REPERTORIO AMERICANO 21 Calle del Variedades TELEFONO 4692 Espejos de todas las clases Cuadros Marcos Objetos tallados Souvenirs Oleos y Acuarelas Vidrios para sobre de muebles y para Automóviles SERIEDAD RAPIDEZ EFICIENCIA pués de todo, no era posible eliminar sus temores inexplicables, ni controlar sus juguetonas alegrías. El era así, no importaba la edad que tuviese; y no cambiaría porque un hombre, con peso de adulto y mirada de viejo, se interpusiera, entre su clara conciencia y su borroso deber. Por eso lo evitaba y, para no oír el extraño silencio del vecino, se convertía él mismo en ruidoso. III Será tal vez hoy. pensó cuando llamaron a su puerta. Quién sabe por qué se le ocurrió que sería el extranjero. Por eso también dudó antes de abrir. Se detuvo un instante.
Sono de nuevo el llamado. era él. El viento de la tarde se llevó sus palabras: un chorro de palabras, un aluvión de palabras fervorosas. Pero en qué idioma. Sería hebreo, o ruso, o rumano, o algún dialecto extraño de algún extraño país? Sonaban a piedra; salían de sus labios disparadas, y rebotaban con chasquido de leña quemada. Las consonantes hacían virutas de sonido, perseguidas por unas pocas vocales que no lograban darles alcance.
La voz se hacía gruesa, luego, sin transición, guda, después sorda, pero siempre vehemente. De pronto decrecía como haciendo un pun.
to, señalando un párrafo, redondeando un pensamiento; volvía a nacer chirriante. tirabuzón que extrajera con dificultad un concepto. y se resistía algo atorado en la forzada lengua del extranjero. Bailaban los sonidos una rara pantomima, y a veces una palabra sola, visitas y amistades. Pero allí, en ese rincón de que no parecía sinc grito se levantaba de su sí mismo donde el hombre existe para su proboca, iniciaba en el cielo amarillo de la tarde pio regocijo o dolor, él también estaba solo.
la geometría de una ascensión difícil, y rendiNo compartía el tenaz espíritu de lucha de alda, rodaba a los pies del hombre que bajaba gunos que parecen empeñados en cansar su los ojos como si la viera caer. Su silencio, pre netal hasta llevarlo a la rasgadura interna; ni ñado y duro, era entonces mucho más intelitampoco la indiferente actitud de quien mira gible. En los breves instantes que la emoción sin ver todas las cosas porque es como trapo, dejaba en blanco, se metía esa angustia de o como pasto que se levanta después de ser derrota, de impotencia, de desesperación. Pero hollado, o como banda elástica que se distienel hombre no se daba por vencido; gesticulan de o contrae a la medida de un esfuerzo ajedo fuertemente volvía a reanudar el discurso, no. No. El estaba hecho de una angelical tomordía sílabas y masticaba sonidos con la ra lerancia, unida a una diabólica intransigencia.
bia deleitosa del que ha tenido su lengua atada Tenía la blandura del que ha sido golpeado, mucho tiempo. Sin embargo, más y más mi y su alma goteaba por las fisuras lentamente, raba él crecer su desesperación, como si con derramándose poco a poco hasta la muerte. Su el torrente se soltaran en esa alma sordos nu alma no saldría toda entera de él al morir; hados, y aquellas no fueran expresiones sino bía ido saliendo por parcelas, en cada una de los tremendos balbuceos de un niño que pi sus miradas, en su voz, y en cada uno de sus diera aigo. El debío vener, frente al extran gestos. Así, hasta el agotamiento. Se daba lenjero, la cara embrutecida de estupor y los ojos tamente, sin fruición ni empalago, casi podría dilatados de espanto. No lo había invitado a decirse por una mansa comprensión inerme.
pasar, ni lo había detenido, ni lo había aniPero se daba. Tenía tan limitadas sus alegrías mado a seguir, simplemente lo escuchaba co y había reducido sus penas a tan poco, que mo quien escuchara una catarata con voz de de todo ese esfuerzc sólo quedaban en él una pájaro: un pájaro que rugiera, como león, o capacidad para el goce, intensa como la de un un león que chillara como puerta mal traba niño, y una memoria para el dolor, pasiva coda. Imposible. Todo imposible y absurdo en mo la de una mujer. Piedad. Se puede sentre ellos dos. La soledad no se rompe con la tir piedad cuando se tiene tanto asombro? La compañía, se rompe con la palabra. aqué única emoción que rebasaba la medida de su llas, no lo eran. Las terribles vibraciones se temperancia era éste. El tenía, ciertamente, la iban compactando en la garganta angustiada capacidad también infantil de asombrarse de de aquel ser rato; agrupando como ovejitas todo. Había trazado un límite muy estricto a vencidas; trenzando como nudo o sollozo; se aquellas actitudes que regulaban su vida; ya iban haciendo más y más roncas, más y más podía, por tanto, permitirse aquel lujo ante lentas, más y más cargadas. Por último con todo lo que no cupiera en ese parco molde una loca carrera que tenía en la horrible len íntimo. Asombro sano y jugoso, juguetón a gua del hombre el sonido de un cortinón de veces, y a veces ascmbrado. Asombro que lo lluvia que batiera una tierra polvosa, o el gol levaba a la comprensión, porque asombrarse pe de abanico de la ola sobre una muralla de es admirar y admirar es comprender.
roca a la que toma de canto, las expresiones Ahora él y el extranjero se huían discrese desgranaron de su garganta en retirada. Al tamente, como si al perder la palabra hubieran zó el brazo y lo dejó caer como si dijera Es perdido toda posibilidad de reencuentro. Estainútil. abatió la cabeza sobre el pecho, y se ba mejor así, porque la presencia de ese homfué sin que él hubiera encontrado ninguna ac bre ponía angustia en su espíritu. Durante vatitud que expresara su compasión o su deseo de rios días oyó con más frecuencia abrirse la entender.
puerta vecina, los pasos apresurados, el bote IV de la hoja de madera, y después el eterno silencio del solitario. Aquel vacío se estaba ha¿Piedad. Qué era la piedad? Dos manos ciendo tan sonoro, que casi llegaba a ser ruijuntas como dicen los pastores protestantes. doso. Cuando algo lo rompía, lograba un inSolidaridad? El no sentía ese deseo amorfo timo descanso para esa tensión tan sostenida.
de brindarse anónimamente a todos. Claro que Se daba cuenta de que estaba reaccionando cosu soledad era una soledad con pláticas, con mo una criatura pero no podía evitarlo. DesLa esperó con verdadero fervor, con ansiedad creciente. Se asomó a la puerta muchas veces, y no pudo evitar, ninguna de esas veces, echar una mirada a la del vecino. Cerrada. Hacía dos dias que no oía nada ahí. Pensó con molestia: una nube parece irse formando sobre todo esto. Cuando le vea de nuevo tendrá niebla a su alrededor. Le crecerán algas o musgos en la cabeza y su lengua se convertirá en raíz. Malo. Muy malo.
Atardeciendo llegó ella. Puso sobre la mesa un paquete que parecía un tanto abollado; se sacudió alguna invisible pelusa de la falda, y después, súbitamente, cuando él ya no lo esperaba, le dió un abrazo juguetón y se sentó medio conmovida, medio agitada por la larga escalera. Te traje este pastel. Que cumplas muchos años felices.
El tomó su regalo, dió las gracias, y sin desatarlo de su envoltorio se marchó a guardarlo. Hacía las cosas en una forma un poco mecánica. No lo miras siquiera?
Ya comenzaba a jugar. Eso era bueno.
Ella era así. De la niñez no vivida le quedaba un doloroso gesto que a veces contorsionaba su cara, y de la niñez soñada sincera ingenuidad y malévola picardía. Con su presencia graciosa y explosiva él acabaría por sentirse bien y por olvidar al extranjero. Cuando a uno le regalan un pastel debe mirarlo. Pues me parece de elemental cortesía.
Eres tan descarado! Estuve una hora decidiendo entre un gótico, un moderno y este barroco, no creas que para que tú lo vayas a guardar como si fuera una vulgar empanada. Di francamente que lo que quieres es comértelo. Te conozco. Pero, está bien, te voy a convidar. Desató los moños y miró.
Luego, el índice acusador, la cara grotescamente seria (liturgia del juego) señaló una Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica