Violence

REPERTORIO AMERICANO 233 DISCURSO del Sr. Leónidas Barleta, Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores Al entregar el Gran Premio de Honor 1946 a Eduardo Mallea (Tomado del folleto Sociedad Argentina de Escritores. de cre HOGRABADO CABEZAS Leónidas Barletta Me toca el privilegio de otorgar la meda hijos de una época en la que el solo manipulla de oro del Gran Premio de Honor 1946, leo de las palabras comporta una tremenda de la Sociedad Argentina de Escritores, al es responsabilidad. No pudimos nosotros jugar critor Eduardo Mallea. Este subido honor, co a los vocablos, como los literatos de la genemo corolario de la privanza que me han dis ración de fin de siglo, y tuvimos que evitar, pensado mis compañeros, al señalarme para por igual, manifestándonos en apretadas sínrepresentar al gremio, en los dos años más tesis, la sensual atracción del floripondio liteazarosos de la vida política del país, excedien rario y la aristocrática clave de los signos herdo mis merecimientos, rebasa de satisfacción méticos; el desdén por la sencilla lengua del mi espíritu y compromete al máximo mi sin pueblo y la petulante declamación de barricaceridad. Porque, aparte de la más alta codicia da. Un mundo nuevo, que se va estructuranuna perdurable obra de belleza, nin do en medio de atroces convulsiones, deja por gún halago puede ser más grato al espíritu de momentos al descubierto, la máscara de reun escritor que el de merecer la representación pugnante egoísmo de quienes luchan por imde sus compañeros en las letras y cumplirla pedir, o retardar hasta que ellos no sean de con escrupulosa lealtad, como lo hemos he este mundo, el advenimiento de la justicia cho, dentro de las cifras que determinan la na social, resultancia extrema de toda cultura.
turaleza de nuestra misión.
No se trata de manifestaciones políticas, Creo que estaremos contestes en proclamar pues el escritor es juez y no parte. Su libertad el intimo contento de haber desembocado, con de juzgar le exige que permanezca al margen la conciencia intacta, en una época de total re de las contiendas en particular, salvo que se visión de las ideas y de las instituciones de la decida a quebrar su pluma, para poder así sociedad, que nos obliga a recurrir a nuestras examinar las cosas con amplitud, sin pasión, reservas morales, para hacer frente a la fuerza sin parcialidad, a fin de que no quede un solo bruta que pretende anular a la inteligencia. hombre, por absurda que sea su posición, sin Creo que todos sentimos la alegría de haber su asistencia espiritual. El escritor defiende con tenido que afrontar el peligro sin titubeos; de su pluma las conquistas superiores de la civiestar, por fin, en los naturales riesgos de nues lización; trata de impedir que el hombre retra profesión; de verificar, con entusiasmo, troceda espiritualmente; indaga en el misterio que la literatura no es un arte de ociosos pa de la vida y fortalece el corazón de la criatura ra distraer en el ocio al individuo, sino un humana frente a la eternidad, sustrayéndola a arte que le enseña a forjar el mundo con los vanos consuelos de candorosas creencias, propias manos.
a la nefasta influencia de absurdas idolatrías, Por mi parte me adelanto a expresar mi de retrógrada superstición; señala sin titualegre conformidad con una vida terriblemente beos la ruta restaplandeciente de la libertad, dura, cuyas inauditas consecuencias no alcan de la fraternidad, de la verdad que es la bellezan a acallar nuestras voces. En nuestro can za. Cuando la violencia desplaza a la razón, to constante no hay asomos de resentimiento el alto magisterio del escritor se desploma, el y lo ilumina, en cambio, el regocijo de ser mundo que contribuyó a crear se esfuma, porque la lucha por los intereses vitales no es del individuo sino de las multitudes. Por eso el escritor tiene que sobreponerse, en cada caso.
al desdén de sus contemporáneos, y a la furia persecutoria de quienes alternativamente detentan el poder. Esta conducta es la que caracteriza la pureza de su obra y la que conviene a los más altos intereses sociales.
No es fácil, en verdad, asumir esa posición deslucida y saber que, en todos los casos, en todos los tiempos, nuestra misión es la de contrariar a quienes buscan reposo en los esquemas que conforman sus inclinaciones, para incitarlos a emprender desinteresadamente la gran aventura de vivir, con la inquietud de lo desconocido, sin más amparo que la nobleza del espíritu y sin otra ambición que la incesante persecución de la belleza.
La benevolencia y la amistad de ustedes, lejos de aliviarme esta tarea, me compromete a expresarme con ambicionada exactitud.
Seamos escritores del mundo, custodios alertas del acervo espiritual; que esta fuerza imponderable tenga en nosotros, sus productores y defensores. Comencemos de nuevo, cada vez, con empecinamiento, a exponer las verdades inmutables, que la codicia material y la ignorancia, mantienen todavía como teorías exóticas, y por cuya vigencia la humanidad se permanente conflicto.
Proclamemos sin claudicaciones, valerosamente, nuestro ideal de una humanidad sin fronteras; de una sociedad no sometida a la clase que compone el Estado; de la abolición del esclavo proletario, de la extirpación de las fuerzas retardatarias del progreso y por sobre todo combatamos vigorosamente a la ignorancia, sobre la que descansa la estructura sin base de una sociedad que periódicamente desemboca en matanzas inicuas, envileciando nuestros espíritus y desmintiendo nuestra cultura.
El Estado como poder administrador puede ordenar nuestra profesión y darle el lugar que le corresponde en la sociedad; pero no puede promover ni defender la cultura porque, en suma, su propia existencia es contraria al concepto de cultura. Un pueblo culto no puede ser sometido a los intereses de una clase, porque la cultura no reconoce clases y el Estado no sólo las reconoce, sino que las necesita para oponerlas entre sí, y aparecer, en el libre juego de sus intereses, como poder armonizador y árbitro supremo.
Es el escritor el que debe destruir, con lóencuentra en 2 PBIXEYCH Eduardo Mallea Alejandro Sirio Esmeralda Radaelli Julio Aramburo DIA DEL ESCRITOR 13 de junio de 1948 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica