266 REPERTORIO AMERICANO ESCULTURAS FARAONICAS mos.
BRIXERES Estatua en mármol blanco de Thout més III (En el Rep. Amer. Así como en otras viejas culturas el arte Pero, nuestra predilección va, en medio escultórico tuvo un desarrollo muy tardío de de tantas obras de arte incomparable como las bido a un tabú antropomórfico (China, In que llenan el museo faraónico de El Cairo y dia, Japón) o a fuertes inhibiciones con res el museo copto y el museo árabe de esta mispecto a la representación de la figura humana ma ciudad, hacia la pequeña estatua en már(cultura hebrea. en Egipto en cambio la es mol blanco del Faraón Thoutmés III (1504cultura llegó a una perfección completa 500 1450 de la XVIII Dinastía, quien viaños cuando Grecia no era ni siquiera vió y gobernó en una época de expansión del una unidad geográfica y cuando Roma apare Imperio en todas dimensiones y de un robusto cía tal vez como un pantano emergiendo de renacimiento de las artes y las letras. La estalas aguas mediterráneas. Lo prueba así esta es tuilla, que no tiene más de 50 centímetros de tatua de Kephrén, en granito negro, existente altura, representa al monarca en actitud de hahoy en el Museo del Cairo, representando el cer una ofrenda a los dioses: desnudo, sin más Rey, sentado, con el Dios Horus en forma de cubierta que el corto calzón de lino conque los un balcón cubriéndole sus hombros. Hay en reyes y grandes sacerdotes entraban al santuaesta estatua, vieja de casi 000 años, una rio, y en la cabeza la toca imperial ostentando majestad, un misterio y un aire de eternidad en su frente el ureus en forma de una caque diríamos aterrador. Se siente en su presen beza de cobra erguida y amenazante, Thoutcia que hay algo detrás de ese bloque de més III, el gran gobernante, aparece arrodillamármol oscuro, veteado de estrías verde azu do, sosteniendo en cada una de sus manos un lejas, con un rostro inmutable que mira hacia vaso de ofrenda. Hay una armonía tan subliuna incógnita e infinita distancia, y poseedor me en el conjunto de la figura, una pureza de una ciencia que nosotros apenas sospecha casi mágica en la expresión del juvenil rostro Acaso han tenido razón los antiguos imberbe, una souplesse tan lograda en la posegipcios cuando creían que el doble o ká. tura de los brazos y piernas, que sólo un gedesprendido del cuerpo del difunto venía a nio excepcional ha podido modelar y cristahabitar en su estatua, la cual pasaba a ser mo lizar todo eso en el delicado y duro material rada de eternidad. Porque si la impresión que del mármol blanco. Es esta una obra de aquenos sobrecoge frente al Moisés de Miguel An llas que pueden ser contempladas durante hogel es de deslumbramiento y maravilla y la ras y horas sin fatiga porque refrescan y repoque desciende sobre nosotros ante la Venus de san no sólo los ojos sino el espíritu. No poMilo o el Apolo de Belvedere es de serenidad dríamos decir si ella es clásica o romántica, si y armonía, la que experimentamos al pie de apolinea o dionisíaca. Ella es simplemente perla estatua del monarca constructor de la segun fecta. Nos ofrece la imagen del hijo del gran da pirámide de Guizeh es de inquietud y de rey guerrero Thoumés II tal cual era segumístico terror al borde de lo desconocido. ramente en sus años juveniles cuando, confiaAquel rey. y el artista que lo representó en do por su padre a los sacerdotes del Templo piedra negra sabían cosas que nosotros ig de Ammón, era educado en el secreto de los noramos: la dignidad de esa mirada remota ritos y altas enseñanzas iniciáticas. El destino que viaja al través de los siglos, la armonía habría de someterlo a duras pruebas: muerto del cuerpo, la extraña vida de ese trozo de su padre cuando él era apenas un niño, fué granito, expresan algo, contienen una fórmu casado con una de las dos hijas legítimas del la incógnita que para nosotros no es más que Faraón (él era hijo ilegítimo, es decir su maun vislumbre de otros mundos. Brazos y pier dre no era la Reina titular. Aprovechándose nas desnudos parecen completamente lisos a de esta circunstancia, la reina, su madrastra, simple vista, pero si se les toca con suavidad. que ahora pasaba a ser también su suegracon mano de pianista que rozara el teclado o asumió la regencia que había de conservar por de cirujano que palpa una piel adolorida, se más de veinte años. De nada sirvió al futuro puede sentir el fino y perfecto relieve de múscu Thoutmés III que el dios Ammon, durante una los y tendones, como si una vida fría y eterna de sus procesiones anuales, se detuviera frencirculara en forma de savia osiriana por esas te a él indicando con ello que él era su elegiarterias verdosas que son las vetas del granito. do para gobernar el país; de nada le valió tamLa estatua de Kephrén, como la del Sheikhpoco que la poderosa casta sacerdotal de los el Beled (en madera) y como la del escriba templos de Ammon le prestara todo su apoyo sentado o la de Rahotep y su esposa Nefer considerándolo como uno de los suyos puesto tet (en piedra pintada. todas ellas del Viejo que entre ellos había sido educado. La Reina Imperio, maravillas son del arte escultórico Hathshepsout era una de aquellas mujeres de universal que desafían cualquier comparación puño firme que aparecen de tarde en tarde en y muestran cuán lejos llegaron los hombres la historia de las naciones y que superan las de Menphis y Abydos, de Heliópolis y Sak hazañas de los peores sátrapas y dictadores.
karah en sus contactos con los dioses.
Leyendo su historia no podemos dejar de recordar un período análogo de la historia de China: hay en efecto fuertes similitudes entre la Hathshepsout egipcia y la célebre emperatriz Dovager Tszú Hsi, quien a fines del pasado siglo, usurpó el poder de su sobrino, el Emperador Kwang Hsú, manteniéndolo prisionero por más de diez años en un pabellón sombrío en la Ciudad Prohibida de Peking.
Ambas fueron mujeres sedientas de gloria, riquezas y poder, dominadas por la sensualidad del mando y de todos los demás placeres de la vida, que han contribuído a crear una triste reputación histórica a los gobiernos por mano de mujer. Thoutmés III fué, sin embargo, mucho más afortunado que el pobre KwangHsú, que terminó sus días en prisión, en tanto que Thoutmés pudo ascender al trono a la muerte de la usurpadora. Su gobierno fué uno de los más gloriosos no sólo de su Dinastía sino de todas las dinastías. Evidentemente la poderosa ayuda del clan sacerdotal de Ammon tiene que haberle servido de mucho durante su reinado. Como constructor sólo encuentra rival en Ramsés II. llamado también Ramsés el Grande. lo cual es mucho decir. Para vengarse, aunque fuera póstumamente, de su suegra y madrastra, Thoutmés hizo borrar el nombre de ésta de todos los monumentos públicos y privados que aquella había hecho construir y que eran numerosos, entre ellos su magnífico templo funeracio en Deir el Bahari, que es una de las grandes atracciones turísticas hoy mismo. En cuanta piedra había el nombre de Hathshepsout, el Faraón hizo grabar el nombre de su padre Thoutmés II o el de su abuelo Thoutmes Pero, el discípulo predilecto de Ammon no necesitaba de tales recursos para sobrevivir en la memoria de los hombres: le bastaba con esta estatuilla que ahora contemplamos y que algún artista de genio salido también seguramente como él mismo de los templos del culto solar de Ammon talló en mármol impoluto para que su nombre sea recordado eternamente.
Juan MARIN El Cairo. Diciembre 1947.
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