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REPERTORIO AMERICANO 185 MENSAJE DE UN LATINOAMERICANO a los intelectuales del Mundo Por Vicente LOMBARDO TOLEDANO (En el Rep. Amer. Envío de en México, El licenciado Vicente Lombardo Toledano, que fué invitado por el Comité Polaco Francés de Intelectuales, para asistir al Congreso Mundial de Intelectuales en Favor de la Paz, que se realizará en Wroclaw, Polonia, del 25 al 30 del presente mes de agosto, ha enviado a la mencionada asamblea el mensaje adjunto, ante la imposibilidad en que el propio licenciado Lombardo Toledano se encuentra de asistir al referido Congreso.
De América salen para el mundo, en esta vez, las noticias más nutridas y constantes anunciando la proximidad de una nueva guerra.
Yo sé que en muchos europeos existe la creencia de que los países del Hemisferio Occidental forman una unidad política y que, por este motivo, debe ser considerado el Continente Americano, en su conjunto, como una fuerza material y psicológicamente dispuesta para una nueva contienda internacional.
Este mensaje tiene por objeto destruir esa falsa creencia.
Vicente Lombardo Toledano Hace más de cuatro siglos el Continente Americano se abrió para Europa como una esperanza; era tierra nueva para una posible vida material mejor, y refugio contra persecuciones de carácter religioso o político.
Estos incentivos fueron poblando el Continente, de norte a sur. En el norte, los anglosajones; en el sur, los españoles y los portugueses.
No obstante este origen común de las Américas, su desarrollo desigual las hizo diferentes desde la primera hora y las ha mantenido distintas la una de la otra.
Los motivos son profundos. Entre los pobladores del norte y los del sur del Continente Americano, existía una diferencia enorme en el grado de civilización; los del norte eran cazadores y recolectores nómadas; los del sur los mexicanos y los peruanos, para emplear términos genéricos sin el uso del hierro y de animales domésticos vigorosos, y sin el conocimiento de la rueda, habían llegado, sin embargo, a tal grado de progreso que, comparados con pueblos de otros continentes en un estadio de evolución histórica semejante, podrían ser considerados, con razón, entre los pueblos más brillantes del mundo. Esta diferencia, junto a otras, facilitó el mestizaje en las colonias de España y lo hizo difícil en las colonias de Inglaterra; pero lo que separó a las Américas substancialmente fué la discrepancia en la mentalidad de sus colonizadores: los anglosajones traían la experiencia de la revolución industrial de su país y poseían una mentalidad capitalista; los españoles traían la experiencia de la producción meramente agrícola de la Península Ibérica y tenían una mentalidad feudal.
De la colonización diferente nacieron en América dos formas de esclavitud: en el norte, mediante el tráfico de africanos, la población blanca establecía una sociedad fincada, en gran parte, en la esclavitud de hombres no americanos; en el sur, la población blanca creaba una sociedad apoyada en la esclavitud de los indios y de los mestizos.
La esclavitud en el norte estaba destinada a desembocar en el capitalismo; en la América Latina estaba destinada a desembocar en el feudalismo. En el Nuevo Mundo se reflejaba la diferencia que había entre Inglaterra y España en los albores de la época moderna.
Esa diferencia determina el carácter de la revolución de independencia de las dos Américas: en el norte, la revolución preparó el advenimiento del capitalismo. En el sur, se logró la independencia política, pero se reforzó el régimen del latifundio esclavista poseído por la Iglesia Católica y por los descendientes de la nobleza creada por el Monarca español.
La revolución de independencia de los Estados Unidos es fundamentalmente el producto de la revolución democrático burguesa de Inglaterra. La revolución de independencia de la América Latina es, en un aspecto, el fruto de la revolución democrático burguesa de Francia; pero como se realiza medio siglo después de la revolución norteamericana, se inspira también en los Derechos del Hombre y en la estructura del régimen republicano de los Estados Unidos.
Sobre estos cimientos se apoya el desarrollo histórico de las dos Américas. Hacia la mitad del siglo XIX, la Guerra de Secesión conduce a los Estados Unidos al ascenso rápido dentro del sistema capitalista. La Guerra de Reforma en México, coetánea de la guerra civil en el país del norte, es sólo semejante a la revolución que en Europa aniquiló el poder económico de la Iglesia Católica hacia el siglo XVI. partir de entonces, el desarrollo desigual de la América anglosajona y de la América Latina llega a tal grado, que el progreso material de los Estados Unidos se transforma en obstáculo para el desarrollo económico de las veinte repúblicas hijas de España y Portugal. cuando llega el capitalismo en los Estados Unidos a su etapa de apogeo, sus recursos sobrantes se invierten en la América Latina para obtener de ésta las materias primas que la industria yanqui necesita.
El Continente se divide en dos grandes porciones: de un lado, una gran nación industrial; del otro, veinte países productores de materias primas.
Las relaciones interamericanas dejan de apoyarse en una aspiración común hacia la igualdad, para transformarse en relaciones entre una metrópoli y un conjunto de naciones semidependientes de ella.
La diferencia esencial entre las dos Américas ha sido una diferencia económica; no ha sido, ni puede ser, una diferencia racial o ideológica.
Explicar el progreso de un país o de una región cualquiera del mundo por motivos raciales. es apartarse de la verdad: el empuje inicial del capitalismo hizo posible la gloria de Venecia; después el auge de Holanda; más tarde la grandeza de Francia; posteriormente la creación del Imperio Británico y, finalmente, la fuerza enorme de Alemania y de los Estados Unidos. El socialismo ha hecho del pueblo ruso uno de los más poderosos de la historia, y transforma hoy a numerosaos países de la Europa Central y Sudoriental en naciones de nueva democracia.
No es la raza la que ha dividido a las Américas, sino el imperialismo: mientras los Estados Unidos han progresado con ritmo sin precedente, las naciones latinoamericanas han visto deformarse su estructura económica y han tropezado con obstáculos múltiples en el camino de su liberación.
Por eso el sentimiento antiimperialista de los pueblos de la América Latina es tan profundo e indestructible.
El correr de los años ha hecho de ese sentimiento una verdadera conciencia histórica: los pueblos de la América Latina saben distinguir entre el imperialismo yanqui y el pueblo de los Estados Unidos; entre la fuerza de los monopolios norteamericanos y el espíritu democrático de la gran masa de la población de ese país.
Esta es la causa de que, por la primera vez en la historia de las dos Américas, la política de la Buena Vecindad formulada por el Presidente Franklin Delano Roosevelt haya sido acogida como una política amistosa por todos los pueblos latinoamericanos.
Porque la buena vecindad es diferente al panamericanismo; los vecinos, diversos entre sí, pueden ser amigos; pero no pueden ser nunca iguales, ni sumar los intereses de unos a los de los otros, porque estos intereses son opuestos y aun contradictorios.
Lo que produce la semejanza histórica entre los pueblos no es la cercanía en el espacio, sino la proximidad en el tiempo, es decir, su desarrollo económico, social y cultural.
Más cerca se hallan los pueblos de la Amé Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica