REPERTORIO AMERICANO 143 dan música a esta alba. Quiere huir de esa sombra que es la tristeza y canta para distraerla, porque es vivamente joven y la tierra sonríe, más allá de la sombra y la melancolía. Pero una nostalgia de lo nunca hallado insiste y se pregunta por la puerta de la huida: esta puerta es el canto, el poema, la creación. Es nocturnal y atardecida, pero en aquella zona en que el sueño rompe las primeras playas de la aurora, y brillan aquí y allá inesperados hallazgos donde la poesía parece concentrarse, a la manera del coral laborioso.
sonando marina y auroral, amorosa y nostálgica. Sumergida en mi alma hay una isla. el cielo se abre como una inmensa flor. COmo un árbol de oro vi que crecía en ti. en mí anclan los sueños como naves y se llenó de lágrimas el viento. Una nostalgia general. no se sabe si de músicas, de alguna voz, de algún nuevo ritmo, eco, canto o compañía camina con la ternura como cuerpo con su sombra.
lino que se abre como árbol de agua, lleno de pájaros, arriba. Abajo queda, temblando, una interna raíz de agua o lágrima. veces un meditativo sentimiento sube por este árbol de cristal inefable, como entristeciéndolo. gradas de sombra subían del aire. y la sombra parece ser su preocupación interrogativa (la sombra es aquí el dolor del vivir sujeto a nostalgias, y también penetra en el querer. Pero queda la lluvia en la tierra, queda el corazón que sale a ver por las ventanas del cuerpo y esa música inefable que ella va recogiendo, aquí y allá, con finura. El tono es menor y un neo romanticismo fino lo señala y determina, pero en ese tono de romancillos, canciones, sutilidades, está su reino grande y su triunfo. Los reflejos del sol doliente pronto se hacen aurora y esa lágrima que cantaba en el sueño se hace, finalmente, gota de lluvia y lágrima de riente surtidor en jardines. Júbilo de rocío, de juventud, de adolescencia viva, luz y pájaros, nubes de un cielo que sonríe azul en sus términos, empiezan a ocupar la nostalgia, la añoranza, de esta poesía tan verdadera y música, tan sugeridora y viva.
Claribel Alegría penetra con Anillo de Silencio, con una voz muy auténtica y segura, en el concierto bueno y mejor de la poesía joven de nuestra América. La patria de Rubén Darío y El Salvador han de estar de plácemes por este nuevo milagro lírico en tierras mágicas de tanta belleza y de verdadero, humano, fervor de poesía.
Bayamo, Oriente de Cuba, julio 1948.
LAGRIMA, AURORA SURTIDOR Anillo de Silencio es un libro donde todo se desborda hacia adentro, donde quedan, por lo tanto, al exterior, esas músicas ya cernidas, esas palabras vistas y gustadas como en un clima grato a los pintores impresionistas y a la música de Debussy. Nada parece desparramarse y el poema termina. justo como un trazo, como un momento de alma. Es que la voz verdadera siempre sabe vigilar su verdadero centro y nada que no sea humanamente lírico puede subir por ese surtidor cristanica mejor y su sandalia. Por qué no alegrarse que sea esta palabra la que signe la frente de esta poesía, joven y activa, añoradora y tierna, de esta dulce criatura de la poesía de Centro América de hoy, Claribel Alegría?
SILENCIO POESIA Cuando nuestro Martí quiso como significar la llegada de algo definitivo al destino de su vida escribió que acudían a él como temporales de silencio y fué un romántico de esos que leyó Martí quien dijo que la boca guarda silencio para que hable el corazón. Razón tenía Musset asegurando esta elocuencia del silencio. Por ella habla la poesía más a su gusto y a sus anchas, así este libro, primoroso e íntimo, delicado y deliciosamente poético.
Bello es recorrer y abrir este Anillo de Silencio, de Claribel Alegría lírica, y atestiguar en él un nuevo mundo finamente rendido, tiernamente mantenido con que la poesía centroamericana se enriquece y se honra.
Aquel sentido del falso tropicalismo loro repetidor y bullicioso halla en esta obra un trópico de jugos humanos y silencios verdaderos que siempre se le opondrá. El pensar a la poesía de Centro América bulliciosa sólo puede existir en el improvisado y presuroso o mal enterado veedor de ella. Allí está la obra de Darío, o de los poetas de hoy para desmentirlo. Ahí la obra de Cardoza y Aragón, de Monteforte Toledo, Geoffroy Rivas, Guerra Trigueros, Pablo Antonio Cuadra y las espléndidas promociones nuevas de Costa Rica y Guatemala para ejemplo contrario.
Así el libro de Claribel Alegría que se une a la obra de Claudia Lars, en pureza y dignidad, como argumentaciones. ANILLO LIRICO Sueños, nieblas, mañanas soleadas suben, hacia cielos de nostalgia y cantos, en la obra lírica de Claribel Alegría. Una ternura ronca como aquella plata pura de los ángeles casi ahogada de tan tierna, se levanta como ola que va a la playa solitaria para llenarla de rumores. Su poesía está allí, en el aire, como una danza mantenida a milagro puro, a fuerza de sutilidades, entre el cielo y la tierra.
Nos dice de ese fuerte poder de todo poeta verdadero para cambiar nuestra habitual visión del mundo dándonos lo impresentido, lo que existiendo no veíamos. Así, el silencio es un río; la soledad se puebla de cantos; el mundo interior se ilumina. La adolescencia está allí fragante, nítida, niña aún y radiante, iluminada y nostálgica a la vez. mi madre recuerda, no poco, aquellos deliciosos poemas juanramonianos a la adolescencia, en Emoción. Madre, me olvido de algo y no me acuerdo. y es buena aproximación, y saludable cercanía, esta rectora de Juan Ramón Jiménez, a quien la autora dedica un fino poema de homenaje. Te ilumina por dentro un sol de estrellas. SILENCIO DE NOSTALGIA DE TERNURA El anhelo es un pez de plata agitado en fantástico vuelo y, tanto como la nostalgia y la ternura, está envuelto en música que nunca pierde, ni distrae la poesía en Claribel Alegría. Aprovecha el color, sin llevarlo a exageraciones cegadoras; un intimismo cálido y rendido signa el mundo lírico de Anillo de Silencio. veces es una flecha sutil, una hoja de almendro, un filo de ternura el que Libros venezolanos (En La Esfera. Caracas, enero de 1948)
El Regente Heredia o la piedad heroica, por Mario Briceño Iragorry. Corresponde el número veintiuno de la Biblioteca Popular Venezolana a este volumen que llega a nuestras manos por atento envío del Ministerio de Educación Nacional. En 202 páginas de apretada y amena lectura, narra el distinguido académico trujillano las peripecias de una vida signada por la desgracia e indudablemente poco familiar a los lectores criollos. Ya en la introducción el propio doctor Briceño nos advierte que pese a la bondad de esa figura bistórica que se llama don José Francisco de Heredia, el pueblo de Venezuela desconoce el nombre de este generoso amigo suyo, que quiso para él la concordia y la piedad cuando el huracán de la guerra de independencia devastaba a los hombres y aniquilaba la cultura y la riqueza.
Así es. Poco sabemos del Regente Heredia, o mejor dicho poco sabíamos de su mansa y al mismo tiempo enérgica trayectoria de magistrado, hasta que la pluma experimentada del erudito historiador vino a revelárnoslo con lujo de documentos y su ya conocida pulcritud estilística. Al modo elegante de los modernos biógrafos, que gustan de presentar a sus personajes en un plano real, esto es, actuando como hombres y no como seres mitológicos, el autor comienza la empresa de su obra mostrándonos al Regente cuando tiene que desembarcar forzosamente, junto con su novia y sus amigos en un arenal inhospito de la costa coriana, debido al naufragio de la goleta que lo traía de Santo Domingo, su tierra natal. El episodio, que tiene la gracia y la naturalidad de una novela vernácula, tocada de romanticismo, es de un interés innegable. El doctor Briceño aprovecha aquí su conocimiento del idioma para describirnos el paisaje característico del sediento litoral, donde sólo crecen cujisales salvajes. El temple de alma del Regente queda como fotografiado, si así puede decirse, en la estampa inicial del libro.
Don José Francisco de Heredia viene a la Capitanía de Venezuela huyendo de los desórdenes provocados por la rebelión de los siervos en la parte francesa de Santo Domingo.
Los inmigrantes se establecen en Coro, donde cuenta con valiosas relaciones, y andando el tiempo y tras no pocas mudanzas de fortuna, a Heredia toca desempeñar el papel de Negociador de la Paz, precisamente cuando la Revolución venezolana daba sus primeros pasos guerreros bajo la aristocrática conducta del Marqués del Toro. Heredia, monárquico insobornable, fracasa en sus gestiones, y vuelve a su isla. Se le da entonces el encargo de instalar en Coro la Real Audiencia. El integérrimo magistrado llega a la ciudad de Ampíes, a tiempo que el canario Monteverde negocia a su manera la capitulación con Miranda, Lo que sigue es la tremenda lucha que tiene que entablar el señor Regente con los valentones ensoberbecidos, hombres de presa, crueles ignorantes, que desprecian la Ley y carecen en atisoluto de visión política: Monteverde, Cerveris, Boves y el propio Morillo, que acaba calumniandolo.
No es posible, dentro del estrecho espacio de esta nota, anotar pormenorizadamente las enseñanzas en que abunda el volumen que comeniamos. Sólo queremos dar una leve idea de su contenido, que es la historia de la batalla que sostuvo en circunstancias sombrías, un espíritu culto contra la barbarie desatada en Venezuela por los caudillos realistas de la guerra emancipadora Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica