200 REPERTORIO AMERICANO Luis Alberto Sánchez Por TRIGUEROS DE LEON (Envío del autor) BAIXENCE Luis Alberto Sánchez Fué en Lima, la ciudad en donde la colonia asómase aún en los ventanales de algunas casas mientras en los jardines se abren las más bellas rosas; en Lima, la ciudad de don Ricardo Palma y la misma bajo cuyos cielos murió Georgina Hubner, criatura nacida de la imaginación de un escritor y musa de Juan Ramón Jiménez; fué en Lima, digo, en donde conocí a Luis Alberto Sánchez, uno de los más destacados escritores peruanos. La mañana en que me dirigí a la Universidad de San Marcos en compañía de Rogelio Sinán, novelista panameño, fué de gratos encuentros. José Gabriel y Melva Luna fuéronme presentados. Hablamos de poetas y de poesía, de escritores americanos, de periodismo. Fué una charla rápida en un viaje hacia rumbos diversos, a través de las evocaciones.
Sinán y yo entramos a la Rectoria de San Marcos. Retratos de ex Rectores dan al recinto una nota de distinguida sobriedad. Tras breves minutos de espera aparece Luis Alberto Sánchez. Es un hombre que aparenta más edad de la que tiene. Nació con nuestro siglo y parece tener más de cincuenta años. Blancos mechones en las sienes, frente amplia surcada por las huellas que dejan la meditación y el estudio, cejas que nacen de dos verticales acentos y acentúan el perfil de gruesos lentes tras los que ven los ojos escrutadores. Planos y líneas profundamente marcadas completan el rostro de este hombre lleno de inquietudes que ha hecho de su vida un trabajar sin tregua, un ir y venir por rutas distintas: Historia, Literatura, Política, Abogacía. Sus luchas en la vida del Perú son bien conocidas en América. Ha ido varias veces al ostracismo; ha caminado por las tierras de nuestro continente, enseñando y aprendiendo; se ha asomado a ellas y se ha detenido por muchos días en más de un país americano. Chile fué lugar que le brindó su hospitalidad. Hizo de Santiago su centro de acción, trabajando tesoneramente en la Editorial Ercilla. Panamá, cálido y cordial, le abrió sus puertas. Ecuador le recibió con los honores que tan distinguido escritor merece.
Luis Alberto Sánchez ha peregrinado en América. Ello le ha servido en buena parte, parte recoger datos y material que difícilmente hubiera podido lograr sin ir a sus propias fuentes.
La literatura americana camina a saltos y esporádicamente. No hay un ritmo en la producción. Es imposible trazar una curva estadística reveladora de las actividades que en tal orden se llevan a cabo. Por ello algo que en otras partes resulta muy fácil llevar un registro de la producción literaria, histórica, artística, científica, etc. entre nosotros viene a ser labor de titanes.
Sánchez ha logrado, con su tenacidad y su especial dedicación, escribir una de las más completas historias de la literatura americana. pesar de todo existen en ese libro muchas in voluntarias omisiones, varios capítulos que no tratan con extensión suficiente el tema propuesto. Tal sucede, por ejemplo, con el capitulo dedicado a la literatura centroamericana. La razón de ello? La hemos dicho ya: falta de continuidad en nuestra producción literaria, provocada por la escasez de gentes que se dediquen profesionalmente a las letras o qne, cuando menos, hagan de ellas su principal preocupación.
Mi entrevistado me recibe afectuosamente.
Como yo sé que él es hombre de múltiples ocupaciones y que su tiempo lo tiene dispuesto cronométricamente, procuro quitarle el menor posible para no interrumpir su trabajo.
Pienso, de pronto, en muchas cosas que descaría preguntarle. Estoy frente a una mina por explotar. Como es cantera inagotable debo conformarme por hoy, con obtener parte de si riqueza.
Barajando temas considero de especial interés el asunto de la novela americana. Es bien sabido que Luis Alberto Sánchez escribió un libro titulado América, una Novela sin Novelistas que dio motivo para hacer los más apasionantes comentarios.
Es ésta, pues, nuestra primera pregunta. Mantiene usted aún su tesis de que América es una novela sin novelistas. Mi tesis está aún en pie. Desde que publiqué mi libro en donde expuse ampliamente mis principios sobre el particular, hasta hoy, las cosas han cambiado un poco; pero considero que todavía no se ha hecho la novela de América. las obras de Gallegos, Rivera, Guiraldes y otros novelistas americanos. Gallegos es el más completo. La obra de Rivera más que una novela es una epopeya. El novelista venezolano maneja muy bien sus personajes, actúa en un campo en el que se mueven tipos de toda clase. Cree usted que los personajes de las novelas americanas se repiten con mucha frecuencia en las obras de este género. Con los personajes ocurre, generalmente, que hay entre ellos gran parecido. Los tipos de Anatole France y de Balzac, por ejemplo, corresponden a un mismo nivel; mas de alli no vamos a deducir que el primero de ellos copió al segundo. Cuál es el más intenso problema de la novela americana. Considero que el principal problema para todo novelista americano lo ofrece el medio. Mientras el novelista no logre emanciparse de ese medio, será más épico que novelista. En Europa el novelista se emancipa del medio. El poeta épico no es un artista; es un profeta. El lírico es el artista. El épico, el árbol; el lírico, el pájaro. la novela en el Perú. No hay más que Ciro Alegría. Hay ensayos de Arguedas; pero quien ha escrito novelas haciendo vivir sus personajes es Alegría.
De sus obras, prefiero Los Perros Hambrientos. En El Mundo es ancho y ajeno nótase la influencia de Thomas Mann.
Al hablar de las letras peruanas surgen nombres de escritores y de poetas. Inevitablemente tocamos con César Vallejo, señal de la mejor poesía americana de los últimos tiempos. Vallejo no tendrá influencia en otros poetas. No existen posibilidades de imitar su tono. Es una voz que viene de muy dentro y sólo se puede imitar lo formal. Whitman tampoco podrá ser imitado. Son poetas que no tienen un modo, una forma, sino que están haciéndose todos los días, en cada poema.
Los poetas peruanos consideran a César Vallejo como el más alto poeta de nuestra patria.
Notando que la última alusión puede ser motivo para desviar un tanto la charla, yéndonos por otras rutas las de la poesía y alejándonos de la novela, procuro volver al tema inicial valiéndome de un buen novelista ecuatoriano, Jorge Icaza.
Al hablarle a Luis Alberto Sánchez de Icaza, aquél me responde. Vale mucho como escritor y como hombre. Su mejor obra me parece Barro en la Sierra. Huasipungo es demasiado patético. Todo autor, al inventar, tiene que ser más moderado que la realidad. Aun cuando parezca una paradoja la vida presenta situaciones inverosímiles, mientras que la novela debe dar la impresión de ser verosímil.
Las agujas del reloj me dicen que ya es hora de poner punto final a mi entrevista. Para cerrarla con la respuesta de Luis Alberto Sánchez a una pregunta que se refiere directamente a la literatura centroamericana, digo al ilustre crítico. Qué opina usted de la novela centroamericana. La novela de Centro América se parece mucho a la novela del Ecuador: es patética, muy tocada de razón política. No hay tiempo para hacer arte en ella. Tal vez lo consigue Arévalo Martínez en alguna de sus obras. La novela allí tiene la tentación de evocar las cosas antiguas.
Entre Ubico y los mayas hay un tentación doble que solamente la puede salvar el quetzal.
Con tan simbólicas palabras finalizó Luis Albertos Sánchez nuestra charla. Afuera, en los corredores de la centenaria Universidad de San Marcos, dialogaban alumnos y maestros. El sol, a medio cielo ya, derramábase por todas partes cubriendo esa maravillosa tierra grávida de añoranzas y aromada de rosas.
San Salvador, mayo de 1948. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica