voces de las muchachas que regresan del drían ya fuerza ni siquiera para aprovechar trabajo, el clap clap de los zuecos de los la una ocasión que se presentase.
briegos, el tintineo de un camión cargado de La reina reunió en consejo a todos los vigas de hierro y el largo silbido quejoso de sabios de su reino. Mientras discutían la souna sirena de fábrica.
lución, les llegaba el ruido acompasado, coY al día siguiente, la moza que barría el patio vió escrito sobre los ladrillos, en letras formadas por granos de trigo, una frase atemorizadora: Quien barra en viernes santo, tendrá hormigas todo el año. Gran barullo! Se habló de milagro en el sermón de aquel día, de advertencia divina contra los que no querían santificar las fiestas.
Desde entonces, cada Viernes Santo las hormigas pueden salir a requisar trigo y llenar sus depósitos.
LA HIEDRA, EL ROSAL LA ENCINA Le decía un rosal a una biedra, viéndola encaramarse por el tronco de una encina. Te envidio. Qué aprisa subes! Yo.
en cambio, con cuánta calma crezco. la biedra le respondía. Pues tienes flores que tiñen el aire de aromas. Por esto me cortan mis rosas. Nunca puedo disfrutar de ellas. ti, por el contrario, te dejan tranquila. Subes, medras y nadie se opone.
La encina, con voz follaje, terció en la disputa. La biedra crece, es cierto, amigo rosal, pero crece a costa mía. Cuando ella está ufana, yo me seco. no me opongo porque no puedo; mis brazos de rama están demasiado altos para arrancarla de mi cuerpo de corteza. ti qué te importa lo que yo te gaste, si eres tan fuerte. Tan fuerte no, que desde que has empezado a trepar por mi tronco ya no tengo bellotas que dar. Más feliz es el rosal que no hay quién le estorbe. el hombre que me arranca las flores. Pero puedes pincharle. Es cierto, ly con qué gusto lo hago!
Cuando se me lleva una rosa, deja otra flor de sangre en mis espinas.
Discutieron mucho rato, hasta que el vien. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica