306 REPERTORIO AMERICANO APRECIACION (En el Rep. Amer. Amighetti, Francisco: Francisco en Harlem. Con treinta y tres grabados en madera del mismo autor. Ediciones Galería de Arte Centroamericano. 1947.
México.
WANES OC rectas y delgadas esclavas de les parques y de los perros.
es (Madera de Amighetti)
Francisco Amighetti realiza una verdadera vocación artística. Lejos de la política, desligado de todo lo que pudiera impedirle manifestarse libremente, ensaya nuevas técnicas para el cumplimiento de su mensaje. El, como poeta, como verdadero creador de belleza en las artes plásticas, se manifiesta en su último libro publicado en México por la Galería de Arte Centroamericano: Francisco en Harlem.
Francisco nace en Costa Rica, viaja por América recogiendo paisajes, nuevos tonos en los trazos de la pintura y la palabra; siempre sencillos, tiernamente graves, con alguna raíz muy profunda de ironía. La fina sensibilidad estética de Amighetti ha transformado la influencia de cierta filosofia china para convertirla en una filosofía muy particular, oriental y franciscana; esta mezcla de oriente y occidente teniendo como punto de contacto la humildad, la ternura, la ironía, se refleja a cada paso en su obra. En esta capta con gran sencillez de líneas y palabras, la vida múltiple de los parques, de las calles, de las ventanas. Los pequeños escenarios de la vida diaria son su tema constante. Las mujeres, los niños: los animalitos que acompañan sus entierros, o vuelan, o yacen en algún ángulo de sus grabados o pinturas, dan gracia especial al tema principal que es la vida: ésta, la misma que sufrimos en México o en Costa Rica, la misma que es amable para unos y dura para otros en Broadway o Harlem, en las carretas adornadas que van por los caminos de su país, o en aquel entierro de la Iglesia Ortodoxa Rusa en Nueva York, que ha captado con la madera y la palabra.
Las luces y sombras de sus grabados crean un mundo maravilloso recorriendo el triste mundo de los negros tratado con especial amor. Las negritas de sus parques, la miseria de sus hombres, que se emborrachan y cometen crímenes a la luz de algún farol aislado mientras en Broadway se anuncia un barrio de Harlem tocado de esa mezcla de ingenuidad e ignorancia virgen que caracteriza generalmente la propaganda norteamericana. Un Harlem que se acerca al cielo de los negros que según Amighetti era blanco, o mejor dicho era negro; ni alquileres ni policías, ninguno de aquellos enemigos naturales. En fin, este amor por Edna, la negra que en un acto de misticismo religioso tira zapatos y cartera ante un atónito policía que al fin la lleva presa a pesar de la defensa de Francisco, elocuente desde el punto de vista de Edna.
Desfilan ante nuestros ojos y nuestros oídos, los parques de Nueva York; algunas veces con la frescura de aquel grabado de la niña, que en una actitud casi religiosa toma agua, mientras a sus pies los gorriones sacuden la cabecita o aletean como en una antigua pintura china. otras veces las negritas iluminan lo verde y lo azul al lanzarse locamente en los columpios. En otros parques, señoras casi tan rectas como delgadas, pasean a sus perros que penden de una pequeña cadena; cualquiera diría que el encadenado es el perro. comentaria Francisco ante aquellas Al tomar la causa de los negros como la de los humildes y la de los que sufren, no lo hace Amighetti orientándose hacia las nuevas concepciones sociales como pretende Clementina Suárez; la orientación suya más antigua, tan antigua como la biblia en donde ya en ocasiones se confunden poetas y profetas identificándose en el fondo de la belleza que es también verdad, justicia y amor.
