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REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLIII San José, Costa Rica 1948 Sábado 19 de Jupio No. 23 Año XXVIII No. 1050 ANTONIO CASO Por Leopoldo ZEA. En el Rep. Amer. Envío de en México, 1948. Antonio Caso Ningún filósofo auténtico ha vacilado nunca en hacer patente la raíz vital, humana, de oda filosofía. Raíz a la cual los antiguos dieron el nombre de admiración, asombro. La fi.
losofía decía Placón no tiene otro origen que la admiración. y Aristóteles agregaba. Los hombres filosofan y empezaron a filosofar por obra de la admiración. Admiración frente a una realidad que por rica y múltiple es siempre problemática. Admiración por lo más cercano o lo más lejano; por lo pequeño o por lo grande, por una parte de nuestro Uni.
verso o por su totalidad. Admiración, en fin, por todo aquello a lo cual no encontramos salida. como decía el mismo Estagirita. Esto es, admiración por lo problemático.
Tal fué también la raíz de la filosofía del maestro Caso. Su magisterio, lo sabemos todos los que fuímos sus discípulos, fué siempre lección de admiración y asombro. Admiración y asombro frente a una realidad que no se prestaba a ser envuelta en los rígidos cuadros de sistema alguno. Admiración y asombro ante una realidad que daba origen a múltiples sistemas sin dejarse prender en uno solo. Los filósofos y sus sistemas no fueron para el maestro Caso otra cosa que estímulos en esta perpetua admiración y asombro.
Nadie mejor que Antonio Caso supo de la urgencia que tiene el hombre por alcanzar la Verdad. Esto es, de la urgencia que el hombre tiene por dar respuesta a sus problemas, por poner fin a su admiración y asombro. Pero también supo de lo difícil que es dar respuesta a todos los problemas, de la imposibilidad de encontrar todas las soluciones. Por eso nunca pudo ser un sistemático, aunque interrogó a todos los sistemas. Los sistemas, lo comprendió muy bien, no son sino amputaciones que se hacen a la realidad, partes de ésta. Quedarse en un sistema no es sino renunciar a conocer la auténtica realidad.
Caso, a sabiendas de que nunca alcanzaría a conocer la realidad en su plenitud, nunca renunció a conocer el máximo de ella. Así, lejos de amputar a la realidad contó con ella.
Rechazó el cómo cerrar los ojos o los lentes oscuros de un sistema frente a lo real. Vió a la filosofía como tarea infinita mediante la cual el hombre va dando satisfacción a su admiración, al conquistar la realidad palmo a palmo. Caso comprendió también los límites de ese instrumento que llamamos razón. Supo, como Pascal, que a la realidad se llega por múltiples caminos. No sólo por la razón, también por el corazón. Un corazón cuyas razones no pueden ser sistematizadas. Caso supo de ese fondo de irracionalidad que la realidad encierra y al cual hay que llegar con otros medios. Cada conquista de la razón señala siempre nuevas zonas de irracionalidad.
Lo cual viene a convertir a la filosofía en tarea perpetua. Pero en haber señalado esto se encuentra el secreto de su magisterio. Ya que así ofreció tareas por realizar, no obras realizadas. Mostró caminos, no limites.
El maestro Caso supo captar muy bien el espíritu de nuestro tiempo, tan doloroso por insatisfecho; supo de esta época en la que, nos decía con sus propias palabras, palpita un espíritu de indagación, de insatisfacción, que nos sitúa transidos de asombro ante el portento del Universo. El asombro, he aqui la palabra en labios del maestro. El asombro y la admiración como fuente de insatisfacción y por ende de juventud. El asombro como raíz de su filosofía y como raíz de esa atracción que supo provocar en los que fueron sus discípulos.
Los ayer jóvenes discípulos, ahora muchos de ellos maestros, supieron escontrar en la cátedra del maestro Caso satisfacción a su insatisfacción. En esta cátedra encontraron los que anhelaban encontrar: tarea, materia para crear o recrear. En su cátedra aprendieron que siempre hay algo nuevo, algo que siempre causa admiración e invita a la tarea de darle solución. La historia de la cátedra del maestro Caso fué una historia de admiraciones, de asombros. Siempre admirado, siempre asombrado, el maestro tuvo también siempre algo que decir a cada una de las generaciones que recibieron sus lecciones. Se le encontró siempre alerta, atento, persiguiendo la verdad en todas sus manifestaciones. Un día buscándola en el intuicionismo de Bergson; otro en la fenomenología de Husserl: otro en el Neotomismo de un Maritain: otro en la filosofía de las ciencias de un Meyerson, en el sistema de un Rickert, la Filosofía de los Valores de un Scheler, el Historicismo de un Dilthey o el Existencialismo de un Heidegger. Todas estas filosofías puestas siempre al servicio de su efán de saber, no como una cómoda renuncia al mismo. En infinito asombro y admiración le encontramos siempre preguntando. qué es eso. esto? Hasta el día de su muerte, cuyo segundo aniversario ahora recordamos. Sus últimas palabras tenían que ser expresión de este afán nunca satisfecho de saber, de este asombro y admiración permanentes: Voy a saber.
Fué en defensa de esta su filosofía, en defensa del asombro y admiración de la filosofía, que el maestro Caso entró en polémica contra sistemas que en alguna forma amenazaban con dar fin al pensamiento libre y creador. Con crítica serena a veces, violenta o irónica otras, se enfrentó a tales sistemas. Sus críticas nunca fueron animadas por un puro afán polémico. Todo lo contrario, siempre supo respetar el pensamiento de los otros. En lo que no transigía era en la violencia hecha a este respeto. Entendía la polémica como instrumento de comprensión, no de imposición. Si una filosofía no era capaz de hacerse comprender no era entonces filosofía. Si era indiscutible se confundía con la religión. Ya que ninguna religión se basa en el libre razonamiento sino en la fe. Cree usted en esta doctrina. solía preguntar. Bien, amigo mío, entonces nada tenemos que discutir, respeto sus creencias. Así, cuando se enfrentó a determinados sistemas filosóficos lo único que les exigió fueron razones filosóficas, no Ja explicación de sus artículos de fe. En la filosofía no cabían catecismos ni abecedarios de sistemas. En defensa de la filosofía se enfrentó unas veces contra los fanatismos sistemáticos materialistas, otras contra fanatismos sisctemáticos apoyados a ideas religiosas y otras contra los fanatismos sistemáticos de la mediocridad. Por encima de éstos se encontraba siempre una realidad rica y poco accesible a tales sistemas.
Ahora bien, un hombre con tan gran amor a la realidad, tan atento y alerta para conocerla, no podía haber dejado escapar esa relidad que a nosotros es tan cercana: México. En este aspecto Caso pertenece ya a esa pléyade de maestros americanos tan preocupados por su realidad: Justo Sierra, Sarmiento, Lastarria, Varona y otros muchos más. Por encima de todas las ideas, por encima de todos los ideales o abstracciones estaba, para el maestro, una realidad, la de la Patria mexicana. Aspiraba a la universalidad, a la solución universal de todos los problemas; pero partiendo de la realidad. En su divisa: Alas y Plomo se encuentra también el secreto de su filosofía. Ni Sancho ni Quijote decíaNi grillete que impida andar, ni explosivo que desbarate; sino ánimo firme y constante de lograr algo mejor, sabiendo que a pesar de ello, que la victoria verdadera se alcanza si se po Este documente es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica