118 REPERTORIO AMERICANO ANTONIO URBANO EL GREMIO Teléfono 2157 Apartado 470 Almacén de Abarrotes al Por Mayor San José, Costa Rica rriría así, cuando los hombres fueran puros: puramente buenos y puramente malos. Pero hace muchos siglos que descubrimos nuestra impureza, o sea nuestra mezcla interior. Empédocles, en el siglo antes de Cristo, nos dice que la realidad es una mezcla, no una substancia unitaria y homogénea. Las cuatro raíces de las cosas, como él las llama aire, tierra, agua y fuego serían inmóviles, empero, si no hubiera un principio motor que determinara su reunión y su separación.
Este principio es dual: el Amor la Discordia juntan y dividen las cosas. El amor las reúne, la Discordia las dispersa. Quiere decir que hay en el universo fuerzas de atracción y repulsión, como vino a descubrir de nuevo la física moderna. poco importa que emplee para designar ese principio dinámico palabras de sentido humano. Empédocles era un médico, y esto era entonces una manera de ser lo que hoy llamamos un humanista. Su concepción del mundo es antropomórfica, y por ello menos perspicaz. La nuestra de hoy es todo lo contrario, y sin embargo la estructura dinámica del átomo parece confirmar aquella vieja idea.
Lo verdaderamente singular es que no saquemos provecho de esa idea en el campo de lo humano, que es de donde procede. Pues Empódocles cuida muy bien de aclarar que la función del Amor y la Discordia es más compleja de lo que queda dicho. El Amor no sólo reúne, sino que también separa; la Discordia no sólo divide, sino que también congrega. Las cosas tienden de por sí a reunirse con sus semejantes, lo mismo que los hombres.
Pero, al agruparte de este modo, es inevitable que queden separadas de las desemejantes. Esta agrupación es obra de la Discordia. qué fuerza hay entonces en el mundo que pueda destruír esta unión, y reunir de nuevo a los dispares. Qué más da que se unan los hombres semejantes: semejantes por su origen, por su modo de ser, por su modo de hacer, o por la coincidencia de sus fines y sus intereses?
Lo importante es la unión de los desiguales.
Una vez destruída la unidad primitiva más o menos mítica una vez establecida la soberanía más o menos tiranica de las voluntades individuales, toda reagrupación es una distinción: los linderos del grupo son como una barrera de exclusividad, en la que se anuncia la presencia aduanera de la Discordia.
Cada grupo tiene su distintivo: es una distinción y una separación. Las cosas que difieren por su origen. dice Empédocles son muy hostiles, enteramente reacias a unirse entre sí, y sufren pena por el vínculo de la Discordia, a la que deben su origen. Sólo el Amor produce la atracción de los disímiles.
Hay que apelar a la suprema fuerza del universo para llevar a cabo semejante empresa.
Pues, aunque Empédocles no lo diga expresamente, se sobreentiende que el Amor es para él más poderoso que la Dicordia. Esta vence más a menudo, pero su victoria es más fácil.
Los hombres, resunidos por la historia, tienden por naturaleza a juntarse con sus iguales, y a separarse de sus desiguales. Mientras que la obra del amor es ardua, porque tiene que vencer a un tiempo a las fuerzas combinadas de la naturaleza y de la historia. Lo que es justo puede muy bien decirse dos veces. afirma Empédocles. El pudo haber repetido muchas más lo que escribía, porque los hombres le hicieron poco caso después de haberlas oído sólo dos. Inclusive los historiadores de la filosofía parecen haberle do oídos sordos; suelen decirnos que el griego, que inventó el amor, no llegó a desarrollarlo: no supo amar sino al amigo, y consideró virtud odiar al enemigo. El amor del enemigo sería una creación cristiana. Lo cual es cierto, a condición de recordar a Empédocles y a su extraordinaria idea de que el Amor es una fuerza promotora de unión entre contrarios. Añádase, entonces, cristianamente, que éste es el vínculo que urge, ésta la unión que importa. La unión de los amigos no necesita promociones y, como decía el campesino, pacuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo.
prestara Eduardo NICOL.
acto con la conciencia tranquila como si esa salvación existiera; quienes en diferentes latitudes hemos compartido diálogos y congresos, esperanzas y preocupaciones, con esos auténticos jóvenes de América, no podemos callar cuando en concursos como el que acaba de pasar, se les representa tan indignamente, haciéndose correr la voz de que en la justa compitió lo más selecto del continente, tal como el espeluznante título de Campeón Mundial de Oratoria, lo ganó hace veinte años. un mexicano. que no obstante conocer secretos de la elocuencia, no supera, aquí mismo, a Salvador Azuela o a Alejandro Gómez Arias.
Concretando cargos: el concurso fué de oratoria, e interamericano, pero en la eliminatoria final sólo participaron tres oradores los primeros lugares. Los demás, aceptaron con audacia la representación de su país y seguramente que no fueron electos por consenso de los jóvenes, o por oposición.
Los discursos, fuera de uno que otro momento interesante, no significaron sino pirotecnias luminosas. Ningún mensaje largamente meditado, ni una sola palabra nueva, constructiva, ningún amago de tocar los problemas esenciales de América, diciendo la verdad con toda el alma. como deben hablar los jóvenes.
Además, no vinieron representantes del Istmo Centroamericano, y Guatemala, que vive una atmósfera cívica efervescente, hubiera enviado a un representante de calidad, con carácter suficiente para no hacer coro en las frases doradas que abundaron en el teatro de Bellas Artes.
Todo esto ha de haberlo lamentado Rafael Corrales Ayala (estudiante mexicano, ganador del concurso) pues no tuvo oponentes de su categoría. Su triunfo, indiscutible, merecido, es resultado de larga preparación y estudio de los misterios de la elocuencia, bajo cercano consejo paternal. No es improvisado en la oratoria iy ya estamos cansados de los audaces de la palabra! pesar de lo dicho, elogiamos al organización de estos concursos, que siempre dejan experiencias aleccionadoras, y que por tanto no deben hacerse tan de tarde en tarde. En México, sobre todo, con tan desmesurada afición por la oratoria, los concursos orientan, enseñan algo, en el arte eterno de manejar sabiamente la palabra, que debe ir grávida de honradez y de verdad, conteniendo algún mensa je fecundo, producto de cultura y reflexiones, para que no caiga en el vacío y no ruede con el primer viento peregrino.
Ecos del concurso continental de oratoria (En el Rep. Amer. Hace pocos días, al salir del concurso con En cuanto al fondo de los discursos, bastinental de oratoria bajo el provisional dilu te decir que uno de los participantes terminó vio que inundó a la ciudad, abandonamos el con el solemne juramento de que jamás volPalacio de las Bellas Artes con enorme des vería a hablar en público (el de Venezuela)
ilusión: fué un certamen mediocre, por lo me y que el delegado colombiano, con deliciosa nos en su etapa final, el que acaba de reali ingenuidad, dedicó su tiempo a despachar nomzarse.
bres de poetas de su tierra, en una como lecEl fiasco no lo atribuímos a deficiencias ción escolar de literatura, por la que un proen la organización del concurso, o a indife fesor exigente lo hubiera castigado. y Venerencia pública ante el interés que significaba zuela y Colombia, precisamente, son países escuchar, en esta hora grave, a jóvenes de di que viven en la actualidad hondas transforversos países de América diciendo su verdad; maciones sociales y políticas. No son, o no fué la escasa calidad de la mayoría de los par deben ser los concursos de oratoria, más que ticipantes y su poco coraje para hablar de los vacuos entrenamientos de elocuencias, una problemas americanos, sin soslayarlos, llaman oportunidad para que los jóvenes analicen lido a las cosas por sus nombres, lo bremente los problemas de su tiempo, de sus dó a los que esperábamos tanto de ese con patrias. y no para salir con malos ditiramcurso.
bos sobre la poesía, o la consabida fraterniDescontando la jerarquía de los tres triun dad continental, en líricos discursos cuya azúfadores (México, Cuba, Estados Unidos del car todos tememos con diabética prevención.
Norte) en cuanto a elocuencia, los demás re Quienes hemos tenido la fortuna y el presentantes parecían castigados por un pi interés de tratar a jóvenes de otras partes, caro hado que había paralizado sus lenguas, que no por estar en una tribuna, en un teao que desprevenidamente. jugándoles una tro lleno, incurren en la inmoralidad de afirbroma pesada los había plantado de pron mar, emocionados, que los jóvenes estamos to en la tribuna. Así estaban de asustados e salvando a América, provocando el natural inciertos.
aplauso del público, abandonando todos el que defrauFedro GUILLEN México, julio de 1948.
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