El tema d: la muerte es preferido por Francisco lo trata amorosamente; cualquiera que tenga en sus manos aquel grabado de un entierro en Costa Rica, verá en Amighetti a un verdadero poeta que sabe dar en la muerte, una gran vida, que se traduce en el dolor de los acompañantes, algunos de ellos tienen ya también los rasgos inconfundibles de la muerte: blanca, justa, única y verdadera, aparece en grabados y acuarelas, ya en la forma de algún panteón en medio de lo verde, casi perdido en las montañas donde uno quisiera quedarse definitivamente; ya en las caras que ven hacia el suelo mientras cargan en hombros alguna caja por el camino del panteón, hasta en aquel niño que arrastra tristemente el sombrero siguiendo el cortejo.
En Costa Rica, Amighetti fué uno de los primeros que trabajaron el grabado en madera: con esta técnica ilustró algunos libros de su país: Poesía Infantil, Antologia Selección y prólogo de Fernando Luján; El tunco de Arturo Mejía Nieto, y Cuentos Viejos de María de Noguera, entre otros.
De su viaje al Perú, nos dice Fernando Luján, captó su pluma la vida de los indios.
Sabemos también que sus pinceles tocaron los trajes regionales de Guatemala, las pieles de sus indios, las procesiones religiosas de Nicaragua, los movimientos armoniosos de las habitantes en el lago de Atitlán. Bolivia, Buenos Aires, Perú, México, en general las líneas y colores de América son captados por Amighetti para después dejarlos en las galerías más importantes: Museo de Arte Moderno en Nueva York, Escuela de Bellas Artes en Guatemala.
Vino a México para aprender la técnica de los grandes muralistas: Orozco. Rivera, Siqueiros, técnica que dominará como ha salvado las anteriores. La Galería de Arte Centroamericano presentó una exposición de sus grabados y acuarelas.
En el camino de las artes plásticas Amighetti ha dejado algo más que trazos y pintura. Su ejemplo, su escuela y su palabra darán los frutos necesarios.
Dolores CASTRO.
LA NUEVA BRUJERIA Por Miguel de UNAMUNO. Es un recorte inactual, por su puesto, de La Nación de Buenos Aires. De la abundancia del corazón habla la boca dice un antiguo dicho. esto mucho más en escritores tan poco impersonales u objetivos como el que ahora, lector, te dirige la palabra. Nunca han sido, me parece, los párrafos de mis escritos una cortina interpuesta entre ti, mi lector, y yo que en ellos te hablo; nunca he pretendido que te diviertas con lo que había pintado, mejor o peor, en esa cortina sino que te he puesto delante un cendal para que a través de él vieras en mí, en el escritor, o mejor en el hombre que te hablaba como en un espejo lo que en torno mío pasa.
Yo he querido ser para ti, lector, un espejo de mi mundo, el mundo en que vivo, y para que así vieses mejor, y por cotejo, tu propio mundo. Siempre ha tratado de hablarte un hombre. cuando te he dado noticias muy comunes o te he presentado ideas muy corrientes he querido que llevaran calor de humanidad.
De mí sé decirte que prefiero una pieza de cinco céntimos de peseta, lo que por aquí llamamos una perra chica, de cobre y sucia, si en ella puedo sentir huellas de sudor, acaso de sangre, que no una pieza de oro, de veinticinco pesetas, recién salida de la Casa de la Moneda. Qué de vida no lleva un vulgar billete de poco valor monetario. Hay en él huellas de lágrimas, mugre de manos sudorosas, alguna manchita de sangre. así con las ideas. Las que han vivido y sufrido más, en mentes de hombres, las prefiro a las más elevadas o más nuevas objetivamente. por esto es por lo que me importa poco que muchas veces no pueda darte ideas ni muy nuevas ni muy originales ni muy instructivas si en la expresión con que te las doy vibran el ansia, la indignación, el dolor, la esperanza o la desesperación del hombre en quien han vivido. hoy me tienes aquí, lector, que puedo hablarte sin tasa ni empacho cuando aquí, en mi propia patria para dirigirme a mis compatriotas, se me pone, como se nos pone a todos los que aquí queremos decir la verdad, el freno de la más despótica y más bárbara censura. Porque no puedes hacerte, lector, una Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica