REPERTORIO AMERICANO SELECTA BARENA La Cerveza del Hogar SELECT EXQUISITA SUPERIOR gica irrebatible, los falsos conceptos en que se asientan la arbitrariedad y la prepotencia. acaso sea oportuno señalar, a los que dudan de estas conclusiones, como la cultura, cómo el arte y las letras sufrieron un mortal estancamiento de la actividad creadora, en los países donde el Estado pretendió inmiscuirse hasta en la necesidad espiritual de crear una más perfecta comunicación entre los hombres y develar el secreto de la vida y del universo.
No podemos dejar en manos del Estado, conjunto de hombres ligados a intereses políticos, esta sutil actividad de la inteligencia.
Toda genuina idea de progreso, de investigación acerca de la naturaleza humana, de indagación tendiente a aclarar el sentido del universo, nace del individuo.
Ninguna idea que discuta los poderes estatales puede desarrollarse si no es a costa del sacrificio de quien se ve en el deber de exponerla. La cultura es inherente a la libertad, crea derechos, en tanto que el Estado, cuando deja de ser la sencilla administración proyectada, los restringe, los mutila.
El lenguaje escrito, instrumento de los escritores, ha sido considerado como el distintivo más diferenciado de una comunidad de hombres, de una nación, de su unidad. Pero asimismo nuestra producción es patrimonio de la humanidad sin distingos. En su cabal sentido superior, la obra literaria adquiere una significación mundial. el hombre, conformado a la medida de la criatura humana, reconoce como problema inicial el de la angustia.
Por tanto, nuestra universalidad, es lo opuesto del nacionalismo estridente y colorido en que se incurre cuanto menos cultura se posee y son más firmes nuestro amor a la tierra en que nacimos y al país que contribuimos a fundamentar.
Deben entenderse estos conceptos en sentido general, despojados de todo partidismo y aun de esa aberración que es el dogmatismo y la oposición política sistemática, fruto del resentimiento antes que de la reflexión.
Queremos referirnos solamente a los ineludibles deberes del intelectual. Dentro de esta conciencia he hallado a Eduardo Mallea escritor. Porque Mallea no es un escritor comprometido como consecuencia imprevisible de su obra sino un escritor que se adelanta a comprometer su opinión, avaluada por su prestigio, cuando podría disimularla, según se sabe, en el torrente verbal de la obra. Mallea pertenece al grupo de hombres de una promoción literaria que, sin renunciar a su condición de escritores, sin faltar a las reglas de imparcialidad enunciadas, lucharon contra la injusticia y la opresión y se adelantaron a defender a la civilización en peligro. Enamorados de su arte, deseosos de demorarse en la paciente artesanía de la prosa, supieron, sin embargo, levantar su voz para condenar los crímenes de lesa humanidad e insuflar optimismo en pueblos exhaustos, haciendo la claridad en la confusión predominante. lo que es más valorable a nuestro juicio, supieron conservar intactas todas sus potencias y cotidianamente abastecieron al mundo del pan y de la sal del espíritu, sin los cuales la angustia se hubiese trocado en desesperación.
Mallea discurre sobre un itinerario interior, apenas sobresaliendo, en contadas ocasiones a la superficie. Este mundo intangible que al describe con minuicosidad de artifice, con atormentada ansiedad, le permite reconstruir los contornos del alma humana analizar sus elementos. Cuando nos pone en conocimiento de uno de sus tipos, apenas rozando una descripción formal, en seguida se adentra en ella y comienza su improba tarea de investigador del ser. Cada una de sus obras nos deja la impresión de haber sido construída con una exacta conciencia del mundo y de los deberes inaplazables que impone a los artistas e intelectuales la hora actual. Mallea entrete je sus anhelos en una prosa, no por trabajada, menos clara y grácil, desdeñoso de las rutilantes paradojas, de los sorpresivos juegos de palabras, reveladores a un mismo tiempo de la habilidad e incapacidad literaria y persiste en dar con el carácter de nuestro pueblo aislando algunos elementos, desentrañando su naturaleza, con fervor no exento de elegancia.
Así lo vemos analizar desde los tugurios de la ribera, hasta el campo y aun ciertas frías zonas de la aristocracia intelectual. Mallea es el poeta de la enunciación y es el profeta que advierte la hora del castigo, el dramático conflicto entre la conciencia y la inteligencia, y la rebelión de los sometidos gestándose en el silencio preñado de amenazas.
El contenido espiritual de la obra de Eduardo Mallea alcanza sugestivas resonancias, y en casi todas sus páginas llega a la máxima tensión angustiosa, que sólo logra el hombre capaz de fría introspección, el intrépido que entabla, al fin, el diálogo consigo mismo. Su particular filosofía ilumina sus ensayos, suaviza un tanto el colorido de sus novelas y jerarquiza toda su obra, revistiendo su simbolismo de un significado profundamente humano y de honda vibración social.
La obra de Eduardo Mallea responde ampliamente a su época y refleja con exactitud la hora de la ignominia y la consiguiente llamarada de amor que se levanta para purificarlo todo.
La amplitud de su concepción le acuerdan el título de poeta, cada vez más codiciado; el de pensador sagaz, cada vez más exigido: el de novelista de su tiempo: títulos que sus compañeros en las letras reconocemos con jubiloso entusiasmo. si a estas dignidades añadimos la que le confiere una conducta rigurosa y una prescindencia política que le ha proporcionado legítimas satisfacciones morales, todos coincidiremos en que es el hombre a quien sus colegas pueden otorgarle también el codiciado galardón de esta medalla de oro, que es la más alta distinción a que puede aspirar un escritor en la Argentina.
Así lo vemos analizar desde los tugurios poner cada vez que podemos señalar a quienes cumplieron con su deber de intelectuales, cada vez que nos toca exaltar la misión de la inteligencia insumisa, libre de toda servidumbre, sobreponiéndose al temor y a la dádiva, altiva y vigilante de su decoro, afrontando, imperturbable las humillaciones del poder que quiere ganar su incondicional adhesión y su obediencia, y rebelde frente a una organización social que condena a miseria perpetua a quienes se arriesgan a difundir la verdad.
Sintamos la inmensa dicha de habernos dedicado apasionadamente a una actividad que comporta tan graves consecuencias, que todos los días pone a prueba nuestro coraje, sin darnos punto de reposo y que su único premio consiste finalmente en la conciencia de haber servido al pueblo en sus más altos ideales.
Querido amigo: En nombre de los escri.
tores argentinos, que la que presido representa, le entrego a usted la medalla de oro del Gran Premio de Honor 1946, que le han conferido los jurados Alberto Gerchunoff. Enrique Amorín, Padro Miguel Obligado, José González Carbalho y Juan Ferreyra Basso.
Integra usted, desde hoy, con Jorge Luis Borges que obtuvo el premio en 1944, y Ricardo Rojas, que lo recibió en 1945, en una memorable reunión realizada en esta casa el año pasado, el selecto grupo de los escritores argentinos a quienes sus propios colegas distinguen por la nobleza de su labor. la emoción de tener que cumplir este mandato en un hombre de talento y conducta, únese la enorme satisfacción de realizarlo en nombre de un gremio que hace honor a su profesión y por mandato de la sociedad que nos cobija, dignísima en su trayectoria democrática, baluarte imbatido en la custodia de la libertad de pensar y la cultura.
un AHORRAR es condición sine qua non de una vida disciplinada DISCIPLINA es la más firme base del buen éxito LA SECCION DE AHORROS del BANCO ANGLO COSTARRICENSE (el más antiguo del país)
está a la orden para que usted realice este sano propósito AHORRAR Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica